lunes, mayo 02, 2005

Israel y la opinión pública

Cuando la política es el deporte nacional

La opinión pública es un componente crítico en toda estrategia de construcción de paz. Esta opinión pública da o quita a los líderes, movimientos y acuerdos, la legitimación necesaria para existir y continuar. Muchas veces, guiada por diferentes necesidades, miedos o grupos políticos, puede ser letal para un proceso de paz donde generalmente no faltan fracasos y decepciones.

La opinión pública israelí, y por ende la sociedad, se encuentra hoy en día muy sectorizada.
El plan de “desconexión unilateral” de Sharón generó, antes que nada, la desconexión del premier de gran parte de sus electores, una situación que lo llevó a formar un gobierno de coalición nacional con la “izquierda” a fin de lograr sus objetivos políticos confundiendo, así, aún más a sus seguidores tradicionales.
Se suele decir que en todo Estado democrático la composición de su Parlamento refleja proporcionalmente la voluntad del pueblo, esta situación se adapta exactamente a la realidad de la sociedad israelí actual, una sociedad que se encuentra presa en uno de los conflictos ideológicos más críticos a los que se ha tenido que enfrentar desde la creación del Estado, donde probablemente -y sólo probablemente ya que sólo lo sabremos en retrospectiva- se esté definiendo el nuevo nacionalismo israelí; un espacio en el que -quizá- ya no haya más lugar para halcones, donde solo proliferen las palomas, palomas de derecha y de izquierda, pero palomas al fin de cuentas.
Las preguntas
El cambio en la línea política de Sharón ha dejado a muchas personas desamparadas ideológicamente generando un conflicto “quasi” existencial en la derecha israelí y sus votantes.¿Se volvió loco Sharón?, ¿está bien salir?, ¿premio al terror?, ¿traición a los electores? Estas son algunas de las preguntas que se escuchan en los bares, oficinas, fábricas y universidades, en un país donde el fútbol, la moda y hasta la economía pasan a ocupar un segundo lugar, donde -por más duro que parezca- las conversaciones en los lugares más banales tienen un carácter existencial, donde no hay seis millones de directores técnicos sino seis millones de primeros ministros, cada uno con su solución, desde la más dura y extrema hasta la más creativa e irrisoria.
El nuevo orden
La sociedad israelí se encuentra dividida, al menos en dos grandes grupos, uno compuesto por parte de la derecha, el centro y la izquierda liderado -paradójicamente- por un aparente ex halcón a favor de salir de Gaza y otro grupo “más” nacionalista (al menos según los antiguos conceptos de nacionalismo), liderado por diferentes facciones de la antigua derecha.
Los ciudadanos de Israel están hoy en gran parte simplemente “confundidos”, los choques entre los grupos son constantes, las carpas de protesta frente a la Keneset (Parlamento israelí) ya son casi permanentes, la lucha va mas allá de Gaza, se centra en detener algo que la mayor parte del mundo se dio cuenta que se debe manejar a fin de construir una verdadera paz.
Es probable que casi toda la sociedad -cada uno a su modo- sienta el dolor de esas miles de personas que deben abandonar sus hogares en Gaza para vivir dentro de la Línea Verde.
Fácil no es ni lo será, pero -quizás- este acto también pueda ser visto aún más heroico y nacionalista que haber vivido allí durante los últimos 30 años.

La guerra por las noticias

La prensa israelí durante la segunda Intifada

Los medios de prensa en las democracias occidentales, generalmente, operan de acuerdo a un código de conducta aceptado por la mayoría, según el cual -y de acuerdo a los principios del mismo- los periodistas deben cumplir y respetar preceptos como "independencia", "imparcialidad", "búsqueda de la verdad" y "exactitud" a fin de informar y permitir a la población formar sus propias opiniones. Lamentablemente debemos admitir que esta imagen "ideal" generalmente no se cumple, especialmente cuando se trata de épocas de conflicto.

El conflicto palestino-israelí ha generado muchas preguntas sobre el rol de la prensa, la responsabilidad de la misma, y hasta dónde la prensa local debe o puede ser imparcial para cumplir con los preceptos enunciados anteriormente.

¿Guerra ó insurrección? Definiendo el ámbito analítico

La prensa israelí es indudablemente una de las víctimas de este conflicto. Con el comienzo de la segunda Intifada los medios locales debieron -o se voluntarizaron a- sacrificar los leales principios a los cuales deben estar ligados los reportes responsables.

Para la prensa israelí la segunda Intifada, al igual que la primera, fue caratulada como una "guerra", a pesar de que el término de "guerra" puede ser discutido por los diferentes grupos políticos israelíes. En efecto, si los grupos de derecha consideran a los territorios ocupados (llamados así por las resoluciones de la ONU) parte integral del estado judío, deberían rechazar sobre bases ideológicas este concepto de "guerra" y caratular la Intifada de "revuelta" o "insurrección". Sin embargo, incluso para estos grupos, los más radicales de la sociedad israelí, el término de "guerra" ha sido útil -e incluso adoptado entusiastamente- a fin de justificar acciones militares.

Los grupos políticos israelíes más moderados aceptan la denominación del conflicto como "guerra", ya que este concepto implica un enfrentamiento entre dos pueblos o naciones.

Desde el punto de vista operacional, la situación es bastante confusa, ya que en las confrontaciones se observa un ejército contra civiles (en muchos casos terroristas, pero vestidos de civiles), lo que dificulta aún más la descripción del conflicto como guerra de acuerdo a las convenciones conceptuales de la misma. De todas formas -mientras este debate continúa- aun cuando la Intifada ha finalizado oficialmente, las escenas diarias de enfrentamientos entre soldados y multitudes palestinas no pueden ser descriptas como simples "revueltas" o "disturbios".

Los medios de prensa que pertenecen a alguna de las partes de un conflicto, una vez que el mismo es enmarcado y cuenta con el consenso popular sobre las características bélicas y amenazantes del mismo comienzan a actuar según los parámetros que se adecuen a las necesidades del público.

El amplio consenso en los diferentes sectores políticos y, por ende, en la población sobre las características bélicas de la Intifada, que la transforman para la opinión pública israelí en una "guerra", facilitan sin duda el rol de la prensa local dejando bien en claro qué se espera de ella, qué tipos de reportes, análisis y opiniones debe emitir. Los medios de prensa deben cuidarse a fin de no ser caratulados de "traidores", "incitadores", "zurdos" o "pro-palestinos", limitando así de forma indiscutida la capacidad de los mismos de brindar informes responsables e imparciales a fin de permitir a la población sacar sus propias conclusiones sobre la realidad y el conflicto.

A diferencia de un proceso de paz, una guerra o conflicto es más fácil de cubrir para cualquier periodista. Los procesos de paz son complejos, muchas veces se llevan a cabo en secreto, son difíciles de cubrir y no cuentan con la cuota de drama necesaria para convertirlos en suficientemente atractivos. Sin lugar a duda, una explosión es más atractiva o llama más la atención que la firma de un acuerdo en algún balneario.

La "guerra" puede ser dividida en series de dramáticos eventos e historias relativamente simples. Estas historias están compuestas por detalles concretos: lugares físicos, qué ocurrió, cuántos muertos hubo, facilitando al espectador el entendimiento de la misma.

Noticias en conflicto... de interés

"Supongamos que por una semana todos los medios de prensa israelíes -radios, televisión y periódicos - deciden informar sobre todo lo que ocurrió... a los palestinos. Durante esta semana la prensa israelí no sólo informará sobre los misiles que caen sobre asentamientos judíos, sino también sobre cada misil que cae sobre hogares palestinos... Informarán sobre los judíos que mueren pero también sobre los palestinos que mueren. Los palestinos tendrán nombres, edades e historias personales. El primer objetivo de este esfuerzo será periodismo básico: intentar informar lo que ocurre realmente y no sólo según la perspectiva israelí. Pero este proyecto tendrá también un resultado secundario...dado que sin información completa uno no puede dirigir una política racional. Esto también forzaría al público israelí a realizar serios cuestionamientos a sus líderes". (Amira Hess - Ha´aretz, 26 de Septiembre del 2001, pag. B1).

La rápida sucesión de hechos desde la fracasada conferencia de paz en Camp David en julio del año 2000 hasta la visita de Ariel Sharón -líder de la oposición en ese momento- al Monte del Templo, el 28 de septiembre de ese año, a fin de expresar su determinación a mantener Jerusalem indivisible, demostraron las diferentes maneras con las que los medios de prensa enfrentan la "paz" y la "guerra".

En las semanas posteriores a esta polémica visita muchos debates en la prensa local e internacional se centraron en si fue este hecho el motivo por el cual surgió la nueva Intifada. El gobierno de Barak apoyó a Sharón argumentando que Arafat aprovechó este acontecimiento para iniciar una nueva ola de violencia contra Israel y así obtener más rédito en las negociaciones.

Estos nuevos disturbios fueron interpretados por amplios sectores de la sociedad como la prueba final del fracaso de Oslo. El péndulo ideológico y político en la sociedad israelí se inclinó rápida y dramáticamente hacia la derecha. El gobierno de izquierda de Barak fue el que tuvo que llevar a cabo la "ardua tarea" de poner orden y frenar las revueltas palestinas. El 29 de septiembre de 2000, un día después de la visita de Sharón al Monte del Templo, cinco palestinos murieron en enfrentamientos con Tzahal y al día siguiente once más fallecieron, incluyendo a Muhamad al-Dura de 11 años de edad, cuya muerte fue transmitida en vivo y en directo a todo el mundo mientras su padre lo escudaba con su cuerpo, causando un daño mediático casi irreparable a la imagen internacional israelí.

El hecho de que la izquierda israelí, liderada por Barak, tuviera que reprimir violentamente a los palestinos aseguró un éxito masivo al nuevo marco anti-palestino que tomaría la prensa. Estas acciones del gobierno de izquierda generaron un consenso con la derecha israelí, un consenso entre las elites políticas -similar a lo ocurrido en Estados Unidos en los primeros años de la Guerra de Vietnam- que llevó a la prensa a tomar una postura clara, poco crítica y no independiente.

La prensa no sólo reflejó los cambios en el ambiente político sino que sirvió como agente para intensificar los mismos y proveerles la estructura narrativa necesaria.

Las grandes dificultades de la prensa en apoyar el proceso de paz de Oslo -existentes también en la sociedad- se convirtieron lentamente en una "lucha mediática" contra los palestinos.

Básicamente se pudo percibir la agrupación de los diferentes actores del conflicto en dos grandes bandos determinados por la prensa israelí: los "buenos" y los "malos". En el caso de la Intifada, los reportes de la prensa israelí dejaron muy en claro a los espectadores locales quiénes eran los "buenos" y, como consecuencia, quedó aclarado quiénes eran los "malos". Pudimos observar cómo los medios de prensa categorizaron a las partes del conflicto en dos grandes grupos, "nosotros": quienes cuidamos la ley y el orden e intentamos defendernos de la amenaza externa, y "ellos": que no saben lo que es justo y nos desafían.

En el caso de "nosotros", el enfoque se centró fundamentalmente en la necesidad de responder a las amenazas del enemigo, justificar el uso de fuerza -excesivo en muchos casos- a fin de mantener el orden. Generalmente, el protagonista más fuerte del conflicto -"nosotros"- tiene interés de mantener el status quo a fin de cuidar sus propios intereses, nacionales e internacionales; por el contrario, el lado débil del conflicto -"ellos"- está interesado en invertir este orden y romper este status quo.

En el lado de "ellos" intentan romper esta situación de "injusticia" por medio de un desafío constante al "enemigo". Esta idea de injusticia posee dos grandes asunciones intrínsecas: 1) la injusticia basada en la falta de igualdad de poder de ambas partes, y 2) la existencia de una necesidad implícita, o en períodos de conflicto explicita, de rebelión o guerra a fin de terminar con la "injusticia".

Este tipo de reporte llevó a un cambio en el modo de informar de la prensa israelí, las noticias fueron invadidas por titulares violentos relacionados a los palestinos. Otro cambio fue un notable incremento en la cooperación entre los medios de prensa y los actores militares y políticos israelíes, sin dejar lugar para criticar a los mismos. El último cambio se pudo observar fundamentalmente en una cobertura etnocéntrica de la muerte: mientras que las bajas israelíes tenían extrema importancia, las muertes palestinas recibían poca atención y sólo eran números. Ninguna de estas rutinas es inusual, son características típicas que adoptan los medios de prensa en países que van a la guerra. Pero, si bien quizás como simples espectadores no podamos cambiarlas, el comprender cómo funcionan estos mecanismos puede llegar a aclararnos qué tipo información recibimos.

Prensa internacional: ¿controlarla o aprovecharla?

Si bien como pudimos observar la prensa israelí no ocupó un rol imparcial durante esta segunda Intifada, los reporteros palestinos tampoco actuaron según los leales principios de imparcialidad y profesionalismo enunciados con anterioridad. Ambas partes del conflicto fueron conscientes desde el comienzo que la lucha por las noticias y los titulares es tan importante como las batallas armadas en el terreno. Mientras que la discusión sobre la influencia de la prensa sobre este tipo de conflictos aún está abierta, está claro que las consideraciones de los medios de prensa tienen influencia sobre las estrategias de los actores del conflicto. Israelíes y palestinos son conscientes que desean llegar a la audiencia internacional y la mayor lucha se centra en quién será mediáticamente cubierto como agresor y quién como víctima.

La dependencia en la prensa internacional es particularmente fuerte en el lado palestino, por sus características como lado débil del conflicto, y es la prensa el arma con que cuentan para lograr que el mundo intervenga. El rol más poderoso de los medios de prensa en este tipo de conflictos es exactamente este, cuando se convierten en los portavoces que permiten a la parte débil enrolar apoyo de terceras partes ajenas al conflicto.

Por parte de Israel, el mayor objetivo es minimizar el daño que los medios internacionales puedan causarle. Las imágenes de palestinos muertos o heridos son una amenaza directa a las relaciones del estado judío con los Estados Unidos, Europa y el mundo árabe. Israel debe convencer al mundo de que los palestinos intentan por medio del terror conseguir lo que no obtuvieron en las mesas de negociaciones.

Esta preocupación de ambos lados del conflicto en lo que se transmite al mundo entero se refleja de diferentes maneras. Quizá la más macabra de todas sea la lucha por supremacía visual en la presentación y promoción del dolor y el sufrimiento. Esta segunda Intifida nos dio al menos dos claros ejemplos -uno de cada lado- del poder de las imágenes. El primero, ya enunciado anteriormente, fueron las dramáticas imágenes del niño palestino muerto en un tiroteo mientras su padre intentaba cubrirlo. La segunda fueron las escenas del sangriento linchamiento perpetrado a soldados israelíes por una turba en Ramallah. Cada una de estas escenas se convirtió en poderosos símbolos para ambas sociedades, símbolos usados por los líderes y los medios de prensa de ambos lados para demostrar la brutalidad del enemigo.

Podemos observar que los medios de prensa tienen un rol importante en el conflicto palestino israelí. Quizás el problema más importante sea la "sed" de violencia que tienen los medios a fin de captar la atención de sus espectadores. La prensa israelí relata la historia del terrorismo palestino y los palestinos relatan la historia del salvajismo militar israelí, mientras que la prensa internacional decide cada día en un juego independiente a qué lado le dará el derecho de mostrar las imágenes más sangrientas. Quizás este juego, cuyo principal premio son gigantes titulares de color rojo, alimente la creencia de que la violencia es la única forma de conseguir la atención de la comunidad internacional sobre una causa propia.

Israelíes y palestinos tienen muchos más motivos para odiarse los unos a los otros que simples titulares, pero el hecho de que la prensa ocupe un lugar tan central en este conflicto genera un importante impacto en los combatientes. Los gladiadores de hoy en día deben mantener un ojo en su enemigo y otro en su público.

Yasser Arafat

De terrorista a Premio Nobel

Para los palestinos fue “Abu Amar”, símbolo indiscutido de un largo conflicto nacional, el mitológico líder de la Kefiá (paño tradicional árabe) que casi concretizó las aspiraciones de un Estado Palestino. Para Israel -y gran parte del mundo occidental- fue un terrorista sin remedio que luchó toda su vida para “tirar a los judíos al mar”. Pero también fue el ingeniero de una de las más impresionantes transformaciones personales de la historia pasando de “terrorista” a líder mitológico que llegaría a obtener el Premio Nobel de la Paz, un premio que quizás no mereció.

Muhamad Raouf Arafat al Qudina al Hussieni nació en El Cairo en 1929 - aunque algunas versiones afirman que nació en Gaza-, en el seno de una familia de clase media palestina que residía en Egipto por motivos comerciales. A los 4 años, luego de la muerte de su madre, fue enviado a Jerusalem a vivir con sus tíos dentro de las murallas de la Ciudad Vieja, en una Jerusalem conflictiva bajo Mandato Británico -como consecuencia de la resolución de la Liga de las Naciones de 1918- y en constante disputa entre árabes y judíos por el control de los lugares santos. En 1937, tras el segundo matrimonio de su padre, el joven Yasser regresó a El Cairo, donde luego cursó sus estudios de Ingeniería Civil en la Universidad del Rey Fuad I (luego llamada Universidad de El Cairo) dentro de la cual comenzaría a activar políticamente.

Si bien en 1948, con la creación del Estado de Israel Arafat ya tenía 19 años y ya era un militante “pro-palestino”, no tomó parte de la guerra contra Israel declarada por la Liga Árabe -que se convertiría en la "Catástrofe” (al-Nakba) de los palestinos al ser derrotados por el recién fundado Estado judío-. En sus años de estudiante universitario se unió a la “Hermandad Musulmana” y en 1953, siendo presidente de la Unión de Estudiantes Palestinos en Egipto, escribió con su sangre “No olviden a Palestina” en una petición que presentó al General Neguid, líder militar de ese país. Al terminar sus estudios trabajó para el Ejército egipcio como ingeniero durante la Crisis del Canal de Suez en 1956, luego de la cual se fue a Kuwait, donde en 1958 fundó en conjunto con algunos exiliados palestinos la primera célula del movimiento “Fatah” (“Conquista” -o con sus iniciales leídas de atrás hacia adelante “Movimiento de Liberación Palestina- Harahkat al-Tahrir al Filistini, F-T-H). Desde ese momento comenzó a perfilarse como el líder de la resistencia palestina, comenzaron los ataques terroristas y en 1969 llegó a tener el cargo de Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina -OLP, organización que se había formado en 1964 con apoyo egipcio- reemplazando a Ahmad Shukeiri.

Formando la base institucional

A fines de los años '50 su organización empezó a perpetrar una serie de ataques a diferentes objetivos israelíes a fin de maximizar el miedo de la población judía en Israel. Los primeros esfuerzos fueron fallidos: un intento de explotar el canal de agua nacional y una vía férrea en 1965. A fines de los años '60 la OLP abrió su primera “sucursal” en Jordania y Arafat y su grupo descubrieron un método innovador para aterrorizar al mundo: el secuestro de aviones comerciales de pasajeros. De esta forma el 21 de febrero de 1970 la OLP en conjunto con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) secuestró el vuelo 330 de Swissair con destino Zurich-Tel Aviv, detonando una bomba nueve minutos luego del despegue y asesinando así a 47 personas. Seis meses después -el 6 de septiembre- intentaron realizar un cuádruple secuestro de aviones, los cuales fueron desviados a diferentes puntos de Europa y Medio Oriente. Sólo el 13 de septiembre, bajo presión internacional y con la intervención del ejército jordano del Rey Hussein, los rehenes fueron liberados, 20.000 palestinos murieron en el operativo jordano y la OLP fue expulsada de Jordania. Su nuevo destino sería el Líbano, un país con un gobierno central débil donde la organización de Arafat podía funcionar como un estado dentro del estado.

Tras reubicarse en el Líbano la OLP comenzó a preparar un nuevo ataque que sólo demoraría dos años en llegar, el 5 de septiembre de 1972, en medio de los Juegos Olímpicos de Munich, ocho miembros de la brigada “Septiembre Negro” de la OLP (así denominada en memoria a los acontecimientos de dos años antes) asesinó -tras fallidas negociaciones intermediadas por el gobierno alemán- a 11 miembros de la delegación olímpica israelí, algunos de los terroristas murieron en manos de las fuerzas de seguridad alemanas y, en respuesta a estas muertes de los terroristas, al mes siguiente la OLP secuestraría un avión de Lufthansa.

La lista de atentados y ataques continuó creciendo, siendo algunos de los más destacados: 1973, ejecución del embajador americano en Sudán entre otros; 1974, 4 muertos en Beit Shean; 1975, secuestros y asesinatos en el Hotel Savoy de Tel Aviv; 1978, masacre en un ómnibus Tel Aviv-Haifa, 21 muertos; 1982, ataques con misiles desde el sur del Líbano, 1985, secuestro del barco italiano Achille Lauro, etc. Muchos de los ataques fueron realizados por diferentes células terroristas pro-palestinas que no llevaban el nombre de la OLP pero que respondían a la misma, evitando Arafat de esta forma ser ligado por la comunidad internacional a estos ataques.

Durante sus años en Líbano Arafat gozó de una gran cobertura mediática que impulsó la causa palestina en Europa y América.

Tras la invasión israelí a Líbano en 1982 Arafat debió buscar una nueva sede de operaciones que encontraría en Túnez, desde donde organizó la primera Intifada de 1987-1991, por medio de la cual popularizó el conflicto, generando que la lucha de la OLP se convirtiera en la lucha personal de casi cada uno de los árabes que residían bajo mandato israelí.

Político de día, terrorista de noche

Dos momentos centrales determinaron que Arafat entrara al juego político internacional y combinara terrorismo con diplomacia, una nueva línea que lo llevaría a firmar acuerdos internacionales con Israel, y al mismo tiempo a continuar usando la única arma que conoció a fin de conseguir sus objetivos.
En 1974 Yasser Arafat consiguió su primer gran logro en la arena política internacional: el 13 de noviembre la OLP es recompensada con el rango de “observador” en las Naciones Unidas y se le da la oportunidad de exponer su lucha en la Asamblea General -a la cual sólo se le permitió entrar tras depositar su pistola personal bajo custodia de la seguridad de este organismo-. Un nuevo rumbo comenzó y Arafat intentó desligarse de los atentados terroristas. La mayoría fueron realizados por diferentes organizaciones ligadas a él, pero sin que la OLP se hiciera cargo.

En 1988 Arafat leyó públicamente una declaración de independencia del “Estado Palestino”, para luego condenar todo tipo de violencia, aceptando el derecho de Israel a existir y así sentando las bases que los Estados Unidos exigían para comenzar conversaciones de paz.

Como consecuencia de las negociaciones con Israel y la firma final de los acuerdos de Oslo en 1993 alcanzó la cima de su carrera política al obtener un Premio Nobel, nada más ni nada menos que el Premio Nobel de la Paz.

“L´etat, c´est moi”: El Estado soy Yo

Muchos de los líderes de las naciones “liberadas” en la segunda mitad del siglo XX, como Mao Tse-Tung en China, Sukarno en Indonesia, Robert Mugabe en Zimbabwe, Mohamad Khadafi en Libia y Gamal Abdel Nasser en Egipto, han comprobado ser fieles seguidores de la escuela política de Luis XIV, quien se creía el estado mismo y cuya crueldad no tuvo límites.

Arafat fue parte de esta generación de líderes, una invención propia, propia de sus delirios de liderazgo supremo.

En su tipo de accionar podemos distinguir una dicotomía entre medios y fines. Los medios fueron la violencia, los asesinatos, los secuestros, las matanzas masivas. Arafat convirtió su terror en un brillante instrumento político, su terror fue el camino para obtener reconocimiento internacional y respeto. Sin duda la ambigüedad se convirtió en su arma más importante.

Arafat se veía a si mismo como un anti-imperialista revolucionario al estilo de Ho Chi Mihn, Mao o Castro. Al igual que para ellos, su moto fue “revolución hasta la victoria”. Victoria total, una victoria que implica la creación de un estado sobre un territorio en disputa, una disputa que puede mantener este conflicto por generaciones, hasta que ambas partes noten que la búsqueda de la victoria total solo fortalece la revolución y las matanzas.

A lo largo de su carrera “política” la importancia de Yasser Arafat muchas veces no consistió en lo que él era, sino en lo que él representaba: el pueblo palestino. Quizás al igual que De Gaulle en Francia, Arafat fue el creador y arquitecto del movimiento nacional palestino a mediados de los años '60 y lo dirigió por 40 años.

El mundo occidental nunca se sintió completamente “cómodo” con él, y él nunca se sintió “cómodo” con el mundo libre. Manejar la paz le fue mas difícil que conducir una guerra. Los fallidos acuerdos de Oslo, la oportunidad desperdiciada en Camp David, su romantización de la violencia, la negación de Israel, y el adoctrinamiento de una nueva generación de intolerancia y odio, no serán olvidados rápidamente. Quizás generaciones y líderes que sean una antítesis del mismo Arafat sean necesarios para borrar esta parte cruel de su legado, un legado mixto: por un lado pudo haberse convertido en el líder de un nuevo estado árabe, dejar de lado la lucha y dedicarse a la construcción de una verdadera patria para su pueblo. Pero, al mismo tiempo, hubiera tenido que enfrentar a ese pueblo con las limitaciones del nuevo estado, con una Jerusalem dividida, problemas económicos y demográficos y la destrucción de los mitos que él mismo creó. La alternativa de ser un guerrero revolucionario constante y la popularidad que esto implica, sin dudas fueron una gran tentación. Su gran debilidad fue la incapacidad de dejar de lado la violencia como medio.

Arafat siempre buscó la gloria y la victoria completa por lo que retornó al nihilismo de la lucha armada dándoles gran énfasis al léxico y a la imaginación del Islam; la Intifada de “Al Aksa” comenzó en el año 2000 y desde entonces miles de israelíes y palestinos murieron.

La capacidad de Arafat de organización, manipulación, engaño y proyección de su persona como un icono del pueblo palestino asegurará que su gente no sea olvidada. Arafat fue el gran semiólogo de Oriente Medio, su creación suprema fue su persona y su estatus de “padre del Pueblo Palestino. Sus presentaciones públicas -la barba, su pistola, su kefiá doblada, según él lo explicaba, "en la forma de palestina"- fueron únicas y fortalecieron la creación de su mitológica persona, una persona que vivió y murió como un mito, una muerte con todos los componentes de las mejores telenovelas: rodeada de misterios, acusaciones, enfermedades, dinero, lucha por el poder y odio. Pero a pesar de su oscuro pasado el hombre que más judíos asesinó desde Hitler falleció como un “héroe” internacional acompañado por líderes de países occidentales y árabes -quienes más de una vez intentaron eliminarlo en el pasado- y con las banderas de la ONU a media asta.

Al igual que Mandela, Arafat es llamado el padre de su nación pero, a diferencia de él, falló en brindarle a su pueblo un Estado. Quizás por esta razón será por muchos de nosotros recordado simplemente como un terrorista, y no como un gran estadista.

Deporte y política

Entre “Juegos Políticos” y “Juegos Olímpicos”

El 17 de agosto pasado, durante los Juegos Olímpicos de Atenas, Arash Miresmaeili -yudoca iraní dos veces campeón mundial en esta disciplina- debía medirse con su oponente israelí, Ehud Vaks. Sorpresivamente Miresmaeili anunció ese mismo día que no se enfrentaría a Vaks -quedando así descalificado de la competencia- dado que se solidarizaba con el “sufrimiento” del pueblo palestino, por lo que no podía enfrentarse al representante israelí.

Desde 1979, año de la revolución islámica en Irán, este país no reconoce la existencia del Estado de Israel y apoya fervientemente la causa palestina. Pero se trata de la primera vez que en una competencia deportiva, ese país se niega a enfrentar a un equipo israelí por motivos políticos: si bien ocurrió otras veces que los deportistas iraníes no se midieran con sus pares israelíes, siempre argumentaron lesiones o enfermedades para evitar las competencias directas. El vocero olímpico iraní en Teherán declaró que “es la política general de Irán evitar competir contra atletas del Régimen Sionista y Arash Miresmaeili cumplió con este mandato”.

Arash Miresmaeili tuvo el honor de llevar la bandera iraní durante la ceremonia de inauguración de los juegos, pero lamentablemente para él -y quizás para el pueblo iraní- no pudo concretar las grandes posibilidades que tenía de obtener el oro en esta disciplina siendo el favorito, simplemente por motivos políticos.

Este hecho es sólo un ejemplo más de la mezcla que existe entre los juegos olímpicos, el deporte y la política, y quizás el principal motivo por el cual se puede dar esta mezcla es debido a que el común denominador de la población generalmente no ve ninguna relación entre la política y los deportes.

Muchas veces debido a esta falta de conciencia de la población, diferentes facciones políticas, o incluso naciones, manipulan concientemente eventos deportivos para poder expresar su agenda política dramáticamente. El deporte se convierte en político principalmente por su gran utilidad, tiene la capacidad de llamar la atención, diseminar mensajes internacionalmente y ocasionalmente incluso exacerbar relaciones diplomáticas.

Los juegos olímpicos han sido útiles para catalizar tensiones políticas, especialmente desde los años '30. Estos ofrecen a las naciones anfitrionas la oportunidad de tener una gran exposición mediática por medio de una exacerbada cobertura internacional. En ese marco, estas naciones sede intentan demostrar qué tan bien funcionan sus propios sistemas políticos. Este tipo de propaganda oficialista/nacionalista que proviene del país organizador puede ser observado de alguna manera u otra en todos las Olimpíadas.

Muchas de las controversias en los Juegos Olímpicos, especialmente en las últimas décadas, se han centrado en el uso del “boicot” para avergonzar a las naciones y cuestionar su accionar en el ámbito político.

Los boicots de los Juegos Olímpicos están generalmente dirigidos contra naciones específicas, y se centran en su accionar en situaciones o eventos específicos. Sólo un boicot se prolongó continuamente pasando a ser parte del fixture permanente: el caso de Sudáfrica, cuya importancia en el mundo deportivo fue más allá aún de los Juegos Olímpicos.

Hablar de deporte y política invariablemente nos lleva a una discusión entre “propaganda” y “boicot”, pero el área principal donde estos dos conceptos se encuentran es en el “estado”. Los deportes han sido usados por los estados antiguos y modernos para lograr diferentes objetivos. Los modelos soviéticos por ejemplo son vistos como la expresión máxima de la intervención del estado en el deporte: un programa de control centralizado aseguraba el gran nivel de excelencia deportiva de los estados soviéticos y garantizaba así una exitosa propaganda del alto nivel cultural del régimen comunista. Los países occidentales por su parte, si bien admiraban los logros deportivos, deploraban el sistema burocrático que alimentaba la ideología política en el deporte. Pero aun así, la influencia del estado también puede ser vista en las mejores democracias occidentales.

El caso olímpico: historia de conflictos

Como hemos observado las Olimpíadas son sin duda un gran escenario político y ejemplos de esto lamentablemente no nos faltan.

El antisemitismo que caracterizó al nazismo también afectó a los deportes. En 1933, cuando el boicot nazi a los comercios judíos comenzó, las instituciones deportivas oficiales alemanas excluyeron de sus filas a los judíos. Dos años más tarde ya había una completa segregación de los judíos en el deporte alemán, algo completamente opuesto a los ideales olímpicos. Los Estados Unidos intentaron, sin resultado, boicotear los juegos olímpicos de Berlín a lo que respondió el Presidente del Comité Olímpico en ese momento, Avery Brundage: “Ciertos judíos deben entender que no pueden usar los Juegos Olímpicos como arma para boicotear a los nazis”.

Uno de los ejemplos más destacados de la intervención estatal en los Juegos pudo ser observado en las “Olimpíadas Nazis” de 1936. Los Juegos de Berlín fueron la ocasión en la cual los Nazis intentaron demostrar al mundo la “capacidad” de los músculos arios y la “superioridad” de la raza ideal. Hitler había ya expresado su doctrina de “superioridad racial” de la raza aria y necesitaba un escenario internacional para revelar una evidencia tangible de la misma. El “campo neutral” del deporte le dio este escenario.

Sólo en retrospectiva los Juegos de Berlín fueron analizados y criticados, siendo sin duda los más ideológicos que se hayan llevado a cabo.

Mientras Hitler usó el deporte como una potente herramienta de propaganda, futuros anfitriones de los mismos convirtieron los Juegos en jingoísticamente extravagantes, como se pudo observar en los Juegos de Los Ángeles, en 1984, probablemente los más nacionalistas en el período de la posguerra, debido al excesivo uso de símbolos patriotas y mitos nacionalistas.

Igualmente, ninguno de los Juegos Olímpicos desde los años '30 ha podido ser inmune a incidentes políticos de diverso tipo. La derrota de Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra Mundial dejó a estos países fuera de los primeros Juegos de la posguerra en Londres en 1948. Holanda, Egipto, Irak y España boicotearon los Juegos de Melbourne de 1956 en protesta contra la invasión inglesa y francesa al Canal de Suez. En 1964 Sudáfrica fue suspendida y luego expulsada (en 1970) del Movimiento Olímpico por su política de Apartheid, también por los mismos motivos Zimbabwe y luego Rhodesia fueron expulsados del movimiento en 1972 por adoptar un sistema de estratificación similar al Apartheid sudafricano y por haber promulgado una Declaración de Independencia a expensas de la comunidad internacional. Nueva Zelanda, a pesar de estas decisiones del Movimiento Olímpico, continuó manteniendo relaciones deportivas con Sudáfrica sin ser expulsado del Movimiento Olímpico, lo que llevó a que 20 naciones africanas boicotearan los Juegos de Montreal en 1976. En 1980 la delegación olímpica de los Estados Unidos se retiró de los Juegos de Moscú luego de la invasión soviética a Afganistán. La entonces premier británica Margaret Thatcher, por su parte, exhortó a los atletas ingleses a no participar en esos mismos Juegos, pero la Asociación Olímpica Británica decidió participar en ellos de todas formas. El bloque de países soviéticos (excepto Rumania) respondieron en 1984 a lo acontecido en 1980 no asistiendo a los Juegos de Los Ángeles, y sólo China envió una delegación limitada de 200 deportistas. En 1988 Cuba no participó de los Juegos de Seúl luego de que Corea del Sur rehusara a compartir la organización de las Olimpíadas con Corea del Norte, que se retiró voluntariamente de la organización. En 1992 la tensión fue principalmente interna. Barcelona, un anfitrión de tendencia fuertemente conservadora y catalana, deseaba por un lado mantener esta autonomía cultural y, por el otro, contar con la asistencia del gobierno central de Madrid.

Parte de la religión (moderna)

Ciertos incidentes internos llevan a pensar que algunos Juegos Olímpicos deberían haber sido suspendidos. El mejor ejemplo de esta afirmación fueron los Juegos Olímpicos de Munich en 1972, cuando el 5 de septiembre ocho terroristas palestinos pertenecientes a la división “Septiembre Negro” de la OLP ingresaron a las habitaciones de la delegación israelí demandando la liberación de 200 terroristas palestinos encarcelados en Israel. Las negociaciones no fueron exitosas y como consecuencia 11 atletas israelíes fueron brutalmente asesinados. Sólo un día de luto fue decretado y las competiciones siguieron, en un intento -quizás ridículo en este caso- de separar la política del deporte. Lord Killanin, presidente del Comité Olímpico Internacional en esa época, comentó luego -en 1983- que los terroristas explicaron la elección de los Juegos Olímpicos como lugar para llevar a cabo la protesta aduciendo que éstos constituyen la mas “sagrada ceremonia” de la “religión moderna del mundo occidental".

Sin duda alguna la popularidad mediática de los Juegos Olímpicos los convierte en un blanco atractivo donde promover causas sociales y políticas, y donde las cámaras de televisión son las armas más importantes. Una manifestación sin una cámara que la registre puede evaporarse rápidamente; una buena imagen, en cambio, puede ser más efectiva que una protesta escrita. Hoy, probablemente, nosotros recordamos fundamentalmente las imágenes de los terroristas palestinos que llevaron a cabo la masacre en Munich sin siquiera tener en cuenta los documentos incoherentes que éstos le presentaran al gobierno alemán.

Como podemos observar, los Juegos Olímpicos poseen una relevancia genérica que los convierte en el escenario perfecto para exponer los dramas políticos. Los Juegos han tenido la capacidad de capturar las tensiones, protestas y hasta atrocidades que ocurren en el mundo.

Los gobiernos de las naciones y el Comité Olímpico Internacional -por el contrario- argumentan que los Juegos generan una unión universal alrededor del deporte, y por medio de esta definición intentan olvidar el terrorismo, el racismo, el imperialismo y otras atrocidades que suceden a diario en nuestros días, negando que los Juegos Olímpicos sean constantemente atacados y afectados por estos factores.

Como hemos visto, el deporte en este caso es usado para dramatizar eventos que están aparentemente desconectados de la competencia deportiva.

Es destacable que muchos de los temas inherentes al deporte poseen potencial político e ideológico: nacionalismo, competición, búsqueda de supremacía, el heroísmo de la victoria. Los grandes países intentan por medio del deporte demostrar su poderío y los más pequeños buscan lograr reconocimiento mientras que los nuevos países participantes en el desfile inaugural reciben la aceptación y validación como miembros de la comunidad internacional.

Si bien la influencia de la política en el deporte es muy importante, ella no siempre es reflejada en los medios de comunicación y este es quizás el motivo por el cual la mayoría de los espectadores consideran que el deporte es aún apolítico. Muy probablemente, sin embargo, aún estemos muy lejos de ver unos Juegos Olímpicos en los cuales participen todos los estados o al menos en los cuales Israel e Irán se enfrenten.

El deporte está repleto de historias de prisioneros compitiendo contra sus captores, en épocas de guerra y épocas de paz, de colonias y colonialistas. Como dijeran Morgas Spa, Rivenburgh y Larsson: “Los Juegos Olímpicos representan una guerra metafórica entre los estados nacionalistas” y, como ya lo sabemos, las guerras generalmente son manejadas por los políticos.

Historias judías

Recife: La primera comunidad judía de las Américas

La historia de los judíos en Brasil es muy antigua, más antigua aún de lo que nosotros imaginamos. Esta presencia ha sido muy importante dejando rastros históricos en las diferentes épocas coloniales -portuguesa, española y holandesa-, una importancia que no ha sido siempre valorada por los historiadores.

Hoy en día, gracias a un importante descubrimiento realizado en la ciudad nordestina de Recife, provincia de Pernambuco, podemos afirmar que los judíos ya se encontraban en Brasil mucho antes de que estas tierras pertenecieran a los portugueses.

Según los indicios históricos y las últimas investigaciones, la comunidad judía de Pernambuco se habría formado organizadamente en la primera mitad del Siglo XVII, período en el cual esta provincia se hallaba en manos del imperio holandés, y por lo tanto disfrutaba de la libertad religiosa que el mismo brindaba a sus habitantes.

Judaísmo floreciente

Durante los siete años de gobierno del holandés Joao Mauricio de Nassau -entre 1637 y 1644- la inmigración judía fue constante, estos nuevos inmigrantes judíos se unieron a los nuevos cristianos o judíos conversos que ya vivían en Recife. Esta inmigración fue altamente favorecida por los grandes contactos y relaciones comerciales que tenían los judíos sefardíes portugueses afincados en Ámsterdam con los emprendedores holandeses.

Los judíos se dedicaban al comercio, exportación de azúcar y venta de esclavos africanos.

Durante estos años la Congregación Judía de Ámsterdam decidió, en 1642, enviar a uno de sus famosos rabinos a Recife, el Rabino Isaac Aboad da Fonseca -nacido en 1605 en Portugal, hijo de una familia de nuevos cristianos quien retornó al judaísmo luego de trasladarse a Ámsterdam-, a fin de ocupar el cargo en la nueva comunidad de Pernambuco, que ya contaba con 600 familias y así consolidándose finalmente. Isaac Aboad da Fonseca fundó la Congregación Kahal Zur Israel, que contaría con la primera sinagoga construida en territorio americano y cuya congregación llegaría a significar un 10% de la población total de Recife.

La presencia del rabino en la ciudad y la floreciente realidad económica y comunitaria atrajeron a más judíos a la zona, llevando a la creación de dos escuelas religiosas judías: Talmud Torá y Etz Jaim, y también de un cementerio judío ubicado fuera de la ciudad en el actual Barrio dos Coelhos.


Durante sus 13 años de presencia en Recife el Rabino Isaac Aboad da Fonseca fue la autoridad religiosa suprema de esta nueva kehilá. En 1646, luego de un intento portugués fallido de conquistar la ciudad, compuso el Rabino un himno de plegarias narrativas que describen los acontecimientos históricos, llamado Zekher Asiti le-Nifla'ot El, la primera composición judía en América aún preservada. Entre sus escrituras realizadas en este período se encuentran también un tratado de gramática hebrea: “Melekhet ha-Dikduk” - aún no publicado- y un tratado de Treinta Principios de Fe. Tras la caída de Recife en manos portuguesas el Rabino Isaac Aboad da Fonseca regresó a la ciudad de Ámsterdam donde se convirtió en un prominente líder de la comunidad local.

En 1654 el régimen holandés sobre esta parte del actual Brasil llegaría a su fin con la llegada de los nuevos conquistadores portugueses y su Inquisición. Esta Inquisición ya tenía un tribunal propio establecido en el año 1534 en la ciudad de Olinda, vecina a Recife.

Con la llegada de la Inquisición los nuevos judíos eran en algunos casos arrestados y deportados a Lisboa para ser juzgados por los Tribunales de la Inquisición. No obstante, fue sólo en 1654 y tras 20 esplendorosos años de régimen holandés donde la cultura y la arquitectura demarcaron y diseñaron la actual Recife, que un grupo de brasileños apoyados por el Reinado portugués lograron -por medio de acciones guerrilleras y la famosa batalla de los Guararapes- expulsar a los holandeses de Recife. Se trataba de la única colonia holandesa en Sudamérica, colonia en la cual estos nuevos judíos holandeses pudieron florecer y saborear la libertad que les había sido quitada en Portugal por la misma Inquisición que llegó luego a América.

La comunidad judía tuvo un período de tres meses para deshacerse de sus bienes y buscar un nuevo hogar. Parte de ellos regresaron a Europa, donde desarrollaron el comercio del azúcar en las Antillas Holandesas. Otros veintitrés miembros de esta comunidad, en cambio, emigraron accidentalmente hacia América del Norte cuando el barco que los conducía a Ámsterdam fuera atacado y sus pasajeros llevados a los puertos de la América Inglesa. Estos refugiados se afincaron en un nuevo lugar denominado Nueva Ámsterdam, donde se fundó la primera comunidad judía organizada de América del Norte, mejor conocida en nuestros días como Nueva York. Aquellos que quedaron en Brasil cayeron en manos de la Inquisición o se fueron asimilando a la sociedad gentil, sin haber dejado rastros.

Brasil quedó así en manos de los portugueses hasta el año 1822, año en el cual se fundó el Imperio de Brasil independiente, más tarde República.

Sinagoga Kahal Zur Israel, la primera Sinagoga de las Américas

Las excavaciones para encontrar esta sinagoga, uno de los más grandes tesoros de la historia judía americana, comenzaron en el mes de septiembre del año 2000 bajo la dirección de Marcos Albuquerque, arqueólogo de la Universidad Federal de Pernambuco. Para llevarlas a cabo se utilizaron mapas y viejos registros municipales. Las pistas eran pocas y poco concretas, dado que la Inquisición había hecho todo lo posible para borrar los indicios de presencia judía en la ciudad.

Los edificios donde funcionaba la sinagoga fueron donados en 1654 -con el fin del dominio holandés- a Joao Fernandes Vieria quien aproximadamente 20 años después los transferiría por medio de una escritura fechada el 14 de Octubre de 1679 a la Congregación Oratoria de San Felipe de Neri. En el año 1821, tras la extinción de esta orden, estos edificios pasaron a formar parte del patrimonio del Colegio dos Orfaos -más exactamente en 1835- y posteriormente estuvieron bajo la propiedad de la Casa de Misericordia do Recife -desde 1862-.

Estos edificios, que tenían la numeración 12 y 14 en el siglo XIX, pasaron a tener la numeración 197 y 203 en el siglo XX. En base a datos encontrados en los archivos de la Empresa de Urbanización de Recife, se pudo llegar a esta paridad en los números apoyada esta suposición en una sentencia judicial que data del año 1963 a favor de la Casa de Misericordia do Recife donde se identifican expresamente estos inmuebles.

Su ubicación actual es en el subsuelo de los números 197 y 203 de la Rua do Bom Jesus -antiguamente llamada Rua dos Judeus-.

El descubrimiento de la Sinagoga Kahal Zur Israel es considerado hoy en día por los arqueólogos como uno de los hallazgos más importantes de la región.

Durante las excavaciones los arqueólogos hallaron ocho niveles diferentes de piso dentro de estas casas donde funcionaron la sinagoga y la Mikve (baño ritual), ya que hace 300 años atrás, cuando la sinagoga funcionaba, el nivel de las calles en esa zona de la ciudad era 80 centímetros más bajo que el actual: a esa profundidad se encontró el piso original de la Sinagoga. Una gran cantidad de material arqueológico -vajillas holandesas, metales, etc.- que retratan la vida cotidiana en esas épocas fue descubierto. Otro hallazgo importante fue la localización de la margen izquierda del Río Beberibe a 1,60 metros del nivel actual del piso, lo que significaría según los arqueólogos que la calle donde se encuentra la sinagoga no existía a principios del período colonial sino que este terreno fue conquistado del río por los judíos que habitaban esta zona. También se encontraron las murallas que protegían a la ciudad 350 años atrás, murallas de 88 cm. de alto y también ubicadas a 1,60 metros del nivel del piso de las casas ubicadas en la ex Rua dos Judeus, estas murallas son parte de los cimientos de la sinagoga.

Una cavidad en forma de pozo se convirtió en el descubrimiento más importante de las excavaciones. Esta sería la Mikve, la mayor prueba de que existía allí una sinagoga. Luego de minuciosas mediciones y controles se constató que la Mikve fue efectivamente construida de acuerdo a las normas que estipula la religión para este fin. El pozo encontrado tiene una capacidad de 648 litros de agua natural, una profundidad de 1 metro 50 centímetros y se llenaba solamente hasta el nivel de 1 metro y 30 centímetros. Según los rabinos uno de los aspectos más importantes de la sinagoga y una de las necesidades básicas de cualquier comunidad judía independientemente a donde se encuentre es la Mikve, ya que allí es donde hombres y mujeres se purifican ante Dios.

La autenticidad de esta fue Mikve confirmada por un Consejo Rabínico encabezado por el Rabino David Weitman en el año 2000.

Finalmente 350 años después de la expulsión de los judíos de Pernambuco la Primera sinagoga de las Américas se encuentra nuevamente abierta, y es visitada por turistas del mundo entero que desean ver un lugar considerado como uno de los mas importantes del judaísmo en el Nuevo Mundo, un lugar donde se escribieron las páginas de las aventuras de los judíos en América.

domingo, mayo 01, 2005

Sharón y el Plebiscito

¿Ejemplo de democracia o maniobra política?

La salida de la Franja de Gaza, y esta vez a diferencia de lo estipulado en los acuerdos de Oslo, incluyendo en ella a todos los colonos judíos allí instalados, es una decisión muy comprometedora para cualquier gobierno, especialmente para un gobierno de derecha que en gran parte se encuentra en el poder gracias a los votos de las facciones más derechistas del mapa político israelí. No sólo gran parte de los votantes de Likud se oponen a esta “concesión” o “premio al terror” como ellos lo denominan, sino que también, para desgracia del primer ministro, algunos ministros de su gabinete están radicalmente en contra de dicho plan.

A fin de llevar a cabo su programa, si bien no era necesario el apoyo completo de todos los miembros del Likud, sí era recomendable para Sharón obtener la aprobación de todos sus ministros a fin de mantener unida esta frágil coalición gubernamental que dirige. Una mayoría a favor del plan de Sharón en este plebiscito le habría dado el arma necesaria para que todos los ministros, o al menos aquellos que pertenecen a Likud, cumplieran la voluntad de sus electores y lo aceptaran también.

En la búsqueda de la legitimación a su plan para retirar la presencia israelí de la Franja de Gaza, tanto de los 7.500 colonos allí instalados como de la gran cantidad de tropas apostadas a fin de defenderlos, hizo uso Sharón de una de las más peligrosas armas de todo régimen democrático: la consulta popular o referéndum.

En este caso esta consulta se realizó en Israel de una forma muy particular, siendo una adaptación Sui Generis de Sharón para resolver un tema de importancia nacional y no sólo partidaria. Sharón le concedió el derecho de voto sólo a un reducido grupo de ciudadanos, los miembros del Likud, quienes -aparentemente- tuvieron en sus manos una de las más importantes decisiones en la historia del Estado de Israel, una decisión que podría cambiar la realidad política y demográfica así como también nuestras relaciones con la comunidad internacional.

Si bien existen diferentes definiciones sobre el concepto de “democracia”, y quizás ninguna de ellas agote el sentido del concepto, una de las más radicales de la misma la define como “la dictadura de la mayoría”. En Israel, en este caso fue una minoría la que tuvo el honor de decidir, teniendo en cuenta de que en caso de que esta decisión sea aceptada por el gobierno, impondría su verdad. Es ésta una verdad parcial, una “verdad” resultado de una consulta a la que sólo se presentaron un 41% de los 193.000 miembros del Likud que tenían el derecho, o más aún, el deber cívico de presentarse en las urnas. El privilegio no fue compartido por el resto de los sectores políticos de la sociedad y, así, la verdad de los elegidos para elegir puede marcar el futuro político tanto de Israel como quizás el del mismo Sharón.

Como fue aclarado antes de este referéndum por diferentes fuentes allegadas a Sharón, desde el punto de vista legal los resultados del mismo no lo obligan a actuar de alguna forma específica, pero todos sabemos que desde el punto de vista ético el referéndum sin duda compromete al hábil premier, y él lo sabe.

Esta consulta nos demuestra, entre otros factores, que los intentos de Sharón de aplicar una política un poco más de centro, ideológicamente hablando, dentro del Likud y de la coalición que él mismo formó, no son fáciles de concretar. Pero, aun hoy después de haber sido derrotado en el referéndum, y a pesar de enfrentar una profunda crisis política en el ámbito nacional e internacional, Sharón sigue siendo el indiscutido líder del Likud y de la derecha israelí, a pesar de que esta consulta partidaria le ha dado una gran lección, una lección que incluso un líder con la experiencia de Sharón está aprendiendo en carne propia: con la ideología no se juega. A veces las ideologías se convierten en valores supremos e indiscutibles adquiriendo condición de dogma, y a los dogmas del Likud ni siquiera Arik “el rey de Israel” pudo vencer.

Entre Gaza y Washington

Tras una más que exitosa visita a los Estados Unidos volvió Sharón a Israel con lo que muchos denominaron una carta “histórica” del Presidente Bush. Este, a su vez, se encuentra en medio de un controvertido debate público sobre la actuación de su país en Irak y en plena campaña política a fin de mantener su presidencia por cuatro años más, y no está interesado en perder las influencias del lobby ni los votos judíos norteamericanos. Sharón se aseguró que estén explícitos en esta carta de G. W. Bush (hijo) todos los argumentos que él pudiera llegar a necesitar para convencer a sus partidarios. Pero en el mundo de la política nada es gratis, los favores deben ser devueltos, incluso a los aliados como Estados Unidos.

Ahora Sharón deberá encontrar la forma de satisfacer las exigencias del presidente norteamericano, quien se encuentra en la mira del mundo árabe, luego de haber comprometido sus relaciones con este último. Su imagen internacional y nacional -frente a su propio partido y el Congreso de los Estados Unidos- también fue, de hecho, delineada por los 80.000 votantes del Likud, convirtiendo al presidente en otra de las “víctimas” de esta maniobra de Sharón.

Las presiones norteamericanas no demorarán en llegar, el apoyo de los Estados Unidos sin duda ya se ha convertido en un peso para el premier israelí, la comprometida carta de Bush se transformó en la garantía de una deuda por la cual Sharón deberá personalmente responder.

Sharón y sus opciones

Este tipo de plebiscito, donde las opciones son “sí” o “no”, como ya lo hemos analizado, puede ser el peor enemigo en la legitimación del poder y carrera política de un líder. Una nueva realidad se le ha presentado a Sharón al día siguiente del plebiscito encontrándose sin el apoyo de su facción en el gobierno y de su partido, bajo una fuerte presión de EE.UU. -su principal aliado-, y sin un plan político a implementar en uno de los momentos más críticos en la historia de Israel.

La primera opción que se le presentó al premier, y quizás la salida más fácil y lógica a esta situación sería su renuncia. Sharón reconocería la derrota como una señal de descontento partidario con su política y falta de apoyo en sus decisiones -como él lo ha dicho antes de la consulta popular, “quien vota a favor del plan, me vota a mí”-. La Knesset, entonces, recomendaría al presidente Moshé Katzav, un candidato a Primer Ministro que intentaría formar la coalición gubernamental dentro de 21 días. De no lograrlo, se realizarían elecciones generales 90 días después.

Pero quien piense que Sharón podría renunciar no conoce realmente a Ariel Sharón. Si bien la derrota tiene un significado que él deberá analizar, ya que representa el rumbo político que su partido desea para el gobierno y aparentemente no concuerda con su visión de la realidad, Sharón es aún -como está dicho- el líder indiscutido del Likud, un partido donde aparentemente y de momento no existe alternativa. Los miembros del Likud saben que aún hoy, y quizás más que nunca, no hay otra opción dentro de su partido. Si bien parecía que la alternativa a Sharón podría ser Biniamín Netaniahu, este último arruinó sus posibilidades dentro del grupo de oposición al Plan Sharón cuando le declaró su apoyo al premier. Pero aun así, a pesar de no ser una amenaza inmediata, no debemos subestimar a Netaniahu, conocido por su gran habilidad política.

La segunda opción que se le presenta al líder es hacer uso correcto de las posibilidades que le brinda el sistema democrático. Sharón podría alegar que el la decisión sobre la retirada de Gaza es una cuestión que debe ser resuelta por todos los ciudadanos de Israel, y no sólo los miembros de un partido o facción política, e intentar así convocar al pueblo a un nuevo referéndum, pero en este caso votarían todos aquellos ciudadanos que tengan derecho a votar para las elecciones de la Knesset.

A fin de lograr la convocación de este referéndum debería Sharón contar con la aprobación la Knesset, un apoyo casi garantizado por las diferentes facciones de la izquierda israelí representada en el parlamento. En este caso las elecciones tendrían carácter nacional y serían directamente controladas por el Comité Central Electoral.

La tercera opción es, a pesar de los resultados del referéndum, la presentación de su plan ante el gobierno para que el mismo sea aprobado por los ministros y así continuar con él. Esta maniobra es muy riesgosa, ya que algunos de los ministros que no han apoyado desde el principio y fueron sólo convencidos de dar su apoyo en los días previos al referéndum -Biniamin Netaniahu, Limor Livnat y Silvan Shalom- podrían ahora alegar que no desean aprobar algo en contra de la voluntad del partido, uniéndose así a los principales opositores del plan -Uzi Landau, Tzachi Hanegbi y Natán Sharansky- lo que dejaría a Sharón en minoría nuevamente.

La cuarta opción con la que cuenta Sharón es la de formar un nuevo gobierno, descartando a las facciones más derechistas del mismo e introduciendo al Partido Laborista en su lugar, lo que le aseguraría la aprobación de su plan dentro del gobierno. Si bien esta opción es posible, desde el punto de vista ético como lo hemos ya analizado, no sería la más acertada, ya que el premier en cierta forma “traicionaría” la decisión de su partido y a sus votantes.

Otra de las opciones que le brinda el sistema político israelí sería la disolución de la Knesset por medio de una legislación especial, lo cual generaría nuevas elecciones anticipadas, tres años antes de lo estipulado. Sharón necesita, para llevar a cabo esta disolución, el apoyo de la principal fuerza opositora, el Partido Laborista, la cual seguramente no se opondrá a nuevas elecciones a fin de fortalecer su posición política en el Parlamento.

La sexta y última opción, y quizás la más probable, significaría una “remodelación” del plan de Sharón, cambiar los aspectos más sensibles del mismo, y que encuentran la mayor oposición dentro del Likud y del gobierno a fin de que este sea aprobado por los ministros y luego la Knesset sin que este sea visto como una traición a los ideales del partido y al resultado del referéndum.

En caso de elegir esta opción, Sharón se encontraría en una situación bastante comprometida, dado que deberá por un lado satisfacer las exigencias americanas y de algunos sectores más moderados de su gobierno como ser las del partido Shinui y a su vez complacer a sus electores que ya lo han puesto a prueba.

De esta forma intentaría Sharón ganarse nuevamente, de a poco, el apoyo de su partido. Si bien este plan, como lo hemos dicho, es bastante probable, aún no ha sido diseñado, lo que implica que pasará un tiempo hasta que veamos su presentación y posible aplicación, un tiempo que en un Israel que lucha contra el terror y las muertes día a día puede ser muy costoso.