jueves, marzo 30, 2006

Elecciones 2006: Crónica de un resultado anunciado

Los resultados de las últimas elecciones representan la decisión de los israelíes de poner fin al conflicto con los palestinos y ocuparse de sus asuntos domésticos, en especial los socio-económicos.

Las últimas elecciones para la Knesset fueron, al igual que el proceso que sufrió el mapa político israelí en los meses previos a las mismas, claramente atípicas. Una serie de eventos completamente inesperados, como la victoria de Amir Peretz en las internas de Avodá, la creación de Kadima, la posterior enfermedad de Sharón y el poco interés de la altamente politizada ciudadanía israelí en estos comicios fueron elementos determinantes en el resultado de las mismas.

Varios factores preocupantes pueden ser vistos a través de los votos, factores que nos demuestran diferentes fenómenos que están ocurriendo dentro de la sociedad israelí, una sociedad que cambió su forma de votar, que dijo no a los tradicionales partidos políticos israelíes y al diálogo con los palestinos, una sociedad que se preocupa por la situación económica del país por primera vez en 30 años. ¿Estaremos frente a un nuevo tipo de juego político en Israel? Quizás sí, aunque lamentablemente sólo dos tercios del país estén interesados en este juego.

Con grandes perdedores pero sin grandes ganadores, las elecciones del 2006 básicamente reflejaron la falta de lealtad de los votantes a sus partidos tradicionales. Las razones pueden ser varias: quizás la ausencia de los líderes mitológicos, o la fractura del Likud que llevó a la creación de Kadima y alejó a Sharón de su partido, el controversial cambio dentro de Avodá, que llevó a Simón Peres a abandonar su agrupación y por primera vez colocó a un líder sefardí a la cabeza de este partido, y la salida de Iosef Lapid de Shinui del centro del mapa político israelí. Todo ello sin duda dejó a muchos de los votantes sin un techo ideológico, a la deriva entre diferentes propuestas, la mayoría de ellas no muy claras ni realistas, propuestas que llevaron a que sólo un 62% de la población se tomara el trabajo de ir a ejercer el derecho civil y expresar su opinión. Democracia en crisis, falta de ideologías y compromiso, decepción y falta de interés, son algunas de las conclusiones que podemos obtener luego de estas elecciones.

Kadima: mucho ruido y pocas nueces

Las encuestas previas a las elecciones mostraban a Kadima como el indiscutido ganador por amplia mayoría. Kadima ganó, pero solamente obtuvo 28 lugares en la Knesset, un número que indudablemente debe de haber decepcionado a los miembros del partido, quienes deberán hacer grandes concesiones a sus futuros socios políticos a fin de lograr una coalición gubernamental estable.

Ehud Olmert puede considerar estas elecciones como una gran victoria, una victoria personal. Este político prácticamente desconocido en la comunidad internacional, que en las elecciones pasadas entrara a la Knesset en el lugar 33 del Likud, muy abajo en la lista, nunca podría haberse imaginado ni siquiera en sus más ambiciosas fantasías que tres años más tarde tendría la responsabilidad de formar la próxima coalición gubernamental y ser el Primer Ministro del Estado de Israel. Olmert es un político discutido dentro de la sociedad Israelí, con un pasado que genera muchas opiniones contradictorias en la ciudadanía, principalmente entre los habitantes de Jerusalén, de la que fue por varios años intendente. Ahora se encuentra a la cabeza del partido más grande de Israel gracias a la inestabilidad política que reina en Medio Oriente y a las casualidades del destino.

Olmert es también el primero en la lista de una agrupación nueva, pero que reúne a muchos políticos de diferentes partidos tradicionales. Algunos de ellos se destacan por su pasado corrupto pero, al parecer, en Israel versión 2006 este tipo de pasado no imposibilita ser miembro de la Knesset. Otros se caracterizan por su inexperiencia y algunos pocos por sus habilidades para gobernar.

Kadima se encuentra frente al desafío de cumplir el ambicioso plan de Ariel Sharón: salida parcial de los territorios y delimitación de los límites definitivos del Estado de Israel. Todo esto será realizado hasta el año 2010, gracias a una palabra que llevó a este grupo de políticos a la victoria: unilateralidad.

Kadima y el fin del proceso de paz

Unilateralidad es la clave de este nuevo partido. Se terminó la era de las negociaciones, las mesas de diálogo, la cooperación y la búsqueda de dos estados para dos pueblos. Ariel Sharón fijó de modo claro, por medio de la salida de Gaza, nuevas reglas de juego para la región. No más conversaciones, Israel decidirá lo que es bueno para Israel y actuará de acuerdo a estas consideraciones. Lamentablemente, lo que es bueno para Israel en general no es bueno para los palestinos. Este juego dialéctico nos lleva la mayoría de las veces, con el correr de los años, a darnos cuenta de que lo que no es bueno para los palestinos al fin de cuentas tampoco es bueno para Israel.

Kadima planteó un mensaje que el público israelí finalmente aceptó. Debido a sus orígenes de derecha, logró introducir en la conciencia de la mayoría de la población un paradigma que la izquierda israelí hace años que viene planteando: la contradicción entre los intereses geográficos y los intereses demográficos del Estado judío. Dado que el proyecto de Estado judío que incluye a los asentamientos depende de la ocupación de territorios donde la gran mayoría de los habitantes son palestinos, la mayoría de la población judía en el Estado de Israel se ve claramente comprometida, así como también lo están las características democráticas del Estado. Pues ello lo convierte en un estado colonialista, opresor, y donde los derechos humanos son violados sistemáticamente en nombre de esta sangrienta visión del Gran Israel. En pocas palabras, el hecho de que la mayoría de la gente que habita entre el Mediterráneo y el Río Jordán sean dentro de pocos años no judíos, en definitiva imposibilita la existencia de un Estado judío democrático que domine todos estos territorios.

La idea planteada por Olmert de retiradas unilaterales, junto con la barrera de separación alterará drásticamente el mapa demográfico de la región, pero no solucionará el conflicto con los palestinos. Hamás ya declaró que no aceptará retiradas unilaterales de Israel, pero bueno si se trata de unilateralidad ¿por que debe escuchar Israel a Hamas? Demográficamente la barrera rodeará 48 asentamientos internacionalmente considerados ilegales y contendrá a 171.000 colonos dentro de los nuevos límites de Israel. De esta forma el gobierno evitaría evacuar al 87% de los colonos que habitan en territorios ocupados, obteniendo así una clara mayoría demográfica dentro de sus nuevas fronteras unilaterales y debiendo buscar solución sólo para 52.000 colonos que habría que evacuar.

Desde el punto de vista estratégico, lo más preocupante para un futuro proceso de paz es que el trayecto de esta barrera dejará dividido a los territorios bajo mandato palestino en 5 áreas (incluyendo la Franja de Gaza), áreas prácticamente aisladas unas de otras que imposibilitarán la creación de un estado palestino.

Quizás aquí reside la grandiosidad del plan que el mismo Sharón dibujó. Es poco factible que este dato no haya sido tomado en cuenta por los arquitectos del mismo, y nuevamente debemos recordar que ya hemos experimentado que lo que no es bueno para los palestinos tampoco lo es para nosotros.

En realidad, este plan de Desconexión es paradójicamente un retroceso para el proceso de paz. Por un lado, Kadima ha logrado convencer a los votantes de que puede eliminar el “problema palestino” colocándolos detrás de una pared. Sin embargo, al mismo tiempo, abandona todo tipo de diálogo y negociación, dando fin a una era que comenzara a principios de los años '90. Kadima puede desear moverse hacia delante, pero ciertamente este tipo de política llevará a Israel hacia atrás.

El poder de los pobres

Una de las características centrales de estas elecciones fue la importancia que adquirieron en ellas los temas sociales. Varios resultados centrales demostraron la importancia que tuvo la deteriorada situación social del país para los electores en el momento de emitir sus votos.

El sorpresivo resultado obtenido por Guil (siglas de Jubilados de Israel a la Knesset), el partido de los jubilados, y el relativamente buen resultado que logró Avodá, demuestran que la agenda social fue central en estas elecciones.
Como hemos, dicho la primera gran sorpresa fue el apoyo que obtuvo el partido de los jubilados, que por primera vez contará con bancas en la Knesset. Su líder no cumple con el modelo de jubilado que tenemos en nuestras mentes. Rafi Eitán, en efecto, es un ex líder del Mossad y del Shin Bet, estuvo encargado del secuestro de Adolf Eichmann en los '60, ha sido un exitoso hombre de negocios, goza de una pensión de 4.000 dólares mensuales, y tiene prohibido el ingreso a los Estados Unidos debido a sus actividades pasadas. Ahora, se ha rodeado de un grupo de jubilados, algunos de los cuales también cuentan con un pasado exitoso, a fin de mejorar los derechos de la gente de la tercera edad en Israel. Desde el punto de vista teórico, este es un claro ejemplo de un partido que se interesa en un solo tema central, y no intenta dar soluciones a todos los problemas del país como los partidos grandes.

El logro de Avodá, que centralizó su campaña en cuestiones sociales y no alrededor del conflicto palestino israelí, dejaron en claro que la ciudadanía desea un país donde las clases económicamente menos favorecidas estén contenidas bajo la protección del estado benefactor. Ello fue acompañado por el rotundo fracaso de Likud, liderado por Biniamin Netanyahu, principal responsable de los duros recortes sociales realizados en la era Sharón.

Gran parte de los votantes de Likud saldaron la deuda que tenían con el líder que les produjo enormes quitas de dinero de subsidios y ayuda gubernamental, llevando a este partido a su mayor fracaso en la historia. El Likud perdió así su rol como líder de la derecha israelí. Esa batuta ha quedado en manos ahora de Avigdor Lieberman, líder de Israel Beiteinu.

Una costosa coalición

Los 28 puestos en la Knesset logrados por Kadima se encuentran bastante por debajo de las expectativas de sus gestores. Si bien podrá formar una coalición gubernamental con partidos que le permitan llevar a cabo, o al menos intentar, su plan de desconexión, el precio que deberá pagar para obtener socios será extremadamente alto, quizás demasiado alto para una economía que recién está saliendo de un duro período de recesión.

Los socios potenciales de Kadima serían justamente aquellos partidos políticos que durante la campaña presentaron una fuerte plataforma social: Avodá, Guil (el partido de los jubilados) y Shas (partido religioso sefaradí).

Avodá está interesado en conseguir logros económicos para las clases más afectadas del país. La campaña de Amir Peretz se basó en promover la poco factible idea de elevar el salario mínimo a mil dólares, una suma que daría un duro golpe a las arcas del estado y a los pequeños y medianos empleadores del sector privado. Es de suponer que Olmert deberá realizar otro tipo de concesiones económicas a este partido.

En cuanto a Guil, para tener éxito, al menos parcialmente, durante el próximo período legislativo, Olmert también deberá destinar fondos a este sector de la población israelí que tan mal e injustamente ha sido tratado por los sucesivos gobiernos del país.

Shas, lamentablemente, también se ha caracterizado por la profunda corrupción de algunos de sus miembros. Ahora tendrá una nueva oportunidad de encontrarse dentro de una coalición. La formula es muy simple: enormes sumas de dinero para sus Ieshivot comprarán el apoyo de este partido para cualquier resolución que quien pague desee aprobar. ¿Será posible afrontar todos estos gastos y mantener una economía estable? ¿Podrá Israel continuar con la costosa construcción de la valla e indemnizar a aquellos colonos que desaloje mientras mantenga una economía con tintes socialistas? Estos problemas deberán ser tenidos seriamente en cuenta por Olmert antes de elegir a sus socios. Quizás comprando el apoyo de estos partidos pueda llevar a cabo su plan político.

Avodá modelo 2006

Amir Peretz, quien en las pasadas elecciones fuera líder de un marginado partido que sólo logró obtener tres mandatos para la Knesset, logró esta vez vencer al mitológico segundo de la política israelí: Shimón Peres. Esta victoria generó un rotundo cambio en la línea del Laborismo (Avodá) que, como está dicho, focalizó su campaña en los temas sociales que preocupan a la sociedad israelí, y ya no en el conflicto con nuestros vecinos. Quizás la mayor sorpresa para los miembros de esta agrupación tradicionalmente ashkenazi fue encontrarse con un líder de ascendencia oriental. Este factor, lamentablemente, pudo haber influenciado en que algunos votantes tradicionales de Avodá abandonaran este partido.

Avodá entrará en una coalición con Kadima básicamente con un interés muy claro: mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos. Sin embargo, no menos importante sería que este partido adquiera un rol de vigilante de la paz. Como hemos observado, Kadima aboga por pasos unilaterales. Por eso, quizás la importancia suprema de la participación de Avodá en la coalición gubernamental resida en ser el que constantemente le recuerde a Ehud Olmert que los problemas deben ser solucionados y no escondidos detrás de una gran pared de hormigón.

Avodá y principalmente su actual e inexperto líder populista deben recordar que Itzjak Rabin y Shimón Peres han sido sus grandes líderes en las últimas décadas y que éstos buscaron la solución del conflicto por medio del diálogo con nuestros enemigos. Si bien es mejor salir de los territorios, incluso unilateralmente, antes que dominarlos violando los derechos de las personas que los habitan, Avodá es responsable de recordarle constantemente a Olmert que el camino hacia la paz es aspirar a la solución definitiva del conflicto.

El martes, la mayoría de los israelíes que desearon ejercer su derecho civil decidieron finalmente que Israel debe terminar con la ocupación de los territorios. Los motivos son muchos y muy diferentes, probablemente la mayoría de los votantes no se vieron inspirados en las premisas humanistas de la izquierda sino más bien en las duras lecciones que les dio la realidad: la violencia en los territorios ocupados, el terror, el aislamiento internacional y el problema demográfico del país. Estas elecciones reflejan las opiniones de un pueblo que está cambiando paulatinamente sus prioridades: preocupaciones económicas y materialistas, en lugar de delirios imperialistas; de militancia a pragmatismo; de nacionalismo egoísta a interdependencia. Ehud Olmert se convirtió en el nuevo premier israelí debido a estos cambios. Quizás tenga éxito en manejar y contener el conflicto palestino israelí, pero debe aspirar a conseguir la paz. Sin ella, el Estado judío habrá fracasado en obtener uno de sus mas ambiciosos objetivos.

lunes, marzo 20, 2006

Elecciones generales en Israel: ¡Kadima! Pero... ¿hacia dónde?

Nuevas elecciones, y el partido que encabeza las encuestas de intención de voto es Kadima, un partido que configura un nuevo paradigma en cómo Israel ha de manejar el conflicto con los palestinos.

El próximo 28 de marzo los ciudadanos israelíes nuevamente deberán presentarse en las urnas para intentar decidir el rumbo que tomará el país, un país donde las sorpresas, sustos y emociones son parte de la vida cotidiana, un país con un nuevo escenario político, donde Kadima es el favorito según las encuestas. Sin embargo, pocos parecen comprender lo que este grupo de políticos, que aparentemente tienen muy poco en común, propone. La mejor forma de poder intentar explicar lo que ellos no explican es comenzar con un poco de historia.

Ideologías: pasado, presente y ¿futuro?

¡Izquierda y derecha eran las de antes!

Analizando los jóvenes 57 años del Estado de Israel podemos observar que básicamente siempre hubo dos grandes bloques ideológicos en la política israelí, uno de izquierda y otro de derecha. Con el correr de los años el significado que tomaron estos términos cambió drásticamente a la par del conflicto árabe-israelí, perdiendo sus características originales.

Desde antes de la creación del Estado de Israel ya existían las divisiones dentro de mundo político sionista entre derecha e izquierda. La izquierda estaba representada en un principio por Mapai, fundado en 1930 como una facción del Partido Sionista Socialista Ruso Poalei Tzión. Este partido se convirtió en la facción política sionista dominante bajo la conducción de David Ben-Gurión. La ideología de este partido era netamente socialista, proponiendo una economía socialista que favoreciera la creación de un país social-demócrata, kibbutzim económicamente fuertes en los cuales se basara la economía del joven estado. Dentro este modelo socialista planteado por Ben-Gurión se fundaron las características benefactoras del estado, uniones de trabajadores muy poderosas y una economía altamente centralizada donde las grandes empresas se encontraban directamente bajo el monopolio gubernamental.

Por el lado de la derecha, sus raíces se encuentran en el Movimiento Revisionista de Zeev Javotinsky que se convirtiera en los primeros años del Estado en Jerut y fuera la principal fuerza opositora de Mapai. Desde sus comienzos Jerut planteaba una economía más abierta que la propuesta por Mapai con característica liberal y menos centralizada, dentro de lo que la necesidad de crear un nuevo estado permitiera.

Los conflictos con los países árabes vecinos y posteriormente con los palestinos residentes en los territorios ocupados fueron determinando las características e ideologías que tendrían los diferentes partidos políticos en Israel. Con el correr de los años podemos observar una polarización entre las diferentes posiciones ideológicas, derecha e izquierda que se alejaron de las bases económicas que las dividían para focalizar sus diferencias en las diferentes posiciones en lo referente al conflicto palestino israelí.

La Guerra de los Seis días y la crisis de las ideologías tradicionales

Las diferencias se acentuaron fundamentalmente a partir de la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando el joven estado judío amplió notablemente su territorio. Izquierda y derecha tomaron un nuevo significado, muy lejano al original e internacionalmente aceptado que se le da a estos términos en la política, generalmente netamente relacionado con conceptos e ideologías económicas.

Cada corriente política se ubicó en el mapa ideológico israelí de acuerdo a su visión particular de sionismo y la relación de este término con los territorios ocupados. Las diferentes corrientes están a su vez divididas en partidos políticos que fluctúan entre derecha e izquierda, muchas veces antagónicamente. Los tamaños de las diferentes corrientes ideológicas a lo largo de la historia israelí han sido inestables, sus influencias, cantidades de adeptos y tipos de relaciones con otros sectores políticos han variado constantemente, pero nunca dejaron de existir.

A partir de 1967 los diferentes partidos políticos focalizaron sus diferencias alrededor del conflicto palestino-israelí. Mientras que la izquierda israelí a grandes rasgos estaba dispuesta a efectuar concesiones territoriales a cambio de paz, la derecha proponía el fortalecimiento del estado judío en las áreas ocupadas en la Guerra de los Seis Días. El objetivo de los territorios tomaba diferentes características para los diferentes sectores políticos: mientras que para algunos podrían llegar a ser la clave de un futuro proceso de paz, para otros serían parte inseparable de Israel.

Luego de la Guerra de los Seis Días los diferentes polos político-ideológicos se vieron obligados a tomar una posición en lo que respecta al futuro de los territorios ocupados. La ambivalencia en los tipos de actitud israelíes hacia la población de los territorios ocupados y posteriormente en las negociaciones de paz con los árabes reflejó en muchos casos las diferentes posiciones de los partidos políticos y sus conflictos ideológicos internos.

Con el correr de las décadas estas diferencias entre los diferentes polos ideológicos partidarios israelíes continuaron creciendo, los métodos que intentaron los sucesivos gobiernos de Israel para enfrentar o evitar el creciente problema de los territorios ocupados fueron variando, pero cómo tratar el conflicto continúa siendo la gran pregunta.

Los '90 y el conflicto

Básicamente en los últimos años las respuestas de la izquierda y la derecha fueron opuestas. Los diferentes gobiernos de izquierda a partir de los acuerdos de Oslo proponen un cambio de territorios por paz, negociación casi sin condicionamientos previos. Las negociaciones de Madrid y luego Oslo fueron los primeros pasos hacia una resolución bilateral y pacífica del conflicto. En los Acuerdos de Oslo la izquierda propuso realizar concesiones territoriales. La máxima expresión de esta posible generosidad territorial de la izquierda israelí quedó asentada en los anales de la historia en las fracasadas negociaciones de Camp David en el año 2000 cuando, durante trece días de julio, Ehud Barak ofreciera la solución total del conflicto a cambio de una generosa entrega territorial. El acuerdo no se concretó, y en septiembre del mismo año la sangrienta segunda intifada comenzó.

Por el lado de la derecha israelí la desconfianza ha sido la clave en el momento de sentarse a una mesa de negociaciones y una actitud basada en que, ante la duda, más vale atacar que defender. Mientras la izquierda intentó negociar a fin de obtener el cese de las hostilidades y el terror palestino, la derecha, generalmente, prefirió el camino de la fuerza y el miedo, represión, censura, estados de sitio, cese de las negociaciones, ataques e incursiones militares, destrucción de viviendas. En los últimos cuatro años, también, el exitoso intento de destruir la Autonomía Palestina, su infraestructura y su economía, llevando a cientos de miles de personas, habitantes en los territorios a vivir diariamente en un infierno sin precedentes. La intención fue que, de esta manera, se generara una presión interna desde la calle palestina que llevaría al fin del terrorismo.

Como pudimos observar, ambas tácticas completamente opuestas en su naturaleza generaron prácticamente los mismos resultados, las fallidas negociaciones de Camp David en el año 2000 se vieron seguidas por la Segunda Intifada y un nuevo fracaso para la izquierda pacifista israelí. Luego llegó el turno de Likud: Israel sacó a relucir su capacidad persuasiva militar, ningún método, por más extremo que fuera fue dejado de lado: destrucción de viviendas, asesinatos selectivos, castigos colectivos, cierre de territorios, construcción de muros y barreras y arrestos masivos. Los resultados de estas medidas agresivas son bastante contradictorios: por un lado disminuyó el terrorsimo, pero no por convicción sino por que Israel eliminó gran parte de la infraestructura terrorista. Pero, por otro lado, Hamás llegó al gobierno por medio de una contundente victoria que pone en duda el deseo de paz de sus votantes.

El fracaso de la izquierda israelí en poner fin al conflicto por medio de las conversaciones y negociaciones quedo comprobado en el año 2000 con la negativa palestina a firmar un acuerdo final en Camp David y el comienzo de una nueva Intifada. Por el lado de la derecha, la política agresiva de Ariel Sharón durante la Intifada de Al Aqsa y el intento de liquidarla por medio de la aplicación de una política de mano dura sin precedentes, también ha demostrado ser un fracaso.

Como podemos observar, ninguna de las dos tácticas obtuvo los resultados esperados y el conflicto no sólo está lejos de culminar sino que su intensidad se acrecienta. Ni la derecha ni la izquierda hoy en día están en condiciones de ofrecer a los votantes una solución clara… ¿Será que el conflicto no se puede solucionar?

Kadima: la solución de no solucionar

En este momento crítico del conflicto árabe-israelí donde, como hemos observado, los partidos políticos tradicionales de derecha e izquierda agotaron completamente sus recursos, surge un nuevo partido: Kadima. La invención de Sharón tiene muchos adeptos, la mayoría de los cuales no saben qué propone realmente este partido, que se caracteriza por dar asilo político a líderes de diferentes corrientes ideológicas.

Kadima surge en gran parte como resultado de las fuertes divisiones internas existentes dentro de Likud y fundamentalmente como consecuencia de la Desconexión unilateral de Gaza ideada y llevada a cabo por Ariel Sharón.

No hay mejor forma de descifrar lo que propone este partido que analizando la primera gran medida que tomaron sus líderes aún antes de ser un partido: la Desconexión.

La gran pregunta es: ¿qué buscaba Sharón con la Desconexión de Gaza? Quien suponga que la misma se realizó a fin de obtener un avance en las negociaciones con los palestinos, como fuera expresado por Sharón, quien argumentó que así avanzaría la Hoja de Ruta, está rotundamente equivocado. La clave de la salida israelí fue su unilateralidad: si realmente Sharón hubiera deseado hacer progresar el proceso de paz casi inexistente con los palestinos habría al menos intentado coordinar la salida de Gaza con el gobierno palestino en lugar de evitarlo, debilitándolo al punto de que éste perdiera las elecciones a manos del peor enemigo de Israel: Hamas.

La Desconexión unilateral de Gaza y la construcción de la “valla de seguridad” que en realidad traza a piacere los límites que Israel desea, simbolizan el cambio completo de estrategia que plantea Kadima frente al conflicto palestino-israelí.

Si nos ponemos a analizar las propuestas de Kadima, éstas son muy poco claras y a veces contradictorias, básicamente lo que propone este partido es la continuación de retiradas de fuerzas israelíes unilaterales en caso de ser necesario y el trazado de los límites del Estado Judío. Kadima no especifica en ningún momento que estas resoluciones se tomarán en conjunto con la Autonomía Palestina. En otras palabras, el conflicto palestino-israelí no será resuelto sino administrado.

No todos los conflictos tienen solución

Nada mejor que observar nuestros problemas de la vida cotidiana para llegar a la conclusión que lamentablemente no todos los problemas tienen solución. ¿Por que habría de ser solucionable el conflicto palestino-israelí?, un conflicto histórico que posee los factores más problemáticos que puede tener cualquier conflicto: religión, nacionalismo, territorios, agua, refugiados y terror son sólo algunos de los más destacados.

Como hemos analizado en los párrafos anteriores, las dos soluciones que proponían los diferentes polos ideológicos israelíes no obtuvieron resultados favorables, el intento de solucionar el conflicto mediante generosas concesiones -generosas al menos desde la perspectiva israelí- no fue suficiente; el uso brutal de la fuerza, represión y para algunos terrorismo de estado, tampoco pudo aplacar la violencia.

Sólo queda entonces una tercera opción: vivir con el conflicto de la mejor manera posible, o al menos de la manera menos dolorosa. Las propuestas de Kadima se centran básicamente en esta premisa, no solucionar sino administrar, una táctica aplicada en las relaciones internacionales conocida como “conflict managment”. La salida de Gaza sólo intenta facilitar la defensa de las fronteras israelíes y sobre todo la seguridad de los 7.500 colonos que vivían, en un territorio inútilmente ocupado, entre más de un millón de palestinos a los cuales Tzahal humillaba diariamente. Esta fue la única forma de defender esos asentamientos tan costosos para la economía y las fuerzas israelíes. Esta retirada fue la segunda medida, tras el comienzo de la construcción de la cerca o valla, que indica la nueva política que tomó el gobierno israelí: el conflicto no tiene solución, al menos por ahora, por lo que hay que sobrellevarlo, evitando daños inmediatos para Israel.

Kadima propone la opción de decir “No”. En otras palabras, Kadima descarta prácticamente a la Autonomía Palestina como posible interlocutor para negociaciones de paz, lo que significa que Israel decidirá por si solo cómo actuar a fin de contener y manejar este conflicto. Contener y administrar, no solucionar.

Esta postura, mediante la cual no hay negociaciones sino autodeterminación ubican a Kadima muy lejos de la izquierda israelí y más cerca de la derecha de la cual viene Ariel Sharón y la mayoría de los miembros de esta nueva facción. En definitiva, tomando decisiones por cuenta propia y sin negociaciones, es de suponer que las concesiones que Israel realice a los palestinos como parte de esta estrategia de administrar el conflicto serán mucho menores a aquellas concesiones que debería realizar en una mesa de negociaciones, sin importar qué tipo de gobierno se sentara a la misma. La retirada de Israel de algunos enclaves de Cisjordania y de la Franja de Gaza, hubieran sido muy probablemente inevitables en un verdadero proceso de paz. Decidir por sí solos de dónde, cuándo y cómo salir, sin consultar a nadie, indudablemente es una posición un tanto conservadora en lo que respecta al conflicto, bastante lejana a la voluntad de los movimientos pacifistas.

Kadima propone una nueva forma de enfrentar el conflicto, no intentando solucionarlo sino aministrándolo. Esta táctica es aplicada en muchos conflictos actuales: Irlanda del Norte, Cataluña, Chechenia, Sudán, Ruanda, India, etc. Quizás el intento de solucionarlos sea aún mas doloroso que el precio a pagar por contenerlo y manejarlo; quizás algún día las dirigencias políticas y los pueblos sean capaces de resolver y no tan sólo intentar contener. Nunca debemos olvidar que para llegar a un exitoso acuerdo de paz hacen falta al menos dos firmas. Esperemos que quien gobierne el país en los próximos años no cierre las puertas a las negociaciones.

lunes, marzo 13, 2006

¿Por qué ganó Hamas?

La victoria de Hamas en las elecciones legislativas de la Autonomía Palestina realizadas el 25 de Enero pasado seguramente cambiará el panorama político de la región. A fin de entender que puede llegar a ocurrir en Israel y los territorios palestinos es importante comprender a que se debe el triunfo de esta organización terrorista.

¿Qué es Hamas?

Hamas fue fundado al comienzo de la primer Intifada – en Diciembre de 1987. Su líder fundador, el ya difunto Sheik Ahmed Yassin, creó esta organización como una extensión de la “Hermandad Musulmana” originalmente egipcia que abandonará formalmente el terrorismo en los años 60as. Hamas fue adquiriendo fama internacional debido a su lucha terrorista contra Israel, especialmente gracias a su brazo armado, Izzedim al Qassam, responsable del asesinato de cientos de israelíes en ataques suicidas. En el ámbito local, entre la población Palestina, si bien la resistencia armada de Hamas fue un factor que le dio popularidad aun mas importante es su labor social entre el pueblo palestino.

Según datos de las Naciones Unidas hacia fines del 2005 un 64% de la población Palestina residente en los territorios ocupados vive bajo la línea de pobreza, 1.2 millones de palestinos básicamente sobreviven gracias a la caridad y asistencia de organizaciones locales e internacionales.

Las redes de caridad de Hamas le han garantizado un lugar privilegiado dentro de la sociedad Palestina. Hamas durante los últimos 20 años ha construido y mantiene guarderías y escuelas que brindan alimento gratuito – y de “postre” adoctrinamiento fundamentalista a cientos de miles de niños palestinos-, centros sociales y deportivos y educación para mujeres. Hamas supo ocupar y desarrollar un rol que la corrupta Autonomía Palestina de Yasser Arafat ni siquiera intento conquistar. Mientas que los improvisados centros médicos del Hamas asisten a los refugiados palestinos los líderes de Fatah “engordan” sus cuentas en Suiza gracias a las generosas donaciones internacionales aspiran crear Estado Palestino democrático.

Como podemos observar Hamas obtuvo muchos votos gracias a su trabajo social y fundamentalmente al presentarse como una opción al gobierno corrupto de Fatah que dirigió la Autonomía desde las elecciones de 1996. La reputación de modestidad y honestidad de Hamas fueron factores claves para la victoria. Muchos de sus votantes no apoyan la línea terrorista de la organización pero si concuerdan con los objetivos políticos de esta: a corto plazo un Estado Palestino en Gaza y Cisjordania con capital en Jerusalén Oriental, a largo plazo un Estado Islámico que reemplace a Israel y devuelva a los refugiados a Palestina.

Si bien la corrupción gubernamental, la falta de respuestas y soluciones políticas y económicas de Fatah, dirigido hoy en día por Mahmud Abbas, que estuvo a cargo de la Autonomía desde los acuerdos de Oslo fue crucial para la victoria de Hamas, también la política de aniquilamiento de la Autonomía Palestina llevada a cabo por el gobierno de Sharón generó un vacío político e institucional que fue aprovechado por este grupo terrorista. En medio de esta caótica realidad Hamas promovió muy efectivamente su agenda política. El intento israelí de destruir la debilitada Autonomía acabo con la pobre infraestructura con la que esta contaba lo que generó como consecuencia directa que la vida de cientos de miles de palestinos se convirtiera aún en mas miserable de lo que ya era. De esta forma Arafat y sus secuaces en conjunto con Sharón fueron quienes realizaron la mejor “campaña electoral” que Hamas pudiera obtener.

En resumen tres factores fundamentales contribuyeron a la victoria de Hamas: 1) la gran desilusión de los palestinos en lo que respecta a un posible retorno a las mesas de negociaciones en gran parte como consecuencia de la política unilateral israelí; 2) la imagen de honestidad de Hamas acompañada en parte por su lucha armada vista por muchos como el principal motivo de la desconexión israelí de Gaza; y 3) la gran falta de soluciones del gobierno de Fatah durante la intifada y tras la retirada israelí de Gaza.


Nunca digas nunca.... ó ¿Jamás digas Hamas?

Básicamente Hamas propone a Israel hoy un acuerdo de facto que consiste en un cese de fuego a cambio de un Estado Palestino independiente muy bien armado. Un cese de hostilidades pero no una solución del conflicto, en el mejor de los casos Hamas reconocería a Israel como un “Estado colonialista” ilegítimo.

Desafortunadamente es muy probable que muy pronto los países europeos “recomienden” a Israel aceptar este tipo de situación. Ya podemos observar como los líderes de Hamas - aún considerados terroristas por el Unión Europea – se pasean libremente por algunas de las capitales del viejo continente, por su parte los egipcios ya declaran que un armisticio es preferible a una tercera y más sangrienta intifada. De esta forma probablemente Hamas irá logrando lentamente apoyo internacional. El hecho de que Hamas proponga un armisticio refleja que este grupo comprende que debe tratar con mucho cuidado su nuevo status internacional. Hamas ha bajado considerablemente sus acciones terroristas sin haber cometido ningún atentado al menos desde la retirada israelí de Gaza (dejando que el trabajo sucio lo lleve a cabo la Yihad Islámica o las Brigadas de Al-Aqsa, estas últimas paradójicamente pertenecientes a Fatah).

La gran pregunta a responder ahora es ¿qué debe hacer Israel? ¿Negociar con terroristas o no? La situación actual sin duda representa una especie de deja vu. Durante los años 70as y 80as el Estado Judío mantuvo firmemente una retórica según la cual jamás negociaría con la OLP – un grupo terrorista no menos sangriento que Hamas – que buscaba la destrucción de Israel, Arafat fue durante décadas el objetivo más codiciado del Mossad. Dos décadas y miles de muertos más tarde Israel y la OLP se reconocieron mutuamente y los acuerdos de Oslo fueron firmados.

Es de suponer que lentamente tanto Israel como la nueva Autonomía Palestina cambiarán su actitud. Ambos bajarán sus pretensiones y tanto los Estados Unidos como Europa probablemente “destacarán” el valor que poseen las elecciones democráticas del pueblo palestino y presionarán a Israel para que admita un acuerdo con Hamas por más frágil que este sea.

Quizás al fin de cuentas un acuerdo de paz en el que Hamas esté incluido sea más efectivo que uno del cual solo Fatah sea garante. Debemos tener en cuenta, que a pesar de que intentemos negarlo, no podemos elegir con cual de nuestro enemigos deseamos firmar acuerdos de paz. Si realmente deseamos una verdadera solución para este conflicto esta requerirá que nos sentemos a negociar con quienes menos deseamos hacerlo. Solo nos queda esperar que no se derrame mucha más sangre hasta que esto ocurra.