martes, noviembre 15, 2005

Francia 2005: ¿La Ruptura del Contrato Social?


La Quinta Republica Francesa se encuentra en estos días atravesando una fuerte crisis existencial que presenta dudas sobre el real cumplimiento de los principios sobre la cual fue fundada, una crisis que seguramente generará cambios políticos.

El modelo republicano francés está altamente influenciado por las ideas iluministas de Jean Jacques Rosseau, mas específicamente por el “Contrato Social”. Este modelo se encargó de delegar las responsabilidades del estado de fuentes metafísicas al hombre, creando un modelo etnocentrista que confía en la capacidad de raciocinio del hombre y le da la posibilidad de elegir las construcciones sociales dentro de las cuales desea vivir por medio de un sistema democrático participativo y representativo donde los ciudadanos viven bajo un “contrato” entre ellos y el Estado.

Para Rosseau, el principal ideólogo de este modelo, la Republica es un modelo neutral, sin preferencia por ningún sector étnico o religioso.

Estos principios llevaron a Francia a tomar diferentes medidas a fin de conservar la neutralidad, una de las más conocidas es la prohibición de llevar símbolos religiosos en las escuelas (como el caso del velo), todo en pos del secularismo republicano.

Al igual que durante los disturbios estudiantiles de Mayo de 1968, que devinieron en el final del gobierno del General De Gaulle, las calles de Paris se encuentran en llamas, llamas que amenazan con extenderse a toda la Nación.

Bajo el modelo republicano francés los trabajadores inmigrantes que llegaron al país en las décadas del 50-60 del siglo pasado provenientes de las ex-colonias en Afrecha fueron teóricamente tratados como ciudadanos iguales. Ellos y sus descendientes deberían disfrutar de las ventajas del sistema educativo francés y del Estado Benefactor a fin de “asimilarse” a la blanca y republicana tierra de los vinos.

En la práctica las cosas fueron bastante diferentes, el Estado le dio las espaldas a estas minorías - que fueron creciendo – relegándolas a los suburbios de las grandes ciudades, donde paradójicamente comenzaron los últimos disturbios. En estas áreas los índices de desocupación son 10 veces mayores al promedio francés y las leyes que promueven la “integración” se oponen y niegan el multiculturalismo generando sentimientos de resentimiento y exclusión social propicios para incubar el radicalismo musulmán hoy dominante en amplios sectores de la juventud de estos ex inmigrantes.


¿Revueltas o Protesta?

“...es posible que de esta forma estos rebeldes – o parte de ellos – estén demandando ser tratados como ciudadanos y no como objeto de estudios sociológicos?” Periódico “Le Monde”

Esta no es la primera vez que los inmigrantes franceses – una definición bastante compleja – protestan. En 1983, revueltas en las afueras de Lyón culminaron con la peregrinación de 100.000 inmigrantes a Paris, en lo que se denominó la “Marche des Beus” (lunfardo francés con el que se denomina a los hijos de los inmigrantes del Norte de Afrecha), estos simplemente exigían “ser tratados como todos los franceses” y derecho a voto en las elecciones locales, algo a lo que el Presidente de turno Francois Mittereand asintió de inmediato, pero aparentemente 20 años después la situación aun no se ha cambiado.

La república francesa está pagando su deuda histórica con las minorías, el precio por haber sido un imperio colonialista, el precio de no haber dado el lugar y respeto necesario a sus minorías étnicas intentando asimilarlas sin darles la posibilidad de mantener sus características propias. Francia es hoy víctima de la tensión generada entre la formalidad declaratoria de sus principios igualitarios y neutrales y el real cumplimiento de los mismos, víctima de sus propios ideales, de una crisis ideológica y política que aparentemente solo Rossueau podría solucionar.


sábado, septiembre 10, 2005

Otra desconexión en la historia de Gaza


Con un millón y medio de palestinos viviendo en ella, la Franja de Gaza nos parece historicamente palestina, pero como veremos a continuación la mayoría de estos habitantes están muy lejos de ser nativos del lugar.

Los primeros habitantes de esta zona de los cuales tenemos datos son los hoy extintos Avitas quienes la poblaban en los tiempos de Canaan. En el siglo XVII A.C. fue ocupada por los Filisteos pasando a ser parte de la llamada Pentatópolis filistea y fué en esos días y en ese lugar donde Samson realizó sus proezas, los filisteos también ya han desaparecido aunque aparentemente de ellos tomaron los palestinos su nombre (palestina = Filistia, denominación dada a la zona por los romanos).

En el año 332 A.C Gaza fue el principal problema de Alejandro el Grande para conquistar la zona y poco después paso a las manos de Ptolomeus y Anteojus III el asirio. Finalmente manos judías la conquistaron en 145 D.C., sería Jonatan el Hasmneo, pero pronto la perdeía ante los romanos. El período romano implicó un gran florecimiento cultural para judíos y católicos de la zona, hasta que los Bizantinos la conquistaran sucedidos por los árabes, Los católicos también la tuvieron en el siglo XII durante las cruzadas disminuyendo notablemente la presencia judía en la misma.

Bajo el Imperio Otomano, los siglos XVI y XVII fueron los más prósperos de la zona, en 1799 incluso el mismo Napoleón Bonaparte la conquistó y goberno por un año, por estas épocas los judíos de Gaza se dedicaban a la exportación de cebada a las cervecerías europeas.

La primera Guerra Mundial implicó grandes batallas por el control de Gaza entre turcos e Ingleses, estos últimos finalmente la conquistaron en 1917 tras una notable victoria militar del General Allemby.

Según datos poblacionales en 1946, cerca de la finalización del mandato británico solo 19.000 musulmanes vivían en Gaza, número que creció notablemente en 1948 durante la Guerra de Independencia de Israel y entre 1949 y 1967 años en los cuales la Franja de Gaza, tal como la conocemos ahora, fuera territorio gobernado por Egipto según lo estipuaba el armnisticio de 1949. La migración de refugiados en diferentes épocas fue quien aumentó la población palestina en la zona. Desde 1967 otro delirio imperialista llevó a que Gaza esté nuevamente gobernada por manos extranjeras, que finalemente como todos los anteriores la abandonarían en el año 2005.

Hoy en día por primera vez en la historia son los palestinos quienes deciden e intentan gobernar, en una forma bastante particular, la zona.

Las imágenes que pudimos observar tras la salida del ejército israelí de Gaza nos mostraron una anarquía externa e interna.

Desde el punto de vista externo o internacional el límite entre Gaza y Egipto tan celosamente cuidado hasta hace unos días por Israel parece ser tan solo una linea imaginaria existente en los mapas de Tzahal. Desde el punto de vista interno la crisis de autoridad es total generando la actual anarquía. La policía palestina que debería controlar la seguridad de la Franja no está haciendo su trabajo fundamentalmente debido a que esta improvisada fuerza de seguridad cuenta con menos armas que cualquier otro grupo palestino y como si esto fuera poco sus destacados miembros, encargados de luchar contra el terror y la delincuencia son en gran parte nada mas ni nada menos que ex terroristas reclutados en su momento por Yaser Arafat para que sean su grupo de matones oficiales, esto genera que por mas buena voluntad que tenga el actual Premier Palestino Abbas, sería bastante irreal que los uniformados se enfrenten a sus ex-correligionarios para evitar la quema de los edificios que fueran sinagogas.

Muchos Pueblos, imperios y naciones podrían reclamar derechos históricos sobre esta pequeña y problemática franja, quizas el hecho de que todos los que la han gobernado se han de alguna u otra forma desconectado de ella demuestre que gobernarla no es realmente un gran privilegio. Ahoar este derecho está en manos de sus actuales habitantes. Quizás no tengan raíces históricas indiscutibles para estar allí, pero hoy en día tienen un millón y medio de razones que les dan el derecho a intentar hacerlo al menos, sin duda una gran reforma debe llevarse a cabo en las instituciones palestinas para que esto sea posible, y así puedan pasar de ser una anarquía llena de terrorismo, odio y delincuencia a un estado ético y democrático.

Al igual que como lo hicieron otros grandes imperios, desconectarse parece ser la mejor opción para Israel, solo nos queda esperar que la anarquía no cruce los límites de la línea verde.

jueves, septiembre 01, 2005

Desconexión: la gran crisis ideológica de la sociedad israelí


Los interrogantes y los problemas desencadenados por el Plan de Desconexión recién comienzan. Los principales tienen lugar en el seno de la propia sociedad israelí.

El Plan de Desconexión implementado por el actual gobierno israelí tendrá profundas implicaciones en las relaciones palestino-israelíes pero, fundamentalmente, las consecuencias más preocupantes para los dirigentes del estado judío deben ser las que se están sufriendo dentro de la sociedad israelí. Diferentes conceptos, como sionismo, patriotismo, casi no discutidos popularmente desde la creación del Estado, han sido utilizados de modo extremadamente irresponsable y oportunista por algunos sectores de la sociedad. Incluso lo hicieron figuras políticas importantes, en general opositoras al plan de Desconexión. Ello ha generado una gran confusión en la que se encuentran sumergidos casi todos los ciudadanos de Israel, una confusión que se resume en muchos casos a banales luchas de colores, luchas sin limites, que quizás sean lógicas únicamente en un país que durante la mayor parte de su existencia se ha dado el lujo de determinar unilateralmente sus límites. ¿Unilateralmente? La historia continúa...

¡Herzl no se vestiría de color naranja!

“Si fuera posible, su majestad, tirar seis o siete millones de judíos al Mar Negro, definitivamente lo preferiría, pero no lo es, por lo tanto debemos dejarlos vivir como a los demás”... El Conde Sergei Witte, Ministro de Economía del Zar Nicolás II, explicaba con estas palabras los consejos que le daba al Zar en 1903 sobre “la cuestión judía” a un joven periodista vienés, Teodoro Herzl, quien había ideado recientemente el concepto Sionismo Político e intentaba obtener el apoyo del gran emperador ortodoxo. Quizás debamos aprender algo de la resignada posición de Witte, redefinir nuestros conceptos o comprenderlos en su máxima expresión, y actuar de una forma inteligente con nuestros vecinos naturales.

Durante los últimos años una gran brecha se ha abierto entre religiosos y no religiosos en el Estado de Israel. Una distancia que se ve acentuada diariamente en estos días de desconexión, la desconexión entre los diferentes sectores de la sociedad es cada día más notable y muchas veces se escuda bajo cobardes retóricas que apelan al uso del concepto de “sionismo”. Herzl, quien escuchara las aberrantes declaraciones de Witte -que luego fueran aprendidas por otros tantos líderes a lo largo de la historia-, no habló de conquista, no escribió sobre opresión, no apoyaba la violación de derechos humanos. Herzl no quería transfer. Herzl sólo quería un estado judío para un pueblo sin estado y perseguido.

La realización del ideal sionista en su máxima expresión requiere un estado que pueda convivir con sus vecinos. El sueño sionista consistía en crear un hogar seguro para todos los judíos del mundo, por lo tanto, por definición, Israel debe proveer refugio y seguridad para los judíos.

Si bien el sionismo a lo largo de la historia siempre encontró la forma de avanzar práctica y realmente, los conflictos con nuestros vecinos y sus malas interpretaciones muchas veces hicieron dudar sobre las intenciones del mismo. Cabe recordar la famosa resolución 3379 de la ONU del 10 de noviembre de 1975 que determinaba que el sionismo era racismo.

El sionismo en realidad no consiste en alimentar ocupación, opresión, expansión y conflictos internacionales, la idea original de este movimiento político simplemente deseaba crear una sociedad progresista basada en valores judaicos que pudiera vivir y prosperar sustancial y espiritualmente. El sionismo verdadero aceptó la realidad de que no judíos vivirían dentro del Estado de Israel, siendo este un factor fundamental para preservar el carácter democrático del mismo. Esta realidad está expresada y defendida en la Declaración de Independencia, una declaración ejemplar que debería servir para recordar diariamente en qué principios y valores está basado el estado.

La ocupación de Gaza y Cisjordania más que sionismo realizador es un asesinato del propio ideal, no sólo desde el punto de vista demográfico que demuestra la catástrofe que significará esto en pocos años para el carácter judío del Estado de Israel, sino principalmente desde el punto de vista moral y ético, que nosotros como judíos deberíamos comprender mejor que nadie.

No nos dejemos confundir con las malversaciones que se han realizado sobre el concepto de sionismo desde 1967 principalmente. Salir de Gaza es un acto Sionista, es una forma de salvar el verdadero ideal sionista de un estado judío que respete dentro de sus límites los derechos de todas las minorías. Pero, tampoco nos dejemos engañar... es sólo un comienzo y no una solución, depende de los líderes del estado y de los votantes que este comienzo no sea tan sólo un fin.

Un líder sin sector para un sector sin líder

La guerra de colores, por un lado el naranja adoptado por los opositores al plan de desconexión y por otro lado el azul utilizado por aquellos que apoyan al plan de Sharón, sólo refleja el verdadero carnaval que reina dentro de las tradicionales ideologías políticas israelíes.

Tradicionalmente, la arena política israelí se encuentra, o mejor dicho se encontraba, claramente dividida en dos amplios sectores representados por dos partidos políticos, Likud y Avodá. Estos dos partidos representaban una clásica división entre derecha e izquierda principalmente delineada por posiciones opuestas en lo que respecta al conflicto árabe-israelí. Ambos bloques no presentan diferencias significativas en los ámbitos socio-económicos como estamos acostumbrados a observar en las democracias europeas. Definitivamente el único tema que diferenció a la izquierda y la derecha israelí en los últimos años, y especialmente desde la firma de los acuerdos de Oslo, fueron las posiciones en lo que respecta a la paz con los árabes, aunque no debemos dejarnos engañar: si bien el sector político laborista fue más propicio a sentarse en una mesa de conversaciones con los enemigos del Estado de Israel, los años durante los cuales más se ampliaron los asentamientos y colonias judías en los territorios ocupados fueron aquellos inmediatamente posteriores a la firma de los acuerdos de Oslo, bajo supuestos gobiernos anti-imperialistas de izquierda. Como vemos el desorden ideológico y moral en lo que respecta a este tema reinó en ambos lados del mapa político israelí y ahora solamente es más observable.

La “original idea” de desconexión unilateral, sin ningún acuerdo de paz, adoptada por Ariel Sharón fue la base de la campaña del candidato de Avodá Amram Mitzna en la carrera por el gobierno en el año 2003, una idea a la que Sharón se opuso. Entre otros motivos, fue por esta oposición que Sharón ganó las elecciones. En tan sólo dos años mucho ha cambiado en Oriente Medio, Sharón sale de Gaza, ministros despedidos, cambios de coaliciones gubernamentales, hasta que finalmente Avodá se encuentra en un gobierno de coalición nacional apoyando al líder de derecha que no es apoyado por la derecha tradicional.

Pareciera ser que en menos de dos años muchos de los mitos ideológicos que sustentaban a la sociedad israelí se han caído y, como consecuencia, hoy podemos observar una imagen, que para quien conoce la historia política israelí, parece ser ciencia ficción en su máxima expresión. Ariel Sharón es apoyado por la izquierda. ¿Quién hubiera apostado a que los movimientos pacifistas, socialistas y pro derechos humanos serían aquellos que al fin de cuentas se verían amparados en Ariel Sharon y constituirían su principal fuerza de apoyo popular? ¿Aquel Sharon de Sinaí, aquel Sharón del Líbano, aquel Sharón de Sabra y Shatila? Al parecer, no es el mismo Ariel Sharón, sino una nueva versión del líder que usa cintas azules y envía unilateralmente palomas al pueblo palestino. Un nuevo Ariel Sharón rechazado por quienes lo votaron y apoyado por quienes lo odiaron. Este enternecedor romance entre la izquierda israelí y el mitológico líder de derecha, responsable en gran manera por la presencia azul y blanca en los territorios, presenta grandes interrogantes sobre el rol de los tradicionales dirigentes de la izquierda israelí y especialmente de Avodá, un partido en la lucha por conseguir un líder reconocido por sus miembros que, al menos de momento, responde fielmente a Ariel Sharón; un líder sin partido, para un partido sin líder.

Desconexión verde y no azul: el rol de Tzahal y la división social

Desde la creación del Estado de Israel, el Ejército de Defensa ha constituido uno de los pilares de unión de todos los sectores religiosos, políticos, ideólogos y étnicos de la sociedad israelí, sin incluir en esta definición de sociedad a los árabes israelíes y a los judíos ortodoxos que no sirven a la patria por medio del ejército. En este contexto étnico-militar críticamente influenciado por el peligro de existencia constante del estado judío se ha creado una realidad en la cual el ciudadano acataba las órdenes del ejército sin protestar contra los objetivos nacionales de quienes toman las decisiones.

Este balance se mantuvo intacto principalmente hasta la Guerra del Líbano, donde el acuerdo implícito existente entre el estado y la sociedad civil se vio duramente dañado como consecuencia de los dudosos objetivos de esta guerra, algunos de los cuales no fueron explicados a la opinión pública israelí o incluso al mismo gobierno de turno por sus líderes: Ariel Sharón, Menajem Beguin y Rafael Eitán. Las divisiones dentro de la sociedad en lo que respecta al rol del ejército y a la obediencia civil se han agudizado desde entonces.

En todas las democracias occidentales estables, el ejército actúa pura y exclusivamente frente a amenazas externas, es decir, sólo en conflictos internacionales. Si bien en algunos países democráticos sí se utilizan ciertas divisiones de los ejércitos para enfrentar civiles, éstas se reducen sólo a una, cuyo rol tiene características policiales. Pocos son los ejemplos donde los ejércitos han actuado en crisis internas en las democracias tradicionales, siendo sin embargo la intervención del ejército frente a ciudadanos una reiterada mala costumbre en las frágiles democracias del tercer mundo, y generalmente las intervenciones de los ejércitos en esos países no favorecen a la democracia sino que más bien conllevan su interrupción. La diferencia entre cuidar la seguridad del país frente a enemigos y desalojar ciudadanos que no cumplan con la ley de Salida de Gaza es muy clara.

Como hemos dicho anteriormente Tzahal es realmente uno de los pocos ejércitos populares que existen en el mundo occidental democrático: todos los ciudadanos, de todos los sectores de la sociedad son parte de Tzahal, incluyendo a los colonos judíos de Gaza. Por lo tanto, no sólo desde el punto de vista puramente conceptual-democrático el uso de la fuerza militar a fin de desalojar civiles es incorrecto, sino que desde el punto de vista social genera inevitablemente una gran ruptura entre un amplio sector de la sociedad que sirve dentro de las fuerzas del ejército. A diferencia de la policía, el ejército defiende a la nación y no actúa contra ciudadanos que no acatan la ley como ser, en este caso, aquellos que no deseen salir de Gaza.

La fecha de la salida de Gaza fue determinada con más de un año de anterioridad. Desde el punto de vista organizativo, probablemente se hubiera podido traspasar soldados al Mishmar HaGvul (Guardia Fronteriza), división que cumple con roles que se encuentran compartidos entre el ejército y la policía, y así evitado que las unidades de combate de Tzahal fueran quienes llevaran a cabo la “desconexión”.

El daño que esta acción del ejército puede causar en la sociedad israelí quizás hubiera sido el mejor y único motivo bastante fuerte y racional para demorar el Plan de Desconexión hasta que las fuerzas policiales, tradicionalmente encargadas de cuidar la ley y el orden civil, estuvieran preparadas para llevar a cabo esta misión que les corresponde. Este tema no es sólo formal, a pesar de que quizás llegó el momento de que los líderes israelíes se den cuenta que los procedimientos formales sí son importantes en una democracia. Que Tzahal llevara a cabo esta misión más que nada significó la politización de quizás la única institución que habría y debería haber quedado fuera de la gran tormenta política que envuelve a la desconexión. Debemos tener en cuenta que a pesar de ser la única democracia en Medio Oriente, la democracia es un concepto muy sensible y con el que no se debe jugar, ya que es muy difícil fortalecerlo.

Como hemos podido observar, el Plan de Desconexión deja a la luz diferentes crisis aún no resueltas por la joven sociedad israelí, crisis ideológicas, políticas y sociales. Tampoco son pocas las preguntas que esta medida unilateral del gobierno israelí genera: la gran pregunta a la cual muchos opositores no encuentran respuesta es simplemente ¿por qué? Sin duda entre aquellos que apoyan la desconexión, las preguntas cuestionan más lo que pasará en el futuro. ¿Será el primer paso o es sólo una medida a fin de no dar más pasos?, ¿logrará Israel obtener un socio para la paz?, ¿es realmente desconexión o sólo un fin parcial a la ocupación de Gaza? (cabe recordar que a pesar de la desconexión Israel aún no da autonomía al espacio aéreo ni marítimo palestino), ¿fortalecerá esta medida unilateral a Abu Mazen o sólo lo debilitará frente a Hamás?, ¿por que fue unilateral?, muchas son las respuestas gratas y no tan gratas que obtendremos en los próximos meses, pero el fin a una ocupación ilegal de 38 años, aunque sea parcial, quizás sea mejor que la situación actual.

El eslogan más significativo de los opositores a la desconexión es: “Judíos no expulsan judíos”. Cien años mas tarde que el ministro de Nicolás II, Sergei Witte, llegó el momento que la sociedad israelí también se dé cuenta que “judíos tampoco expulsan no judíos”.

“Piqueteros” con Kipá

Participación política en tiempos de desconexión
El tipo de protesta llevado a cabo por los colonos de los territorios nos hace reflexionar por la legitimidad de la protesta política, más allá de nuestras propias inclinaciones políticas
Cortes de calles y embotellamientos, quemas de neumáticos, ataques a políticos, manifestaciones multitudinarias, cadenas humanas que conectan los cuatro polos geográficos del país, carpas frente a la Knesset, negociaciones y -por supuesto- chantajes políticos.

Estos son algunos de los métodos de protesta utilizados por los opositores al Plan de Desconexión del premier israelí, un tipo de participación política bastante violenta pero popular en los sistemas democráticos occidentales, una forma de participación política que a simple vista no es el más correcto a fin de obtener apoyo popular.

El polémico Plan de Desconexión fue ideado paradójicamente por Ariel Sharón, e inmediatamente generó una nueva situación para uno de los sectores más políticamente protegidos de la sociedad israelí desde la ocupación de los territorios: los colonos, que para algunos son quienes realmente “hacen patria”. Los mismos cumplen hoy nuevo papel actoral en el escenario político israelí, quizás un papel muy difícil, dado que deben enfrentar a su gran coreógrafo histórico, Ariel Sharón el mayor “patriota” de todos los tiempos.

Del dicho al hecho: ideología y participación política

La política puede ser definida, muy a grandes rasgos, como los “esfuerzos que realizan los seres humanos en el intento por coexistir en relaciones de interdependencia”. Esto significa que todo tipo de sociedad u organización humana implica alguna forma de política, lo que en gran parte es correcto. Esta aseveración encuentra fundamento cuando hablamos de política en organizaciones privadas como ser empresas, grupos de interés, clubes sociales e incluso sinagogas.

Podemos afirmar entonces que todo tipo de sistema político es un modelo persistente de relaciones humanas caracterizadas por factores como poder, gobierno y autoridad. En la vida cotidiana, cuando pensamos en un sistema político, no sólo lo vemos compuesto por un gobierno formal sino también por diferentes tipos de relaciones humanas que afectan las decisiones de este gobierno.

Por lo tanto, el sistema político incluye ciertas organizaciones, como los partidos políticos o grupos de interés, cuyo comportamiento está directamente destinado a influenciar en las decisiones gubernamentales. De esta forma podemos concluir que el comportamiento y la participación política son conductas destinadas a afectar las decisiones del gobierno.

El concepto ideal de ideología en los estados democráticos implica la combinación entre ideas y comportamientos del ciudadano referentes a un conjunto de valores políticos.

Muchas investigaciones se han realizado sobre el origen y usos de las ideologías. Una de las definiciones que explica las ideologías de una forma útil, a fines de analizar su rol y sus influencias en la participación política de los ciudadanos las describe como “un conjunto de creencias y conceptos - reales y normativos- que intentan explicar los fenómenos sociales a fin de facilitar opciones sociopolíticas a los ciudadanos”. Las ideologías muchas veces se manifiestan en tendencias momentáneas cuyo objetivo es crear una imagen de la realidad lo suficientemente convincente para apoyar el sentimiento colectivo e individual de identidad, teniendo significados emocionales y cognitivos en los individuos y por ende en los grupos a los cuales ellos pertenecen.

Israel es un país desbordado por grupos de interés y movimientos políticos. Los ciudadanos se encuentran generalmente moviéndose de crisis en crisis, el sistema político suele fluctuar dentro de una especie de improvisación, una improvisación -altamente influenciada por las presiones de los diferentes actores políticos de sistema- mediante la cual muchas veces se decide el futuro del estado.

La nueva “crisis anaranjada” en la que se encuentra el país está caracterizada por una gran división en la sociedad israelí. Los grupos políticos opositores al plan, mediante a un arduo trabajo de convencimiento, logran según las encuestas conseguir más adeptos día a día, muchas veces por medio de métodos no muy convencionales.

Protestas: el arma de las ¿minorías?

La idea de protesta generalmente nos evoca la imagen de minorías disidentes intentando obtener una mejor posición en el ambiente político. Las protestas están usualmente asociadas a grupos que se encuentran fuera de la escena política principal. En general, son un intento por detener un tipo de política que, de no existir esta protesta, se llevaría a cabo sin interferencia ni cuestionamientos.

Como podemos observar, este es el caso de las protestas de los grupos anti-Desconexión. Mucha de la gente que protesta tiene una mala imagen pública, generalmente porque desafía al poder y a la mayoría o también porque ocasiona molestias a la ciudadanía. A pesar de que en la gran mayoría de democracias liberales las protestas no son violentas, en realidad, el potencial de violencia que las mismas implican es generalmente destacado por los medios de prensa y, como consecuencia, percibido por la gente.

Cuanto más se acerca el día de la Desconexión, más se teme una guerra civil, o al menos así lo muestran los medios, un tema que analizaremos a continuación. Estas imágenes son parte de una visión general que debe balancear el “derecho a protestar” frente a la “ley y el orden”.

La mayor parte de la actividad política y la protesta realizada por los grupos de derecha anti-Desconexión hasta el momento no ha sido violenta. Si bien estos grupos se encuentran en un grave problema, ya que deberían aceptar la resolución del gobierno, un gobierno que ellos eligieron casi por unanimidad y que ha cambiado radicalmente sus postulados, las protestas se están realizando dentro de los límites del sistema. Hay que recordar que en Israel, al igual que en todas las democracias occidentales, las instituciones oficiales son aquellas que están respaldadas por la policía y el ejército. En tanto que la violencia usada por los protestantes puede ser vista como ilegitima dentro de un sistema democrático, la violencia aplicada por las fuerzas de seguridad generalmente es vista como legítima: por eso es conveniente para los protestantes evitar el uso de violencia.

Estado vs. colonos: ¿guerra civil?

La amenaza de guerra civil ha sido mencionada más de una vez por políticos y periodistas. Como consecuencia, diferentes sectores del mapa político discuten regularmente las medidas a adoptar a fin de evitar una confrontación de este tipo (quizás la mas violenta forma de participación política que puede existir en las democracias).

Analizando la situación correctamente y sin intentar atemorizar a la población cabe destacar que las posibilidades de una guerra civil son prácticamente nulas. En la mayoría de los casos el concepto de guerra civil ha sido empleado por los grupos de derecha anti-Desconexión a fin de atemorizar a la población, influir en la opinión pública y obtener réditos políticos, reflejando demagogia e incluso ignorancia. Teniendo en cuenta el verdadero significado de una guerra civil, la situación en Israel no se adapta a la definición: básicamente no puede haber una guerra civil sin una división formal del ejército.

Podemos analizar dos situaciones históricas que confirman esta teoría: durante la guerra civil de los Estados Unidos, las unidades militares del sur desertaron del ejército de los Estados Unidos llevándose consigo armamento, parte de la propia estructura militar y formando el Ejército de la Confederación; una división similar en el ejército español fue el principal motivo de la Guerra Civil Española. Por lo tanto, evitando una división del ejército resulta casi imposible llegar a una guerra civil, y las posibilidades de que Tzahal se divida parecen ser nulas. Sin embargo, aunque no exista el riesgo de una guerra civil, la división de la sociedad como consecuencia del Plan de Desconexión y la desobediencia civil no debe ser menos preocupante.
Dado que no existe la posibilidad de que el ejército se divida, el poder del estado puede ser aplicado en contra los grupos o individuos que sean categorizados como rebeldes. La asimetría de poder en este caso es muy clara: la ley y el estado, apoyados por los cuerpos de seguridad, tienen la capacidad de poner fuera de juego a los grupos que protesten. El proceso democrático para aprobar la ley de desconexión se ha llevado a cabo dentro de las reglas del juego del sistema legal israelí, dejando así sin argumentos legales a los grupos de derecha que se oponen al plan, y abriendo la posibilidad de hacer pleno uso de la ley contra los rebeldes.

Tipos de acción política

Quizás este sea el momento adecuado para definir algunos términos que nos ayudarán a comprender el accionar de los grupos anti-Desconexión.

Los canales normales de acción política en los sistemas democráticos están generalmente asociados al sistema electoral: votación, participación en partidos políticos, lobby, e intentos de influenciar a los políticos.

Las acciones directas -bloqueo de carreteras, quema de neumáticos, huelgas de hambre- a diferencia de los canales normales se caracterizan por no usar grupos intermediarios. Generalmente, los grupos de protesta se inclinan por las acciones directas a fin de conseguir algún cambio luego de haber agotado las vías normales.
Este ha sido el caso en Israel: luego de que el sistema legal dejara sin opciones a los colonos, éstos se han volcado a acciones directas que lentamente están enfureciendo a gran parte de la población.

Si bien la definición de protesta no violenta se refiere a aquella que no causa daños físicos a seres humanos, aún es problemático definir si insultar a ciertos sectores de la sociedad o generar un embotellamiento de varios kilómetros es no-violento. La desobediencia civil puede ser incluida en la categoría de acciones no violentas, aunque quizás la pregunta que nos debamos efectuar es si realmente esta desobediencia es legítima o no.

El problema en las acciones directas llevadas a cabo por diferentes grupos que son parte de la sociedad, en nuestro caso los grupos de extrema derecha principalmente, es que corren el gran riesgo de debilitar al sistema y quitarle legitimación al gobernante. Por el contrario, si estas acciones fueran realizadas por fuerzas externas, no sólo no pondrían en riesgo la legitimidad del gobierno sino que probablemente lo fortalecerían.

Definir la protesta específica como algo momentáneo es algo que puede hacer el gobierno para evitar que sus instituciones y postulados estén en riesgo, en este caso sería relevante un debate sobre la "protesta”. ¿Es la desobediencia civil de los colonos justificada? ¿Debe ser la desobediencia civil no violenta? ¿Tienen obligación los protestantes de aceptar el castigo de la ley? ¿Puede un estado liberal sobrevivir cuando gran parte de su población no acepta la ley? Este es el tipo de preguntas que deben formularse los filósofos políticos.

Antes de intentar siquiera responder estas preguntas, debemos tener en cuenta que en este momento uno de los debates en la sociedad se encuentra centrado en el derecho de los colonos a protestar de forma directa -en muchos casos violentamente- en lugar de hacerlo por medio de los canales normales. ¿Tienen derecho realmente? ¿Debe el estado regular los diferentes tipos de protesta? ¿Sería democrático? Por ejemplo, quizás debamos analizar si los boicots a instituciones o desórdenes en la vía pública son una forma legitima de acción política: ¿deben ser legales o no? ¿Las penas deben ser duras o no tanto?

Cuestión de legitimidad

Las respuestas a estas preguntas tienen diferentes características, dependiendo el sector político/ideológico que las responda. El factor dominante que determina las diferentes conclusiones es el lugar que se le dé a la legitimidad del Estado, influenciada esta legitimidad por los diferentes puntos de vista ideológicos y sus posiciones en lo que respecta al plan de Sharón. ¿Es acaso moral inflingir ciertas leyes al protestar contra medidas de gobierno o leyes que son injustas para quienes protestan? Por ejemplo, ¿es ético el uso de niños y menores de edad a fin de obtener réditos políticos? ¿Es legítimo bloquear el tráfico en la carretera Jerusalem-Tel Aviv a fin de oponerse contra la ley de desconexión? A simple vista este tipo de accionar político les aseguraría a los grupos de protesta de derecha conseguir un gran número de enemigos dentro la opinión pública, pero esta especulación lógica no está respaldada por los resultados de las encuestas de las últimas semanas, donde el apoyo al plan de Sharón desciende. Como consecuencia desde un punto de vista ético-filosófico podemos concluir que la sociedad israelí si considera a la desobediencia civil como una forma legitima de violencia, aunque esto implique el constante abuso de las leyes como lo estamos observando por parte de los grupos de derecha. Quizás el sistema democrático israelí no es lo suficientemente fuerte, o el valor de las leyes no es lo suficientemente importante para la mayoría de la ciudadanía, lo que realmente generaría graves problemas en el momento que el gobierno decida castigar a los protestantes.

La lucha entre el gobierno o más específicamente Ariel Sharón y los colonos que se encuentran en los territorios ocupados va mucho más allá de los eslóganes políticos y las pintadas de color naranja en las calles del país, es una lucha por la legitimación de la protesta y del poder. Mientras que el gobierno de pseudo derecha asombrosamente intenta demostrar qué tan violentos e ilegítimos son los colonos que se encuentran ocupando -en gran parte gracias a Sharón- un territorio que no pertenece al Estado de Israel, estos colonos se encuentran empeñados en demostrar que esta decisión del gobierno, un gobierno democrático electo por el pueblo, no cuenta con el apoyo del mismo, y por lo tanto -según las definiciones de “democracia” que aparentemente se utilizan mas allá de la Línea Verde- es ilegítima. La protesta no es riesgosa para el poder del estado cuando sólo es contra políticas determinadas, pero sí lo es cuando desafía a los poderes y a las propias instituciones. Quizás el gusto de la traición de su líder mitológico en el paladar de los colonos sea muy amargo, pero legalmente Ariel Sharón se ocupó de dejar todos los papeles en orden.

Mas allá de los afiches, embotellamientos, manifestaciones y disturbios que está viviendo el país en agosto obtendremos respuestas a dos interesantes preguntas: ¿sabrán aquellos colonos, que durante tantos años “sufrieron” y a su vez “disfrutaron” de las ventajas y beneficios que un estado conquistador les dio, aceptar las nuevas reglas del juego? ¿Será la sociedad israelí lo suficientemente democrática y responsable para acatar la ley? Quizás el mejor camino para llegar a las respuestas correctas a estas preguntas sean las esperanzas de entrar en una nueva era de paz en Medio Oriente.

martes, agosto 30, 2005

De príncipes a ciudadanos


La parte más dramática de la “Desconexión Unilateral” ha pasado, las duras imágenes temidas por algunos políticos, y ansiadas por otros, ya son parte de los archivos de la historia.

La violenta oposición naranja al plan de Sharón es preocupante, fundamentalmente, desde el punto de vista democrático.
El inmediato resultado del Plan de Desconexión de Ariel Sharón es el dramático cambio de estatus de los tan protegidos colonos judíos, colonos que gracias al apoyo de los gobiernos de derecha y de izquierda han estado -durante los últimos casi 40 años- viviendo como reyes en territorios ocupados ilegalmente por el Estado de Israel.
Algunos de estos colonos, que ya se auto denominan “refugiados de Gaza”, sin duda han confundido una serie importante de valores durante estos años de ocupación.
El cambio será drástico, aquellos que fueron desalojados deberán adaptarse finalmente a una vida civil dentro de un Estado sionista y democrático -dos conceptos que no se oponen sino que se complementan-, deberán comenzar a pagar sus impuestos y cumplir con las mismas obligaciones de los ciudadanos de todas las ciudades que se encuentran dentro de los límites del ´67. Vivirán bajo la seguridad que brinda un sistema democrático en lugar de tener miles de soldados arriesgando sus vidas para protegerlos día y noche.
Fácil no es, por eso algunos de estos príncipes anaranjados elegirán seguir viviendo en el Reino de Israel en lugar del Estado de Israel y optarán por radicarse en Judea y Samaria en alguna colonia ilegal ya existente. Quizá sea una forma de alargar el final que, esperemos, haya comenzado con Gaza y concluya con la Paz en el Medio Oriente.
Interrogantes
Muchas son las dudas que plantea esta parcial salida de los territorios. Las diferentes ideologías políticas la explican como un premio al terror palestino o una decisión inteligente para asegurar la mayoría judía en el Estado de Israel.
Hace 30 años Moshé Dayán planteó que Israel tendría solo dos opciones para mantener Gaza y Cisjordania: la primera sería anexar los territorios y hacer ciudadanos al millón de palestinos que vivían en ellos cometiendo, prácticamente, un suicidio demográfico. Y la segunda sería imponer un gobierno militar sobre estos territorios al estilo del Apartheid Sudafricano. Esta opción destruiría la imagen del Estado judío ante el mundo y posteriormente la naturaleza democrática del país.
Lamentablemente sabemos cómo se dio la historia, por lo tanto, fuera de las especulaciones estratégicas y el hecho de tener que oprimir diariamente a un millón y medio de personas para que solo 8.000 vivan como reyes, a costa de los impuestos de otros 6 millones de ciudadanos israelíes, sin duda alguna la decisión de salir de Gaza -por más dolorosa que sea- es un gran triunfo para los valores democráticos de Israel y fortalece los conceptos de justicia e igualdad, no sólo con los palestinos, sino también con el resto de los ciudadanos israelíes.
En el mundo del revés
No debemos olvidarnos que aún existen muchos lugares dentro de Israel donde aplicar el concepto de colonización sionista en su más pura expresión. No lejos de Gaza, como en Netivot, Ofakim, Arad y Dimona viven ciudadanos que -simplemente- fueron abandonados en el desierto por los diferentes gobiernos para cumplir el verdadero sueño de Ben Gurión. En estas y otras ciudades hay personas con no menos ideales que los colonos, personas que no recibieron nada del Estado. No tierras, no descuentos impositivos, no empleados extranjeros, no concesiones. Ante ellos es ante quienes deberían avergonzarse los sucesivos gobiernos y no ante quienes fueron por décadas, los Príncipes de Gaza. Pero así es el reino del revés

miércoles, julio 20, 2005

¿Que tan blanco será el humo que cubra los cielos del vaticano?

El fallecimiento de Su Santidad, Juan Pablo II, conmocionó al mundo más allá de la grey católica. También el pueblo judío se despidió de él con dolor, a la vez que mira con expectativas a su sucesor, Benedicto XVI.



El pasado 2 de abril, tras una larga lucha contra el Parkinson, falleció el Papa Juan Pablo II. Desde ese momento nos convertimos en auténticos testigos de varios fenómenos religiosos, sociales, políticos y económicos que se desataron alrededor del mundo, fenómenos históricos que no se observan muy comúnmente en un mundo mayoritariamente católico que perdió a su máxima autoridad religiosa e incluso -para algunos - moral.

La carrera en la búsqueda y elección del nuevo “representante de Dios en la Tierra” estremeció al mundo durante casi un mes, las portadas de los periódicos, noticieros televisivos, artistas, académicos e incluso políticos egocéntricos trataron el tema diariamente: ¿quién sería el próximo líder del Estado más pequeño y a su vez más influyente del planeta?, ¿quien será el líder del único estado que cuenta con 1.100 millones de soldados alrededor del mundo?

Juan Pablo II: ¿progresista ó populista?

Ioannes Paulus PP. II nació el 18 de mayo de 1920 en Polonia bajo el nombre de Karol Józef Wojtyla, fue por casi 27 años el líder máximo de la Iglesia Católica hasta su muerte el pasado 2 de abril. Fue el primer Pontífice no italiano o alemán desde Adrián VI -fallecido en 1523-. Tuvo un papado relativamente largo, el tercero en la historia tras San Pedro y Pío IX. Fue electo después de Juan Pablo I, quien sólo estuvo en este puesto por 33 días, y en memoria de quien se denominó Juan Pablo II.

La Iglesia Católica ha sobrevivido las más increíbles series de transformaciones de estructuras sociales en el mundo en los últimos dos milenios, básicamente, verificando siempre dos premisas: cómo debe la Iglesia actuar frente a las autoridades políticas de turno y qué debe hacer la Iglesia para mantenerse unida. Juan Pablo II fue consiente de estos dos cuestionamientos y su papado consistió en una larga serie de actos que respondieron a estas preocupaciones. En muchos sentidos luchó contra la opresión, la pobreza y el secularismo, pero al mismo tiempo mantuvo relaciones amistosas con las naciones occidentales y sus líderes.

Juan Pablo II enfatizó durante su papado la autoridad central del Papa. Condenó la Teología de la Liberación, y reivindicó constantemente, de la forma más severa posible, los postulados centrales de la Iglesia en lo que respecta a temas sexuales. Se convirtió en un líder mundial contra la secularización y la individualización de las prácticas morales.

Quizás no haya sido el Papa más importante del siglo XX, pero ciertamente es uno de los más contradictorios, su “política exterior” demanda conversión, reforma y diálogo con el resto del mundo, mientras que su “política interna” estuvo orientada a la restauración de el estatus-quo que existía antes del Concilio, negando el diálogo interno en la Iglesia. Estas contradicciones las analizaremos en breve por medio de ciertos temas centrales:

Derechos Humanos: mientras que fuera un defensor mundial de los derechos humanos, muchas veces obispos, teólogos y especialmente mujeres no gozan del derecho de recibirlos. Si bien el Vaticano desea fervientemente ser un factor activo en la política europea, aún no ha firmado la Declaración de Derechos Humanos de la Comisión Europea. El concepto de separación de poderes, base de todo sistema legal moderno, es prácticamente desconocido en la Iglesia Católica: el mismo Vaticano funciona como legislador, ejecutor y juez.

El Rol de las mujeres: la gran admiración hacia la Virgen María predica el noble lugar de la mujer en la humanidad, pero a su vez el Vaticano prohíbe el control de la natalidad, y no permite la ordenación de las mujeres. Las posturas de Juan Pablo II fueron muy claras en lo que respecta al aborto, control de la natalidad, inseminaciones artificiales y divorcio, oponiéndose a estas prácticas.

Moral Sexual: si bien Juan Pablo II predicó durante todo su Papado en contra de la pobreza masiva y el sufrimiento en ciertas partes del mundo, como lo hemos dicho es un gran opositor al control de natalidad, medidas que solucionarían al menos parte de estos problemas.

Celibato de los sacerdotes: la promoción del celibato fue uno de los principales factores responsables en la escasez de sacerdotes en la Iglesia, así como del colapso ético del que fueron presa algunos de ellos, generando incidentes que dañaron duramente la imagen moral de la Iglesia.

Movimiento ecuménico: si bien al Papa le gustó ser presentado como la voz del movimiento ecuménico, al mismo tiempo tuvo gran influencia dentro del Vaticano en las relaciones con la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Reformista, negando el reconocimiento de los oficios eclesiásticos y servicios de comunión de las mismas.

Políticas personales: como obispo y luego arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla fue parte del Concilio Vaticano II° -entre 1962 y 1965-, pero como Papa sus políticas internas difirieron muchas veces del mismo: en tanto que las doctrinas del Concilio indican “Aggiornamento -diálogo- ecuménico”, la doctrina empleada por él estaba basada en “restauración, obediencia y re-romanización”, una doctrina que dejó como consecuencia un episcopado servil y ultra-conservador, llevando a que miles de fieles abandonaran la fe católica o incluso se le opusieran.

Opus Dei: su apoyo al Opus Dei ha sido un punto muy controversial durante todo su papado. El Opus Dei es una organización muy criticada bajo acusaciones de intento de toma de poder político y económico en diferentes países de tradición conservadora, como España bajo Franco, EE.UU. bajo Reagan y América Latina bajo los gobiernos militares, por medio de la infiltración estratégica de sus miembros en los gobiernos. El apoyo incondicional del Juan Pablo II a esta organización, el otorgamiento del estatus de “Prelación Personal” dándole jurisdicción internacional y la beatificación en 1992 de José María Escrivá de Balaguer -su fundador- han despertado muchas controversias dentro del mundo cristiano.

El Papa peregrino

Conocido como el “Papa peregrino”, Juan Pablo II recorrió mayores distancias que todos sus antecesores juntos y fue sin duda uno de los Papas con más consenso internacional. Su nombre fue recordado por casi todos los líderes del mundo, desde Bush hasta Castro, desde Sharón hasta Abu Mazen.

Su papado ha tenido muchos aspectos positivos, pero también ha generado una gran polarización en el seno mismo de la Iglesia Católica como consecuencia de políticas contradictorias. La Iglesia se encuentra en medio de una crisis estructural que puso de manifiesto sus fatales fracasos, quizás dejando en claro la necesidad de una gran reforma interna.

Su legado será recordado por muchas generaciones y pueblos, entre ellos, por el pueblo judío, con quien Juan Pablo II estrechó lazos como ningún Pontífice lo había hecho antes. El Papa hizo “mea culpa” de los crímenes de la Iglesia a través de los siglos, un “mea culpa” que demoró demasiados siglos en llegar, una demora que costó muchas vidas, pero... ¡más vale tarde que nunca!

¡Havemus Papam!
Joseph Ratzinger: una nueva era con “olor a humedad

El 19 de abril pasado pudimos oír desde el balcón central de Basílica de San Pedro, algunos por primera vez en su vida, la frase “Annuntio vobis gaudium magnum; Habemus Papam”, " Les anuncio con gran felicidad: tenemos Papa".
El cardenal alemán Joseph Ratzinger, de 78 años de edad, hasta ahora decano del Colegio Cardenalicio y durante más de 20 años defensor de la ortodoxia de la fe católica al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue electo como el Papa número 265 de la historia, siendo el primer Papa alemán desde que el Sillón de Pedro fuera ocupado por Víctor II entre 1055 y 1057.

Políticas “celestiales”

1) En búsqueda de la legitimación de los fieles: el uso de la memoria colectiva
“...considero este hecho (su elección como Papa) una gracia especial que me ha concedido mi venerado predecesor Juan Pablo II. Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía, me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas, en este momento, particularmente a mí: "¡No tengas miedo!", Primer mensaje de Benedicto XVI, 20.IV.05.

El Papa ejerce los poderes ejecutivo, legislativo y judicial del estado del Vaticano. Podría decirse que se trata de un extraño caso de monarquía no hereditaria, pero que ejerce un poder casi ilimitado sobre miles de millones de personas en todo el planeta. Cada acción, cada oración, cada movimiento del Sumo Pontífice es analizado y tiene una suprema e incluso por momentos absurda importancia.

Las primeras palabras que el nuevo Sumo Pontífice leyó en latín al final de la concelebración eucarística presidida en la Capilla Sextina con los miembros del colegio cardenalicio que acabamos de citar hacen alusión al difunto Pontífice, quien como sabemos era muy querido en el mundo. Esta táctica es utilizada en diferentes lugares del mundo, por nuevos líderes que buscan fortalecer su posición frente al pueblo y generalmente da resultados. El Sumo Pontífice parece comprender que la mejor forma de ganarse rápidamente a sus fieles es recordándoles cuán querido era él por Juan Pablo II, quien cuenta con amplio apoyo entre sus fieles.

2) El nuevo Ratzinger: “Benedicto XVI”
Como grandes consumidores que somos en este mundo, todos sabemos que ningún producto, por bueno que sea, se puede vender exitosamente sin una marca atractiva. En la política este concepto funciona de la misma manera. Generalmente no nos encontramos con nombres de partidos políticos extremadamente largos, incomprensibles, o que no expresen en cierta forma su ideología.

Si hay una gran ventaja con la que cuenta un Papa frente a un político es la posibilidad que se le da de elegir su nuevo nombre.

La elección de Ratzinger en cierta forma sí fue una sorpresa, en especial porque generalmente los colaboradores cercanos del Papa difunto -Ratzinger lo era- no heredan el puesto. Es que los cardenales que eligen ven la oportunidad de apoyar nuevas políticas por medio de la elección de un nuevo Papa. Este fue el caso cuando, en 1914, el ultra-ortodoxo Pío X fue sucedido por Benedicto XV.

La elección de Benedicto XV había sido inesperada. Fue denominado el “Papa de la paz” debido a que formuló una “carta pacífica” que el 1° de agosto de 1917 envió a las potencias que luchaban en Europa. Ninguno de los imperios centrales (Alemania, Austro-Hungría, el Imperio Otomano) ni los aliados (Gran Bretaña, Francia y Rusia) aceptó las propuestas del Papa. La idea de Benedicto XV fue adaptada por Woodrow Wilson en sus “Catorce Puntos”.

Los nombres de los Papas, al menos en los tiempos modernos, son muy significantes. El Cardenal Joseph Ratzinger tiene seguramente excelentes motivos para llamarse Benedicto XVI. Este nombre debe estar inspirado en Benedicto XV, o quizás incluso en Benedicto XIV -siglo XVIII-, quien se enfrentó a la concepción escéptica y racional del Iluminismo. Es probable que la elección sea para que los fieles lo identifiquen con Benedicto XV, quien puso fin a un período de tensiones dentro de la Iglesia denominado “crisis modernista”, una crisis que derivó de la intención de aplicar principios modernos al estudio de las verdades tradicionales.

Quizás haya otro motivo por el cual adoptó este nombre, una posibilidad aún más preocupante: el Papa Pablo VI hizo de San Benedicto “el padre de todos los monjes”, dado que sus monjes eran los responsables de mantener viva las tradiciones europeas frente a las invasiones bárbaras y encargado de la re-evangelización de Occidente. ¿Pensará Ratzinger que vivimos en una etapa tan oscura como aquella, y que el rol de la Iglesia es preservar las verdades de la humanidad? Este escenario ya alarma a diferentes grupos del mundo católico, muchos de los cuales se decepcionaron de la elección del nuevo Sumo Pontífice.

¿Mas allá del bien y del mal? Ratzinger y las juventudes hitlerianas

Durante la Segunda Guerra Mundial, a los 12 años de edad Ratzinger se unió a un Seminario y 2 años más tarde, en 1941, fue aparentemente obligado a unirse a las Juventudes Hitlerianas en el marco de las cuales fabricaba trampas antitanques. Si bien es verdad que la pertenencia a las Juventudes Hitlerianas y al Wehrmacht -nombre que llevó el ejército alemán entre 1933 y 1945- era obligatoria, para ser creíble su inocencia debería el Papa ocuparse de esclarecer completamente este período de su vida.

Aparentemente el joven Ratzinger desertó del Wehrmacht en 1945, a fines de abril o comienzos de mayo, según él “no lo recuerda exactamente”. También justificó su alegada falta de participación en los combates de la guerra diciendo que “tenía un dedo infectado”. Esta amnesia parcial es particularmente curiosa. Hitler murió el 30 de Abril de 1945. El haber desertado cuando los alemanes se encontraban en plena batalla sería realmente un acto de valiente resistencia, pero hacerlo luego sólo indicaría la desesperación para rendirse a los americanos en lugar de los rusos, algo bastante común en esa época.

Su Santidad debería hacer un esfuerzo por para recordar estos detalles. ¿Cómo huyó? ¿Cuánto participó de estas fuerzas? ¿Qué rol cumplió? Aparentemente Benedicto XVI no ha tenido complicidad alguna con los nazis, al menos no hay ningún documento que lo compruebe, pero aún así la complicidad del Vaticano y los recuerdos que ésta genera ligados al nazismo pueden “manchar” su autoridad moral.

No podemos simplemente olvidar el asunto sólo debido a que no hay una confesión propia. El Papa debería dar el ejemplo a sus seguidores y hacer una completa declaración sobre el tema. Aparentemente no tiene nada que ocultar, esto le da una gran ventaja sobre la Iglesia que dirige y sobre muchos de los Papas que lo precedieron.

Congregación para la Doctrina de la Fe
“Debemos oponernos a la dictadura de los relativismos”. Benedicto XVI

La Congregación para la Doctrina de la Fe es la más antigua de las nueve congregaciones de la Curia Romana, aun anterior a la Iglesia Católica Romana, e históricamente ligada a la Inquisición. El 21 de julio de 1542 el Papa Pablo III, con la constitución Licet ab Initio, la Congregación estableció la Santa y Suprema Congregación de la Romana y Universal Inquisición, compuesta por cardenales cuyo rol era “mantener y defender la integridad de la fe y examinar y proscribir errores y doctrinas falsas”. Aunque sus principios son los mismos, el nombre de esta congregación sufrió dos cambios “cosméticos”: el primero en 1908, cuando Pío XI la denominó “La Santa Corte Suprema de Los Santos Oficios” y el 7 de diciembre de 1965 el Concilio Vaticano II° la llamó Santa Congregación para la Doctrina de la Fe. Con el nuevo código de la ley de cánones en 1983 la palabra “Santa” fue eliminada de los nombres de las Congregaciones Vaticanas.

Esta Congregación es la encargada de mantener el orden y la disciplina en el mundo católico. Ratzinger no temió en aplicar mano dura a quien se alejara de los postulados medievales de la doctrina Católica, por ejemplo condenando al sacerdote brasilero Leonardo Boff, de tendencias socialistas, quien se dedicó a ayudar activamente -y no sólo en el plano de la declamación- a los pobres de su país, y sentenciándolo a un año de silencio. Interesante manera de “callar”, nunca mejor dicho, a una persona que publicara un libro titulado “La Iglesia, Carisma y Poder”. También fue Ratzinger quien validara con su firma un extraño documento, Dominus Iesus, en el que se establece el orden en que Dios otorga la salvación celestial a los practicantes de las distintas religiones empezando, por cierto, por los católicos romanos, afirmando así la supremacía de la Iglesia Católica sobre el resto de las confesiones, y sosteniendo que el catolicismo es el único camino para alcanzar la salvación.

La teología de Juan Pablo II fue esencialmente evangelista: “Cristo es la respuesta”, declaraba frecuentemente; pero en su evangelización de culturas frecuentemente usaba argumentos filosóficos para contrarrestar los postulados del marxismo, del materialismo histórico, y de otros sistemas de pensamiento anti-religiosos más avanzados. Como encargado de las doctrinas de la Iglesia, Ratzinger, debió mantener los límites de la ortodoxia católica, una Iglesia conservadora que insiste en que la fe está compuesta por las únicas “verdades existenciales de la vida” que se adaptan a los principios estrictos de la doctrina católica. Quizás por estos motivos, Ratzinger llamó en su cónclave a sus cardenales a oponerse a la “dictadura de los relativismos”.

Nada nuevo bajo el sol

Diferentes sectores políticos, sociales y religiosos del mundo temen ante la posibilidad de que Benedicto XVI convierta el Trono de Pedro en un centro de control para librar la guerra contra las “modas” del mundo: el marxismo, el liberalismo, el libertinaje, el colectivismo, el individualismo racial, el ateísmo, el misticismo, el agnosticismo y el sincretismo -entre otros-, pero es de suponer que no veremos grandes cambios.

Joseph Ratzinger posee todo el carácter conservador de Karol Józef Wojtyla pero con menos carisma. Sus principios son muy similares a los de su antecesor. Sería irracional pretender que realice cambios en estos postulados conservadores: la Iglesia Católica no es un partido político en busca de votos. Si el precio a pagar por la Iglesia a fin de mantenerse fiel a sus principios básicos implica la pérdida de algunos fieles, al parecer Benedicto XVI está dispuesto a pagarlo, una Iglesia más pequeña pero más pura, como él mismo dijera en su alemán natal: “Klein aber fein”. Las palabras de su conclave dejaron muy en claro que luchará contra la secularización, la indisciplina moral, y el consumismo moderno. Sus posturas en contra de la homosexualidad son muy claras y su visión un tanto pasada de moda sobre el Islam puede generar problemas en una Europa donde éstos no faltan.

Si bien habrá que esperar las pronunciaciones del Papa para poder esclarecer qué líneas seguirá su Papado, éstas no se alejarán mucho de los principios más conservadores y ortodoxos de su antecesor. Principios celestiales que sostienen al más grande de los monopolios -sociales, económicos, culturales y morales- de la historia: el Vaticano; y quién mejor que Benedicto XVI para continuar con esta santa cruzada.

lunes, mayo 02, 2005

Israel y la opinión pública

Cuando la política es el deporte nacional

La opinión pública es un componente crítico en toda estrategia de construcción de paz. Esta opinión pública da o quita a los líderes, movimientos y acuerdos, la legitimación necesaria para existir y continuar. Muchas veces, guiada por diferentes necesidades, miedos o grupos políticos, puede ser letal para un proceso de paz donde generalmente no faltan fracasos y decepciones.

La opinión pública israelí, y por ende la sociedad, se encuentra hoy en día muy sectorizada.
El plan de “desconexión unilateral” de Sharón generó, antes que nada, la desconexión del premier de gran parte de sus electores, una situación que lo llevó a formar un gobierno de coalición nacional con la “izquierda” a fin de lograr sus objetivos políticos confundiendo, así, aún más a sus seguidores tradicionales.
Se suele decir que en todo Estado democrático la composición de su Parlamento refleja proporcionalmente la voluntad del pueblo, esta situación se adapta exactamente a la realidad de la sociedad israelí actual, una sociedad que se encuentra presa en uno de los conflictos ideológicos más críticos a los que se ha tenido que enfrentar desde la creación del Estado, donde probablemente -y sólo probablemente ya que sólo lo sabremos en retrospectiva- se esté definiendo el nuevo nacionalismo israelí; un espacio en el que -quizá- ya no haya más lugar para halcones, donde solo proliferen las palomas, palomas de derecha y de izquierda, pero palomas al fin de cuentas.
Las preguntas
El cambio en la línea política de Sharón ha dejado a muchas personas desamparadas ideológicamente generando un conflicto “quasi” existencial en la derecha israelí y sus votantes.¿Se volvió loco Sharón?, ¿está bien salir?, ¿premio al terror?, ¿traición a los electores? Estas son algunas de las preguntas que se escuchan en los bares, oficinas, fábricas y universidades, en un país donde el fútbol, la moda y hasta la economía pasan a ocupar un segundo lugar, donde -por más duro que parezca- las conversaciones en los lugares más banales tienen un carácter existencial, donde no hay seis millones de directores técnicos sino seis millones de primeros ministros, cada uno con su solución, desde la más dura y extrema hasta la más creativa e irrisoria.
El nuevo orden
La sociedad israelí se encuentra dividida, al menos en dos grandes grupos, uno compuesto por parte de la derecha, el centro y la izquierda liderado -paradójicamente- por un aparente ex halcón a favor de salir de Gaza y otro grupo “más” nacionalista (al menos según los antiguos conceptos de nacionalismo), liderado por diferentes facciones de la antigua derecha.
Los ciudadanos de Israel están hoy en gran parte simplemente “confundidos”, los choques entre los grupos son constantes, las carpas de protesta frente a la Keneset (Parlamento israelí) ya son casi permanentes, la lucha va mas allá de Gaza, se centra en detener algo que la mayor parte del mundo se dio cuenta que se debe manejar a fin de construir una verdadera paz.
Es probable que casi toda la sociedad -cada uno a su modo- sienta el dolor de esas miles de personas que deben abandonar sus hogares en Gaza para vivir dentro de la Línea Verde.
Fácil no es ni lo será, pero -quizás- este acto también pueda ser visto aún más heroico y nacionalista que haber vivido allí durante los últimos 30 años.

La guerra por las noticias

La prensa israelí durante la segunda Intifada

Los medios de prensa en las democracias occidentales, generalmente, operan de acuerdo a un código de conducta aceptado por la mayoría, según el cual -y de acuerdo a los principios del mismo- los periodistas deben cumplir y respetar preceptos como "independencia", "imparcialidad", "búsqueda de la verdad" y "exactitud" a fin de informar y permitir a la población formar sus propias opiniones. Lamentablemente debemos admitir que esta imagen "ideal" generalmente no se cumple, especialmente cuando se trata de épocas de conflicto.

El conflicto palestino-israelí ha generado muchas preguntas sobre el rol de la prensa, la responsabilidad de la misma, y hasta dónde la prensa local debe o puede ser imparcial para cumplir con los preceptos enunciados anteriormente.

¿Guerra ó insurrección? Definiendo el ámbito analítico

La prensa israelí es indudablemente una de las víctimas de este conflicto. Con el comienzo de la segunda Intifada los medios locales debieron -o se voluntarizaron a- sacrificar los leales principios a los cuales deben estar ligados los reportes responsables.

Para la prensa israelí la segunda Intifada, al igual que la primera, fue caratulada como una "guerra", a pesar de que el término de "guerra" puede ser discutido por los diferentes grupos políticos israelíes. En efecto, si los grupos de derecha consideran a los territorios ocupados (llamados así por las resoluciones de la ONU) parte integral del estado judío, deberían rechazar sobre bases ideológicas este concepto de "guerra" y caratular la Intifada de "revuelta" o "insurrección". Sin embargo, incluso para estos grupos, los más radicales de la sociedad israelí, el término de "guerra" ha sido útil -e incluso adoptado entusiastamente- a fin de justificar acciones militares.

Los grupos políticos israelíes más moderados aceptan la denominación del conflicto como "guerra", ya que este concepto implica un enfrentamiento entre dos pueblos o naciones.

Desde el punto de vista operacional, la situación es bastante confusa, ya que en las confrontaciones se observa un ejército contra civiles (en muchos casos terroristas, pero vestidos de civiles), lo que dificulta aún más la descripción del conflicto como guerra de acuerdo a las convenciones conceptuales de la misma. De todas formas -mientras este debate continúa- aun cuando la Intifada ha finalizado oficialmente, las escenas diarias de enfrentamientos entre soldados y multitudes palestinas no pueden ser descriptas como simples "revueltas" o "disturbios".

Los medios de prensa que pertenecen a alguna de las partes de un conflicto, una vez que el mismo es enmarcado y cuenta con el consenso popular sobre las características bélicas y amenazantes del mismo comienzan a actuar según los parámetros que se adecuen a las necesidades del público.

El amplio consenso en los diferentes sectores políticos y, por ende, en la población sobre las características bélicas de la Intifada, que la transforman para la opinión pública israelí en una "guerra", facilitan sin duda el rol de la prensa local dejando bien en claro qué se espera de ella, qué tipos de reportes, análisis y opiniones debe emitir. Los medios de prensa deben cuidarse a fin de no ser caratulados de "traidores", "incitadores", "zurdos" o "pro-palestinos", limitando así de forma indiscutida la capacidad de los mismos de brindar informes responsables e imparciales a fin de permitir a la población sacar sus propias conclusiones sobre la realidad y el conflicto.

A diferencia de un proceso de paz, una guerra o conflicto es más fácil de cubrir para cualquier periodista. Los procesos de paz son complejos, muchas veces se llevan a cabo en secreto, son difíciles de cubrir y no cuentan con la cuota de drama necesaria para convertirlos en suficientemente atractivos. Sin lugar a duda, una explosión es más atractiva o llama más la atención que la firma de un acuerdo en algún balneario.

La "guerra" puede ser dividida en series de dramáticos eventos e historias relativamente simples. Estas historias están compuestas por detalles concretos: lugares físicos, qué ocurrió, cuántos muertos hubo, facilitando al espectador el entendimiento de la misma.

Noticias en conflicto... de interés

"Supongamos que por una semana todos los medios de prensa israelíes -radios, televisión y periódicos - deciden informar sobre todo lo que ocurrió... a los palestinos. Durante esta semana la prensa israelí no sólo informará sobre los misiles que caen sobre asentamientos judíos, sino también sobre cada misil que cae sobre hogares palestinos... Informarán sobre los judíos que mueren pero también sobre los palestinos que mueren. Los palestinos tendrán nombres, edades e historias personales. El primer objetivo de este esfuerzo será periodismo básico: intentar informar lo que ocurre realmente y no sólo según la perspectiva israelí. Pero este proyecto tendrá también un resultado secundario...dado que sin información completa uno no puede dirigir una política racional. Esto también forzaría al público israelí a realizar serios cuestionamientos a sus líderes". (Amira Hess - Ha´aretz, 26 de Septiembre del 2001, pag. B1).

La rápida sucesión de hechos desde la fracasada conferencia de paz en Camp David en julio del año 2000 hasta la visita de Ariel Sharón -líder de la oposición en ese momento- al Monte del Templo, el 28 de septiembre de ese año, a fin de expresar su determinación a mantener Jerusalem indivisible, demostraron las diferentes maneras con las que los medios de prensa enfrentan la "paz" y la "guerra".

En las semanas posteriores a esta polémica visita muchos debates en la prensa local e internacional se centraron en si fue este hecho el motivo por el cual surgió la nueva Intifada. El gobierno de Barak apoyó a Sharón argumentando que Arafat aprovechó este acontecimiento para iniciar una nueva ola de violencia contra Israel y así obtener más rédito en las negociaciones.

Estos nuevos disturbios fueron interpretados por amplios sectores de la sociedad como la prueba final del fracaso de Oslo. El péndulo ideológico y político en la sociedad israelí se inclinó rápida y dramáticamente hacia la derecha. El gobierno de izquierda de Barak fue el que tuvo que llevar a cabo la "ardua tarea" de poner orden y frenar las revueltas palestinas. El 29 de septiembre de 2000, un día después de la visita de Sharón al Monte del Templo, cinco palestinos murieron en enfrentamientos con Tzahal y al día siguiente once más fallecieron, incluyendo a Muhamad al-Dura de 11 años de edad, cuya muerte fue transmitida en vivo y en directo a todo el mundo mientras su padre lo escudaba con su cuerpo, causando un daño mediático casi irreparable a la imagen internacional israelí.

El hecho de que la izquierda israelí, liderada por Barak, tuviera que reprimir violentamente a los palestinos aseguró un éxito masivo al nuevo marco anti-palestino que tomaría la prensa. Estas acciones del gobierno de izquierda generaron un consenso con la derecha israelí, un consenso entre las elites políticas -similar a lo ocurrido en Estados Unidos en los primeros años de la Guerra de Vietnam- que llevó a la prensa a tomar una postura clara, poco crítica y no independiente.

La prensa no sólo reflejó los cambios en el ambiente político sino que sirvió como agente para intensificar los mismos y proveerles la estructura narrativa necesaria.

Las grandes dificultades de la prensa en apoyar el proceso de paz de Oslo -existentes también en la sociedad- se convirtieron lentamente en una "lucha mediática" contra los palestinos.

Básicamente se pudo percibir la agrupación de los diferentes actores del conflicto en dos grandes bandos determinados por la prensa israelí: los "buenos" y los "malos". En el caso de la Intifada, los reportes de la prensa israelí dejaron muy en claro a los espectadores locales quiénes eran los "buenos" y, como consecuencia, quedó aclarado quiénes eran los "malos". Pudimos observar cómo los medios de prensa categorizaron a las partes del conflicto en dos grandes grupos, "nosotros": quienes cuidamos la ley y el orden e intentamos defendernos de la amenaza externa, y "ellos": que no saben lo que es justo y nos desafían.

En el caso de "nosotros", el enfoque se centró fundamentalmente en la necesidad de responder a las amenazas del enemigo, justificar el uso de fuerza -excesivo en muchos casos- a fin de mantener el orden. Generalmente, el protagonista más fuerte del conflicto -"nosotros"- tiene interés de mantener el status quo a fin de cuidar sus propios intereses, nacionales e internacionales; por el contrario, el lado débil del conflicto -"ellos"- está interesado en invertir este orden y romper este status quo.

En el lado de "ellos" intentan romper esta situación de "injusticia" por medio de un desafío constante al "enemigo". Esta idea de injusticia posee dos grandes asunciones intrínsecas: 1) la injusticia basada en la falta de igualdad de poder de ambas partes, y 2) la existencia de una necesidad implícita, o en períodos de conflicto explicita, de rebelión o guerra a fin de terminar con la "injusticia".

Este tipo de reporte llevó a un cambio en el modo de informar de la prensa israelí, las noticias fueron invadidas por titulares violentos relacionados a los palestinos. Otro cambio fue un notable incremento en la cooperación entre los medios de prensa y los actores militares y políticos israelíes, sin dejar lugar para criticar a los mismos. El último cambio se pudo observar fundamentalmente en una cobertura etnocéntrica de la muerte: mientras que las bajas israelíes tenían extrema importancia, las muertes palestinas recibían poca atención y sólo eran números. Ninguna de estas rutinas es inusual, son características típicas que adoptan los medios de prensa en países que van a la guerra. Pero, si bien quizás como simples espectadores no podamos cambiarlas, el comprender cómo funcionan estos mecanismos puede llegar a aclararnos qué tipo información recibimos.

Prensa internacional: ¿controlarla o aprovecharla?

Si bien como pudimos observar la prensa israelí no ocupó un rol imparcial durante esta segunda Intifada, los reporteros palestinos tampoco actuaron según los leales principios de imparcialidad y profesionalismo enunciados con anterioridad. Ambas partes del conflicto fueron conscientes desde el comienzo que la lucha por las noticias y los titulares es tan importante como las batallas armadas en el terreno. Mientras que la discusión sobre la influencia de la prensa sobre este tipo de conflictos aún está abierta, está claro que las consideraciones de los medios de prensa tienen influencia sobre las estrategias de los actores del conflicto. Israelíes y palestinos son conscientes que desean llegar a la audiencia internacional y la mayor lucha se centra en quién será mediáticamente cubierto como agresor y quién como víctima.

La dependencia en la prensa internacional es particularmente fuerte en el lado palestino, por sus características como lado débil del conflicto, y es la prensa el arma con que cuentan para lograr que el mundo intervenga. El rol más poderoso de los medios de prensa en este tipo de conflictos es exactamente este, cuando se convierten en los portavoces que permiten a la parte débil enrolar apoyo de terceras partes ajenas al conflicto.

Por parte de Israel, el mayor objetivo es minimizar el daño que los medios internacionales puedan causarle. Las imágenes de palestinos muertos o heridos son una amenaza directa a las relaciones del estado judío con los Estados Unidos, Europa y el mundo árabe. Israel debe convencer al mundo de que los palestinos intentan por medio del terror conseguir lo que no obtuvieron en las mesas de negociaciones.

Esta preocupación de ambos lados del conflicto en lo que se transmite al mundo entero se refleja de diferentes maneras. Quizá la más macabra de todas sea la lucha por supremacía visual en la presentación y promoción del dolor y el sufrimiento. Esta segunda Intifida nos dio al menos dos claros ejemplos -uno de cada lado- del poder de las imágenes. El primero, ya enunciado anteriormente, fueron las dramáticas imágenes del niño palestino muerto en un tiroteo mientras su padre intentaba cubrirlo. La segunda fueron las escenas del sangriento linchamiento perpetrado a soldados israelíes por una turba en Ramallah. Cada una de estas escenas se convirtió en poderosos símbolos para ambas sociedades, símbolos usados por los líderes y los medios de prensa de ambos lados para demostrar la brutalidad del enemigo.

Podemos observar que los medios de prensa tienen un rol importante en el conflicto palestino israelí. Quizás el problema más importante sea la "sed" de violencia que tienen los medios a fin de captar la atención de sus espectadores. La prensa israelí relata la historia del terrorismo palestino y los palestinos relatan la historia del salvajismo militar israelí, mientras que la prensa internacional decide cada día en un juego independiente a qué lado le dará el derecho de mostrar las imágenes más sangrientas. Quizás este juego, cuyo principal premio son gigantes titulares de color rojo, alimente la creencia de que la violencia es la única forma de conseguir la atención de la comunidad internacional sobre una causa propia.

Israelíes y palestinos tienen muchos más motivos para odiarse los unos a los otros que simples titulares, pero el hecho de que la prensa ocupe un lugar tan central en este conflicto genera un importante impacto en los combatientes. Los gladiadores de hoy en día deben mantener un ojo en su enemigo y otro en su público.

Yasser Arafat

De terrorista a Premio Nobel

Para los palestinos fue “Abu Amar”, símbolo indiscutido de un largo conflicto nacional, el mitológico líder de la Kefiá (paño tradicional árabe) que casi concretizó las aspiraciones de un Estado Palestino. Para Israel -y gran parte del mundo occidental- fue un terrorista sin remedio que luchó toda su vida para “tirar a los judíos al mar”. Pero también fue el ingeniero de una de las más impresionantes transformaciones personales de la historia pasando de “terrorista” a líder mitológico que llegaría a obtener el Premio Nobel de la Paz, un premio que quizás no mereció.

Muhamad Raouf Arafat al Qudina al Hussieni nació en El Cairo en 1929 - aunque algunas versiones afirman que nació en Gaza-, en el seno de una familia de clase media palestina que residía en Egipto por motivos comerciales. A los 4 años, luego de la muerte de su madre, fue enviado a Jerusalem a vivir con sus tíos dentro de las murallas de la Ciudad Vieja, en una Jerusalem conflictiva bajo Mandato Británico -como consecuencia de la resolución de la Liga de las Naciones de 1918- y en constante disputa entre árabes y judíos por el control de los lugares santos. En 1937, tras el segundo matrimonio de su padre, el joven Yasser regresó a El Cairo, donde luego cursó sus estudios de Ingeniería Civil en la Universidad del Rey Fuad I (luego llamada Universidad de El Cairo) dentro de la cual comenzaría a activar políticamente.

Si bien en 1948, con la creación del Estado de Israel Arafat ya tenía 19 años y ya era un militante “pro-palestino”, no tomó parte de la guerra contra Israel declarada por la Liga Árabe -que se convertiría en la "Catástrofe” (al-Nakba) de los palestinos al ser derrotados por el recién fundado Estado judío-. En sus años de estudiante universitario se unió a la “Hermandad Musulmana” y en 1953, siendo presidente de la Unión de Estudiantes Palestinos en Egipto, escribió con su sangre “No olviden a Palestina” en una petición que presentó al General Neguid, líder militar de ese país. Al terminar sus estudios trabajó para el Ejército egipcio como ingeniero durante la Crisis del Canal de Suez en 1956, luego de la cual se fue a Kuwait, donde en 1958 fundó en conjunto con algunos exiliados palestinos la primera célula del movimiento “Fatah” (“Conquista” -o con sus iniciales leídas de atrás hacia adelante “Movimiento de Liberación Palestina- Harahkat al-Tahrir al Filistini, F-T-H). Desde ese momento comenzó a perfilarse como el líder de la resistencia palestina, comenzaron los ataques terroristas y en 1969 llegó a tener el cargo de Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina -OLP, organización que se había formado en 1964 con apoyo egipcio- reemplazando a Ahmad Shukeiri.

Formando la base institucional

A fines de los años '50 su organización empezó a perpetrar una serie de ataques a diferentes objetivos israelíes a fin de maximizar el miedo de la población judía en Israel. Los primeros esfuerzos fueron fallidos: un intento de explotar el canal de agua nacional y una vía férrea en 1965. A fines de los años '60 la OLP abrió su primera “sucursal” en Jordania y Arafat y su grupo descubrieron un método innovador para aterrorizar al mundo: el secuestro de aviones comerciales de pasajeros. De esta forma el 21 de febrero de 1970 la OLP en conjunto con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) secuestró el vuelo 330 de Swissair con destino Zurich-Tel Aviv, detonando una bomba nueve minutos luego del despegue y asesinando así a 47 personas. Seis meses después -el 6 de septiembre- intentaron realizar un cuádruple secuestro de aviones, los cuales fueron desviados a diferentes puntos de Europa y Medio Oriente. Sólo el 13 de septiembre, bajo presión internacional y con la intervención del ejército jordano del Rey Hussein, los rehenes fueron liberados, 20.000 palestinos murieron en el operativo jordano y la OLP fue expulsada de Jordania. Su nuevo destino sería el Líbano, un país con un gobierno central débil donde la organización de Arafat podía funcionar como un estado dentro del estado.

Tras reubicarse en el Líbano la OLP comenzó a preparar un nuevo ataque que sólo demoraría dos años en llegar, el 5 de septiembre de 1972, en medio de los Juegos Olímpicos de Munich, ocho miembros de la brigada “Septiembre Negro” de la OLP (así denominada en memoria a los acontecimientos de dos años antes) asesinó -tras fallidas negociaciones intermediadas por el gobierno alemán- a 11 miembros de la delegación olímpica israelí, algunos de los terroristas murieron en manos de las fuerzas de seguridad alemanas y, en respuesta a estas muertes de los terroristas, al mes siguiente la OLP secuestraría un avión de Lufthansa.

La lista de atentados y ataques continuó creciendo, siendo algunos de los más destacados: 1973, ejecución del embajador americano en Sudán entre otros; 1974, 4 muertos en Beit Shean; 1975, secuestros y asesinatos en el Hotel Savoy de Tel Aviv; 1978, masacre en un ómnibus Tel Aviv-Haifa, 21 muertos; 1982, ataques con misiles desde el sur del Líbano, 1985, secuestro del barco italiano Achille Lauro, etc. Muchos de los ataques fueron realizados por diferentes células terroristas pro-palestinas que no llevaban el nombre de la OLP pero que respondían a la misma, evitando Arafat de esta forma ser ligado por la comunidad internacional a estos ataques.

Durante sus años en Líbano Arafat gozó de una gran cobertura mediática que impulsó la causa palestina en Europa y América.

Tras la invasión israelí a Líbano en 1982 Arafat debió buscar una nueva sede de operaciones que encontraría en Túnez, desde donde organizó la primera Intifada de 1987-1991, por medio de la cual popularizó el conflicto, generando que la lucha de la OLP se convirtiera en la lucha personal de casi cada uno de los árabes que residían bajo mandato israelí.

Político de día, terrorista de noche

Dos momentos centrales determinaron que Arafat entrara al juego político internacional y combinara terrorismo con diplomacia, una nueva línea que lo llevaría a firmar acuerdos internacionales con Israel, y al mismo tiempo a continuar usando la única arma que conoció a fin de conseguir sus objetivos.
En 1974 Yasser Arafat consiguió su primer gran logro en la arena política internacional: el 13 de noviembre la OLP es recompensada con el rango de “observador” en las Naciones Unidas y se le da la oportunidad de exponer su lucha en la Asamblea General -a la cual sólo se le permitió entrar tras depositar su pistola personal bajo custodia de la seguridad de este organismo-. Un nuevo rumbo comenzó y Arafat intentó desligarse de los atentados terroristas. La mayoría fueron realizados por diferentes organizaciones ligadas a él, pero sin que la OLP se hiciera cargo.

En 1988 Arafat leyó públicamente una declaración de independencia del “Estado Palestino”, para luego condenar todo tipo de violencia, aceptando el derecho de Israel a existir y así sentando las bases que los Estados Unidos exigían para comenzar conversaciones de paz.

Como consecuencia de las negociaciones con Israel y la firma final de los acuerdos de Oslo en 1993 alcanzó la cima de su carrera política al obtener un Premio Nobel, nada más ni nada menos que el Premio Nobel de la Paz.

“L´etat, c´est moi”: El Estado soy Yo

Muchos de los líderes de las naciones “liberadas” en la segunda mitad del siglo XX, como Mao Tse-Tung en China, Sukarno en Indonesia, Robert Mugabe en Zimbabwe, Mohamad Khadafi en Libia y Gamal Abdel Nasser en Egipto, han comprobado ser fieles seguidores de la escuela política de Luis XIV, quien se creía el estado mismo y cuya crueldad no tuvo límites.

Arafat fue parte de esta generación de líderes, una invención propia, propia de sus delirios de liderazgo supremo.

En su tipo de accionar podemos distinguir una dicotomía entre medios y fines. Los medios fueron la violencia, los asesinatos, los secuestros, las matanzas masivas. Arafat convirtió su terror en un brillante instrumento político, su terror fue el camino para obtener reconocimiento internacional y respeto. Sin duda la ambigüedad se convirtió en su arma más importante.

Arafat se veía a si mismo como un anti-imperialista revolucionario al estilo de Ho Chi Mihn, Mao o Castro. Al igual que para ellos, su moto fue “revolución hasta la victoria”. Victoria total, una victoria que implica la creación de un estado sobre un territorio en disputa, una disputa que puede mantener este conflicto por generaciones, hasta que ambas partes noten que la búsqueda de la victoria total solo fortalece la revolución y las matanzas.

A lo largo de su carrera “política” la importancia de Yasser Arafat muchas veces no consistió en lo que él era, sino en lo que él representaba: el pueblo palestino. Quizás al igual que De Gaulle en Francia, Arafat fue el creador y arquitecto del movimiento nacional palestino a mediados de los años '60 y lo dirigió por 40 años.

El mundo occidental nunca se sintió completamente “cómodo” con él, y él nunca se sintió “cómodo” con el mundo libre. Manejar la paz le fue mas difícil que conducir una guerra. Los fallidos acuerdos de Oslo, la oportunidad desperdiciada en Camp David, su romantización de la violencia, la negación de Israel, y el adoctrinamiento de una nueva generación de intolerancia y odio, no serán olvidados rápidamente. Quizás generaciones y líderes que sean una antítesis del mismo Arafat sean necesarios para borrar esta parte cruel de su legado, un legado mixto: por un lado pudo haberse convertido en el líder de un nuevo estado árabe, dejar de lado la lucha y dedicarse a la construcción de una verdadera patria para su pueblo. Pero, al mismo tiempo, hubiera tenido que enfrentar a ese pueblo con las limitaciones del nuevo estado, con una Jerusalem dividida, problemas económicos y demográficos y la destrucción de los mitos que él mismo creó. La alternativa de ser un guerrero revolucionario constante y la popularidad que esto implica, sin dudas fueron una gran tentación. Su gran debilidad fue la incapacidad de dejar de lado la violencia como medio.

Arafat siempre buscó la gloria y la victoria completa por lo que retornó al nihilismo de la lucha armada dándoles gran énfasis al léxico y a la imaginación del Islam; la Intifada de “Al Aksa” comenzó en el año 2000 y desde entonces miles de israelíes y palestinos murieron.

La capacidad de Arafat de organización, manipulación, engaño y proyección de su persona como un icono del pueblo palestino asegurará que su gente no sea olvidada. Arafat fue el gran semiólogo de Oriente Medio, su creación suprema fue su persona y su estatus de “padre del Pueblo Palestino. Sus presentaciones públicas -la barba, su pistola, su kefiá doblada, según él lo explicaba, "en la forma de palestina"- fueron únicas y fortalecieron la creación de su mitológica persona, una persona que vivió y murió como un mito, una muerte con todos los componentes de las mejores telenovelas: rodeada de misterios, acusaciones, enfermedades, dinero, lucha por el poder y odio. Pero a pesar de su oscuro pasado el hombre que más judíos asesinó desde Hitler falleció como un “héroe” internacional acompañado por líderes de países occidentales y árabes -quienes más de una vez intentaron eliminarlo en el pasado- y con las banderas de la ONU a media asta.

Al igual que Mandela, Arafat es llamado el padre de su nación pero, a diferencia de él, falló en brindarle a su pueblo un Estado. Quizás por esta razón será por muchos de nosotros recordado simplemente como un terrorista, y no como un gran estadista.