jueves, junio 15, 2006

Definiendo Terrorismo: En busca del consenso internacional

La afirmación de que “un terrorista es a los ojos de uno lo que un libertador es para otros” no es sólo un cliché sino que en los últimos años en uno de los principales obstáculos en la lucha contra el terrorismo.

Si bien la definición y conceptualización del terrorismo aparentemente es sólo una cuestión teórica que debería interesar exclusivamente a los estudiosos de la materia, en el momento de combatir el terrorismo, las guerrillas y el terrorismo de estado, las implicaciones de las definiciones o, mejor sea dicho, de la falta de definiciones convenidas para estos conceptos trascienden los límites de lo académico.

En la lucha contra el terrorismo el problema de la definición es un elemento crucial en el intento de coordinar la colaboración internacional.

El abuso en el uso de un término con connotaciones tan negativas como "terrorismo" ha sido empleado por diferentes países y regimenes políticos para dar legitimidad a sus acciones contra sus enemigos. Los nazis llamaban terroristas a los judíos que se revelaron en el Ghetto de Varsovia, en la Sudáfrica del Apartheid las acciones violentas de la población negra eran generalmente caratuladas como acciones terroristas, lo mismo opinaban los franceses de los argelinos que se oponían a la ocupación, Sudamérica es otro ejemplo donde muchas guerrillas fueron caratuladas de terroristas y en Israel la resistencia armada Palestina es caratulada de terrorista mientras que para los palestinos las acciones de Tzahal son acciones de terrorismo de estado.

Muchos académicos, expertos en seguridad y periodistas usan diferentes definiciones de terrorismo. Algunas definiciones se centran en el modus operandi de las organizaciones terroristas, otras enfatizan las motivaciones y características del terrorismo, el modus operandi de los individuos, etc.

Los actos terroristas o acciones de estas características han existido por más de mil años.

A pesar de tener una historia más larga que el Estado Moderno como nosotros lo conocemos, el uso de terror por gobiernos y grupos que aspiran llegar al poder aún no es completamente comprendido. Si bien se puede llegar a una definición abstracta de la palabra terrorismo, su aplicación en el mundo real se convierte en un asunto particularmente conflictivo, probablemente debido al uso de ciertas tácticas terroristas por casi todos los actores del espectro político y social.

Robespierre, el terrorista

Con la sofisticación de los sistemas políticos a lo largo de la historia, la autoridad política comenzó a ser vista menos como un regalo divino y más como una estructura social. Esto generó nuevas teorías sobre los conflictos políticos.

El período de turbulencia política en el cual se vio involucrada Europa antes de la Revolución Francesa inspiró a muchos teóricos políticos, que desarrollaron diferentes puntos de vista sobre revolución y acción política. La relación entre revolución violenta y terror fue inmediatamente establecida y desarrollada. El concepto "terrorismo" apareció por primera vez poco después de la Revolución Francesa. En el suplemento de 1789 del Dictionnaire de la Académie Française se consignaban las palabras “terrorismo” y “terrorista” como provenientes del término terrorisme (aterrorizar), atribuyéndoselo al regime de la terreur jacobino de Robespierre, quien ejecutaba a todas las personas sospechadas ser antirrevolucionarias.

Inicialmente, pues, el término terrorismo implicaba una connotación positiva. Los jacobinos usaban el término regime de la terreur cuando se referían a sí mismos, en un sentido positivo. El terrorismo estaba destinado a consolidar el nuevo estado revolucionario intimidando a los contrarrevolucionarios y subversivos, considerados como enemigos del pueblo. El Consejo Revolucionario juzgaba a aquellas personas consideradas enemigas del pueblo, y las enviaba a la recién estrenada guillotina.

El líder revolucionario Maximilien Robespierre creía que el terrorismo y la revolución eran aliados a fin de lograr el triunfo de la democracia. El mismo Robespierre declaró: “... Terror es justicia, severo e inflexible, es por lo tanto una gran virtud...”. Como podemos observar, en sus comienzos el terrorismo fue utilizado por el estado.

A comienzos del siglo XX ideas nacionalistas y revolucionarias fueron los principales motivos para utilizar el terrorismo. Cuando el Tratado de Versalles dibujó el mapa de Europa luego de la Primera Guerra Mundial, separando el Imperio Austrohúngaro y creando nuevas naciones, ello alentó a minorías étnicas no reconocidas a actuar por su propia independencia y territorio.

Dos teorías habrían luego de adoptar la revolución violenta como forma de cambiar el sistema existente: el marxismo y el anarquismo. Ambas veían la acción violenta como la forma de lograr el cambio de orden necesario en la sociedad.

Por su lado, luego de la guerra, los nacionalistas árabes fueron doblemente decepcionados. Ellos creían en una independencia de post-guerra que no se concretó: primero, cuando Gran Bretaña y Francia obtuvieron el control de las tierras en Oriente Medio; y luego, cuando la Declaración Balfour permitió la inmigración judía en Palestina.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el terrorismo se ha desarrollado hasta convertirse en uno de los principales actores en los conflictos modernos. Su primer uso fue inmediatamente posterior a la finalización de la guerra, como respuesta al colonialismo de las potencias europeas. Luego, al servicio de diferentes ideologías y aspiraciones, el uso de terrorismo se extendió a diferentes tipos de conflictos. Se convirtió en un recurso al alcance de la mano de casi todo grupo con agenda política o religiosa que deseara hacer uso de él. También ha demostrado ser una significativa herramienta en el juego diplomático internacional.

Equivalencia moral

¿Quién determina si una persona que realiza un acto violento es un terrorista, un criminal, o un revolucionario? ¿Puede un terrorista suicida ser comparado con el Gobierno Revolucionario Francés de los años 1790s, que instituyó un estado de terror sistemático contra la población francesa matando miles? ¿Son comparables a grupos como el Irgún en Palestina, Baader Mienhof en Alemania Occidental, Hamás en Israel o los Talibán en Afganistán?

Podemos observar que hay diferencias entre el tamaño y la legitimación política de los diferentes actores que usan tácticas terroristas y en la mayoría de los casos estas diferencias determinan qué se entiende o no como terrorismo. El concepto de equivalencia moral es frecuentemente usado como argumento para moldear la definición de terrorismo. Este concepto simplemente argumenta que lo que realmente importa son los fines y no los medios. Daños no intencionales o colaterales causados a civiles como consecuencia de ataques de fuerzas militares uniformadas direccionándolos a un objetivo militar legítimo, es lo mismo que una bomba terrorista dirigida deliberadamente hacia un objetivo civil con la intención de hacer daño.

Según este principio ambos actos de violencia, colocar un coche bomba en el centro de una ciudad o lanzar un misil desde un cazabombardero, generan muerte y terror. Este es el razonamiento que se oculta detrás de la frase "un terrorista es a los ojos de uno lo que un libertador es para otros". Esta es también una forma de legitimar el uso del terrorismo por grupos revolucionarios.

Uno de los parámetros determinantes en la definición de un hecho violento como terrorismo es el estatus de las víctimas. ¿Son las víctimas inocentes? La "inocencia" de las víctimas es lo que diferencia entre "guerra" y "terrorismo". Los terroristas en el mundo moderno son considerados asesinos debido a que matan personas inocentes. De forma similar, en las guerras las fuerzas militares tienen prohibido, según las normas internacionales, atacar civiles. Es cuando se producen estos tipos de ataques que entra en juego el concepto de "terrorismo de estado". ¿Deben considerarse los daños colaterales substanciales que implica la guerra contra el terrorismo –como por ejemplo la muerte de civiles palestinos como consecuencia de los intentos de Tzahal de eliminar a algún terrorista palestino disparando un misil desde un helicóptero Apache- como terrorismo de estado? ¿Cuándo y bajo qué condiciones son los actos de "legitima defensa", "guerra", o "guerra de liberación" considerados como "terrorismo"?

Nadie es inocente

“Por Naturaleza, e incluso por motivos ideológicos, me opongo firmemente a los asesinatos políticos y más aún al terrorismo. Pero, a diferencia de muchos otros, yo no confundo violencia revolucionaria con terrorismo u operaciones que confunden actos políticos con otros que no los son” (Salah Khalef alias Abu Iyad).

Nuevamente nos encontramos frente al problema de definir quién es inocente y quién no. Salah Khalef fue uno de los miembros del gobierno de la Autonomía Palestina, importante líder del Fataj y uno de los líderes más destacados de Septiembre Negro. A fin de racionalizar sus acciones, Khalef intenta confundir entre terrorismo y violencia política. Consideremos la masacre realizada en los juegos olímpicos de Munich en 1972 por la organización palestina Septiembre Negro: ¿no eran acaso los atletas israelíes completamente inocentes? Desde el punto de vista de Septiembre Negro no lo eran. Ellos eran representantes del Estado de Israel. Esta representación le proveía a Israel mayor credibilidad internacional y, al participar en un evento de estas características, se confirmaba la legitimidad de su existencia. Desde el punto de vista de los terroristas los atletas eran otro accesorio del estado criminal sionista.

El concepto de terrorismo cuenta con al menos tres perspectivas distintas: la del terrorista, la de las víctimas y la del público en general. Los terroristas no se ven a sí mismos como criminales sino en la mayoría de los casos como justicieros. Por su parte, las víctimas ven al terrorista como un asesino a quien no le importa la vida humana. La opinión del público en general es menos estable; gran parte de la opinión pública –principalmente en aquellos lugares lejanos al conflicto- suele ver al terrorista como una especie de Robin Hood que arriesga su vida a fin de luchar por una causa que considera justa. Este punto de vista que favorece al terrorista se ha convertido en una parte integral de la guerra psicológica del terror.

La extrema flexibilidad y adaptabilidad del concepto de terror ha contribuido a generar una gran confusión con el correr del tiempo. Aquellos que desean quebrar, reordenar o destruir el status quo han buscado continuamente nuevas y creativas formas para llamar la atención y lograr sus objetivos. Los cambios en las tácticas y técnicas terroristas han sido significativos, pero más significativo ha sido el crecimiento en el número de casos y contextos en los cuales el terror ha sido utilizado.

Terror y simbolismo: ¿Cómo elegir una víctima?

La efectividad de un acto terrorista no reside en el acto propio sino en la reacción del público y del gobierno a este acto. Por ejemplo, en el asesinato de los atletas israelíes en 1972, si bien los 11 atletas fueron las víctimas inmediatas de Septiembre Negro, el verdadero objetivo fueron los mil millones de personas que estaban observando el evento desde diferentes lugares del planeta. La organización Septiembre Negro utilizó a la gran audiencia de los Juegos Olímpicos para publicitar su punto de vista sobre el conflicto palestino-israelí; de forma similar podemos interpretar que los continuos ataques palestinos a los asentamientos judíos en Gaza no tenían como objetivo solamente asesinar colonos sino lograr la salida de Israel de ese territorio invadido.

Ideología y motivación generalmente influyen en el tipo de acción que llevará el grupo a cabo y, fundamentalmente, en la cantidad de vidas que se cobrará. Los grupos terroristas seculares o no religiosos generalmente seleccionan objetivos muy específicos a fin de lograr un objetivo político. Esto requiere muchas veces mantener un bajo número de víctimas a fin de no dañar la imagen pública del grupo, intentando mostrar la causa del mismo como justa y legítima. Limitando sus ataques, estos grupos también evitan exponer sus cómplices políticos y sus patrones económicos.

En contraste con estos grupos, las organizaciones fundamentalistas religiosas generalmente intentan cobrarse la mayor cantidad de víctimas posibles. Debido a su apocalíptico marco de referencia, la pérdida de la vida es completamente irrelevante: cuanto más víctimas mejor. Incluso la pérdida de miembros de las organizaciones es prácticamente un detalle ellas, ya que estas muertes son las que según sus creencias llevarán a la victoria, y estos mártires obtendrán un estatus especial en el más allá. También las víctimas colaterales de las acciones terroristas, que generalmente no creen en la causa, merecen la muerte por su falta de fe. El objetivo de estos grupos es generalmente causar el mayor daño posible y generar una respuesta del enemigo que amplíe el conflicto.

Como hemos observado, las víctimas de las acciones terroristas generalmente definen el tipo de grupo que las lleva a cabo. Los grupos terroristas seculares con objetivos sociales o políticos generalmente elegirán objetivos cargados de simbolismo: personalidades políticas, oficinas gubernamentales, bancos, aerolíneas nacionales, corporaciones. Es decir, instituciones o personas directamente ligadas al orden social establecido. Por otro lado, los grupos terroristas religiosos, si bien buscan también el efecto simbólico, intentan lograr un mayor número de víctimas y daño físico.

Una forma de simbolismo utilizada por ambos tipos de organizaciones es llevar a cabo acciones terroristas en fechas especiales, tales como aniversarios, conmemoraciones o fechas religiosas.

Es sumamente difícil elaborar una definición en la que estén de acuerdo la mayoría de los miembros de la comunidad internacional. Sin embargo, no cabe duda que una lucha eficaz, moral y justa contra este fenómeno requiere una definición que esté basada en las leyes sancionadas por esa misma comunidad. Estas leyes y convenciones, estipuladas en las convenciones de La Haya y Ginebra, determinan qué está permitido y qué no en las guerras convencionales entre naciones. Estas leyes indican básicamente que el daño a soldados durante las guerras es un mal necesario y por lo tanto permitido, pero el daño deliberado a civiles está absolutamente prohibido. Este principio relacionado al conflicto entre dos estados puede ser extendido a conflictos entre organizaciones no gubernamentales y estados y es lo que diferencia a "guerrilla" de "terrorismo", siendo la guerrilla el uso de violencia por un grupo no oficial contra fuerzas militares y no civiles.

Es importante diferenciar en estos casos entre fines y medios. Si bien los fines de un grupo guerrillero y uno terrorista pueden ser similares o incluso iguales, los medios son diferentes. Las guerrillas no atacan civiles deliberadamente mientras que los terroristas lo hacen. Por lo tanto, la afirmación de que un terrorista es un "luchador por la libertad" quedaría completamente eliminada, dado que no hay ningún mérito en luchar por la libertad mediante la eliminación de libertades de otro grupo.

El gran problema de la lucha contra el terrorismo reside, en parte, en que esta lucha sufre de un relativismo cultural que impide una verdadera coordinación internacional. El verdadero mundo libre debe tener en cuenta que el relativismo cultural aplicado al terrorismo sólo generará más terrorismo.

La lucha por la definición de terrorismo no es menos complicada ni peligrosa que el fenómeno mismo, pero cuanto antes se pongan de acuerdo los países en una definición aceptable por todos, más rápido se podrá comenzar con la verdadera lucha contra este flagelo.

miércoles, junio 07, 2006

La Operación Babilonia y la Amenaza Iraní

A 25 años del bombardeo a Osirak

En el contexto de la amenaza iraní, conviene volver a aquel ataque de la Fuerza Aérea israelí al reactor nuclear iraquí Osirak, en 1981, y analizar sus consecuencias, proyectadas como luz y sombra sobre lo que ocurre hoy.

“Todo arte militar se resume a la mera prudencia cuyo principal objetivo es prevenir que el frágil balance se incline en nuestra desventaja y que la media guerra se convierta en una guerra total”
Carl Von Clausewitz, Sobre la Guerra, 1911
Desde que la bomba atómica fuera lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el mundo es consiente del peligro en el que la carrera atómica coloca a la humanidad. La capacidad de destruir la civilización que ha dado al hombre el poder atómico ha generado diferentes iniciativas a fin de evitar la proliferación de este tipo de armamento.

Hace 25 años, el 7 de junio de 1981, Israel llevó a cabo el primer ataque preventivo contra instalaciones nucleares. Noventa minutos fue el tiempo que necesitaron los más avanzados aviones de guerra de la Fuerza Aérea Israelí para partir desde Israel, atravesar territorio jordano y saudita y arrojar sobre las instalaciones nucleares de Osirak 16 toneladas de explosivos que en exactamente dos minutos convirtieron los delirios atómicos de Saddam Hussein en una pila de escombros. Catorce aviones tomaron parte del ataque, ocho F-16 Falcon cada uno dotado de dos bombas de 1000 kilogramos y seis F-15 Eagle cuyo objetivo era escoltar a los primeros.

La destrucción del reactor Iraquí “Tammuz” de origen francés tomó por sorpresa a la comunidad internacional, diferentes tipos de reacciones se observaron: el mundo criticó, Irak no reaccionó y Estados Unidos se enfadó.

Hasta ese momento pocas personas habrían imaginado que un país atacaría a otro a fin de impedir la construcción de reactores nucleares. La discusión sobre el derecho israelí a realizar este ataque, 25 años después, es prácticamente irrelevante, pero, una de las consecuencias más importantes de este ataque es la toma de conciencia de los diferentes países sobre la vulnerabilidad de las instalaciones nucleares frente a ataques convencionales.

Hoy en día, tras dos guerras en el Golfo, el ataque israelí se ve muy diferente. Conocemos los deseos nucleares del ex dictador iraquí, las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que perpetró durante años, las miles de personas que eliminó con métodos más que brutales y sus características megalómanas.

Los Indicios

“(Osirak)…El primer intento árabe para obtener armas nucleares”
Saddam Hussein, 1975

“Los árabes deben obtener una bomba atómica”
Naim Haddam, 1977.
Miembro del Comando Central Revolucionario Iraquí

Si bien las señales dadas por los dirigentes iraquíes eran bastante claras, la decisión israelí de destruir el reactor fue tomada basándose en cinco indicios de los objetivos iraquíes:

  • El interés iraquí de comprar a Francia un reactor de gas-grafito capaz de producir plutonio, a pesar de los elevados costos de producción del mismo.

  • La compra de un Reactor de Testeo de Materiales de 70 megawatts, algo muy extraño para un país que no produce reactores de electricidad.

  • La insistencia iraquí en que el reactor de Osirak fuera abastecido por un 92% de uranio enriquecido en lugar de combustible “caramelo”.

  • La compra de 250 toneladas de uranio natural, que a menos que se deseen producir armas nucleares no tiene mucho sentido.

  • La compra de “células-calientes” para simuladores de separación de plutonio.

Las relaciones atómicas entre Francia e Irak tuvieron sus comienzos en un acuerdo de cooperación nuclear firmado durante la visita de Jacques Chiraq a Bagdad en 1974. En 1976 Francia construyó para Irak el Centro de Investigación Nuclear que poseía un reactor Osiris (llamado luego Osirak – Osiris+Irak). El reactor Osiris estaba diseñado en un principio como un Reactor para el Testeo de Materiales (MTR), cuyo objetivo era comprobar cómo reaccionaban los materiales usados para la construcción de plantas de energía nuclear frente al “bombardeo” de un gran flujo de neutrones.

Los materiales comprados por Irak a Francia para su reactor MTR parecen ser una pobre opción para un programa nuclear con fines pacíficos, especialmente teniendo en cuenta que Irak no poseía plantas de electricidad nuclear.

Dada la alta capacidad que poseía Osirak para generar un gran flujo de neutrones, la Comisión Israelí de Energía Atómica observó que de esta forma este reactor podría producir entre 7 y 10 kilogramos de plutonio anualmente.

Si bien la mayor parte de las discusiones dentro del gobierno israelí que llevaron al ataque contra Osirak aún permanecen secretas, se sabe que la decisión no fue unánime. Entre los que apoyaron el ataque se encontraban el entonces premier Menajem Beguin, el ministro de Relaciones Exteriores Itzjak Shamir y el ministro de Agricultura Ariel Sharón. El principal opositor a la idea era el líder de la oposición Shimón Peres.
Implicancias estratégicas

Si bien el racional frente a la destrucción de una planta atómica de un país enemigo se basa en la necesidad de evitar que el país enemigo obtenga armas nucleares hay otros motivos también importantes.

A fin de desbalancear las capacidades de los países en el momento de ir a una guerra el ataque a fuentes de energía es de suma importancia, para lograr este fin nada mejor que atacar plantas eléctricas, esto se ha podido observar en la invasión israelí a Líbano en 1982, durante la guerra Irak-Irán, en Vietnam, Corea y durante la Segunda Guerra Mundial.

Otro motivo para destruir instalaciones nucleares es que éstas representan una de las mayores concentraciones de capital invertidas por un país en su propio territorio.

El motivo más importante en el caso de Israel fue mantener la supremacía militar en la zona y seguir ostentando allí el monopolio nuclear, siendo ésta una de las principales formas de disuadir a sus enemigos de posibles ataques. El interés por mantener la supremacía nuclear tenía en cuenta la posibilidad de que a largo plazo esta fuera la única ventaja del estado judío frente a sus enemigos árabes, una vez perdida la superioridad convencional en Medio Oriente.

El mito de Osirak

El mito del gran logro israelí en el ataque a Osirak se basa en dos premisas: 1) el ataque demoró sustancialmente la adquisición de armas nucleares por parte de Irak; 2) todo logro obtenido en Osirak podría ser repetido en operaciones futuras. Ninguna de los dos objetivos fue completamente alcanzado por medio del ataque. En el caso del primero, la Guerra del Golfo de 1991 tuvo como uno de sus objetivos verificar los depósitos de armas e instalaciones subterráneas iraquíes. En cuanto al segundo objetivo, la actual situación en Irán, que analizaremos a continuación, demuestra que no es tan simple repetir un ataque de este tipo.

El exagerado éxito que se le atribuyó a la destrucción de Osirak es otro de los ejemplos históricos donde ha quedado demostrado que el intento de desarticular proyectos atómicos, químicos y biológicos por medio de ataques preventivos no resulta particularmente eficaz a largo plazo. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, tres ataques comando y un bombardeo con un B-17 fueron sólo parcialmente efectivos en de destruir el programa nuclear alemán, que sólo tras la invasión del Día D pudo ser desbaratado completamente.

Irán e Irak han atacado mutuamente sus plantas durante la década de los '80s, sin generarse daños significativos. En el caso de Irak, durante 1991 la coalición militar liderada por los Estados Unidos lanzó 971 ataques aéreos contra ese país. Cuando estos ataques fueron evaluados por el ejército norteamericano, éste declaró que “El objetivo de eliminar las capacidades no convencionales iraquíes no fue alcanzado por los ataques aéreos; la mayor parte de las instalaciones no fueron alcanzadas”. Los ataques aéreos de 1993 y los mil ataques lanzados en 1998 durante la operación Zorro del Desierto no lograron eliminar las instalaciones iraquíes, demostrando que los logros de la Operación Babilonia no pueden ser repetidos.

Paradójicamente, podemos observar la destrucción de Osirak como un modesto esfuerzo a fin demorar la amenaza nuclear que pende sobre Israel. La conclusión operacional de esta interpretación es la falta de capacidad de evitar la proliferación nuclear en la zona, especialmente mientras Israel signifique un peligro a los ojos de sus enemigos. Quizás sea más eficaz la adopción de medidas que retrasen la adquisición de este tipo de armamento.

La pregunta que deberíamos formularnos es: ¿qué se realizó durante el tiempo ganado mediante la destrucción de Osirak?

Este tiempo debería haber sido utilizado para impulsar los acuerdos de paz en la región a un ritmo superior al del avance nuclear. De esta forma Israel estaría seguro de que su existencia no corra riesgos a pesar de que sus vecinos árabes obtengan capacidad nuclear.

Probablemente la proliferación nuclear en Medio Oriente sea inevitable. Hubiera sido preferible que ésta se concretara luego de que los problemas entre árabes e israelíes estuviesen resueltos o, al menos, el conflicto estuviera controlado. En este caso, una crisis nuclear entre ambos bandos tendría menos posibilidades de producirse.

En una conferencia de prensa tras el ataque a Osirak, el primer ministro Menajem Beguin calificó el ataque como parte de una doctrina preventiva que sería aplicada por el estado hebreo sólo contra sus enemigos. Esta declaración implicaba que Israel no actuaría contra Egipto en ese momento ni contra Jordania hoy en día. Si el proceso de paz continuara entre el mundo árabe e Israel, cada vez menos países serían considerados como “enemigos”, y la amenaza nuclear sería cada vez menor. Si el tiempo ganado por medio de la destrucción de Osirak hubiera sido utilizado para obtener la paz con la mayor cantidad posible de países árabes la operación del 7 de junio hubiera sido más que justificable.

Irónicamente, el ataque a Osirak prueba haber sido un excepcional logro táctico, obtenido a costa de los intereses del país a largo plazo.

El ataque sólo fue una amenaza temporal a las aspiraciones nucleares árabes. Este también dio a los países árabes nuevos motivos para intentar obtener capacidad nuclear. Mientras que los resultados finales aún son desconocidos, el bombardeo demuestra el miedo y las reacciones que caracterizan a Medio Oriente, una región que hoy vive un futuro nuclear muy incierto.

Irán: ¿Atacar o no atacar...?, esa es la cuestión

La doctrina preventiva utilizada por Israel debe ser analizada en el contexto de costos versus ganancias. En este contexto es difícil concluir si la destrucción de Osirak fue positiva. Una de las consecuencias del ataque israelí a Osirak es el hecho de que hoy en día no se construyan más plantas nucleares en Medio Oriente sobre el nivel del suelo. Las plantas iraníes son subterráneas y por eso es tan difícil saber dónde están. He aquí donde observamos los resultados negativos del ataque a Osirak.

Si bien Israel pudo destruir el reactor iraquí, hoy en día es particularmente incierto si el estado judío puede aplicar la misma táctica contra Irán.

Los analistas, especialmente los medios de prensa que buscan titulares, se refieren al ataque de Osirak como un antecedente razonable para esperar un ataque israelí sobre Irán, pero un análisis más profundo delata que este precedente es completamente irrelevante frente al caso iraní. Los principales motivos son los siguientes:
El reactor iraquí era un objetivo único, claramente identificado y poco defendido.

El ataque se llevó a cabo en una forma completamente sorpresiva y sin la propaganda que un posible ataque israelí a Irán cuenta en estos días en la prensa.

El ataque a Osirak se realizó durante la guerra Irán-Irak, cuando Israel no estaba siendo altamente vigilado por esos países.

Si bien el presidente iraní no aparenta ser un gran simpatizante de la “entidad sionista”, debemos tener en cuenta que no es Israel el único país que debe preocuparse por esta situación. Los misiles Shiab 3 no sólo amenazan a Israel sino también a todos los países del Golfo, productores de petróleo. El desarrollo del misil Shiab 4 de largo alcance amenaza fundamentalmente a Europa Occidental, es decir, si Irán deseara atacar solamente a Israel, no desarrollaría este misil. Irán intenta convertirse en una superpotencia militar, no sólo para amenazar a Israel sino para amenazar a todo el mundo occidental.

No existe ningún indicio de que Irán desee atacar primero a Israel o algún otro país. Irán, al igual que otros gobiernos islámicos de la región ha usado el conflicto palestino-israelí y específicamente la situación en los territorios ocupados por Israel, con fines netamente publicitarios. Raramente, sin embargo, ha hecho algo concreto para ayudar realmente a los palestinos. No sería lógico que Irán lanzara un ataque contra Israel –que posee como mínimo 300 armas nucleares y sofisticados misiles que fácilmente podrían destruir Irán– a fin de defender a los palestinos, teniendo en cuenta que muchos de ellos también morirían. Pero, un ataque israelí daría motivos suficientes para venganza.

Uno de los mayores elementos de disuasión israelí es su sistema de defensa. El Estado de Israel es el único que posee un sistema antimisiles en funcionamiento, el Flecha 2. Si bien no es completamente impenetrable, aún permite interceptar con alto grado de éxito un posible ataque, brindándole a Israel la capacidad de responder efectivamente a sus agresores. Las respuestas de Israel pueden ser muy variadas, desde convencionales a “no tan convencionales”. Esperemos que no debamos averiguarlas.

Israel, definitivamente, no se encuentra solo frente a la amenaza de Teherán. Los objetivos en Irán están dispersos en diferentes lugares subterráneos del país, camuflados y vigilados. Los ejemplos históricos demuestran que incluso una campaña de bombardeo masivo como la realizada por los aliados contra Alemania durante la Segunda Guerra Mundial no siempre logra paralizar a una maquinaria de guerra organizada sino que puede incluso acelerar la producción. Una acción militar tan complicada no parece ser una opción viable, necesaria ni recomendable para Israel a pesar de su gran capacidad militar y experiencia.

Teniendo en cuenta estas realidades, ¿por qué debe Israel voluntarizarse para “salvar” al mundo libre en lugar de mantener un perfil bajo?