martes, agosto 30, 2005

De príncipes a ciudadanos


La parte más dramática de la “Desconexión Unilateral” ha pasado, las duras imágenes temidas por algunos políticos, y ansiadas por otros, ya son parte de los archivos de la historia.

La violenta oposición naranja al plan de Sharón es preocupante, fundamentalmente, desde el punto de vista democrático.
El inmediato resultado del Plan de Desconexión de Ariel Sharón es el dramático cambio de estatus de los tan protegidos colonos judíos, colonos que gracias al apoyo de los gobiernos de derecha y de izquierda han estado -durante los últimos casi 40 años- viviendo como reyes en territorios ocupados ilegalmente por el Estado de Israel.
Algunos de estos colonos, que ya se auto denominan “refugiados de Gaza”, sin duda han confundido una serie importante de valores durante estos años de ocupación.
El cambio será drástico, aquellos que fueron desalojados deberán adaptarse finalmente a una vida civil dentro de un Estado sionista y democrático -dos conceptos que no se oponen sino que se complementan-, deberán comenzar a pagar sus impuestos y cumplir con las mismas obligaciones de los ciudadanos de todas las ciudades que se encuentran dentro de los límites del ´67. Vivirán bajo la seguridad que brinda un sistema democrático en lugar de tener miles de soldados arriesgando sus vidas para protegerlos día y noche.
Fácil no es, por eso algunos de estos príncipes anaranjados elegirán seguir viviendo en el Reino de Israel en lugar del Estado de Israel y optarán por radicarse en Judea y Samaria en alguna colonia ilegal ya existente. Quizá sea una forma de alargar el final que, esperemos, haya comenzado con Gaza y concluya con la Paz en el Medio Oriente.
Interrogantes
Muchas son las dudas que plantea esta parcial salida de los territorios. Las diferentes ideologías políticas la explican como un premio al terror palestino o una decisión inteligente para asegurar la mayoría judía en el Estado de Israel.
Hace 30 años Moshé Dayán planteó que Israel tendría solo dos opciones para mantener Gaza y Cisjordania: la primera sería anexar los territorios y hacer ciudadanos al millón de palestinos que vivían en ellos cometiendo, prácticamente, un suicidio demográfico. Y la segunda sería imponer un gobierno militar sobre estos territorios al estilo del Apartheid Sudafricano. Esta opción destruiría la imagen del Estado judío ante el mundo y posteriormente la naturaleza democrática del país.
Lamentablemente sabemos cómo se dio la historia, por lo tanto, fuera de las especulaciones estratégicas y el hecho de tener que oprimir diariamente a un millón y medio de personas para que solo 8.000 vivan como reyes, a costa de los impuestos de otros 6 millones de ciudadanos israelíes, sin duda alguna la decisión de salir de Gaza -por más dolorosa que sea- es un gran triunfo para los valores democráticos de Israel y fortalece los conceptos de justicia e igualdad, no sólo con los palestinos, sino también con el resto de los ciudadanos israelíes.
En el mundo del revés
No debemos olvidarnos que aún existen muchos lugares dentro de Israel donde aplicar el concepto de colonización sionista en su más pura expresión. No lejos de Gaza, como en Netivot, Ofakim, Arad y Dimona viven ciudadanos que -simplemente- fueron abandonados en el desierto por los diferentes gobiernos para cumplir el verdadero sueño de Ben Gurión. En estas y otras ciudades hay personas con no menos ideales que los colonos, personas que no recibieron nada del Estado. No tierras, no descuentos impositivos, no empleados extranjeros, no concesiones. Ante ellos es ante quienes deberían avergonzarse los sucesivos gobiernos y no ante quienes fueron por décadas, los Príncipes de Gaza. Pero así es el reino del revés