jueves, marzo 30, 2006

Elecciones 2006: Crónica de un resultado anunciado

Los resultados de las últimas elecciones representan la decisión de los israelíes de poner fin al conflicto con los palestinos y ocuparse de sus asuntos domésticos, en especial los socio-económicos.

Las últimas elecciones para la Knesset fueron, al igual que el proceso que sufrió el mapa político israelí en los meses previos a las mismas, claramente atípicas. Una serie de eventos completamente inesperados, como la victoria de Amir Peretz en las internas de Avodá, la creación de Kadima, la posterior enfermedad de Sharón y el poco interés de la altamente politizada ciudadanía israelí en estos comicios fueron elementos determinantes en el resultado de las mismas.

Varios factores preocupantes pueden ser vistos a través de los votos, factores que nos demuestran diferentes fenómenos que están ocurriendo dentro de la sociedad israelí, una sociedad que cambió su forma de votar, que dijo no a los tradicionales partidos políticos israelíes y al diálogo con los palestinos, una sociedad que se preocupa por la situación económica del país por primera vez en 30 años. ¿Estaremos frente a un nuevo tipo de juego político en Israel? Quizás sí, aunque lamentablemente sólo dos tercios del país estén interesados en este juego.

Con grandes perdedores pero sin grandes ganadores, las elecciones del 2006 básicamente reflejaron la falta de lealtad de los votantes a sus partidos tradicionales. Las razones pueden ser varias: quizás la ausencia de los líderes mitológicos, o la fractura del Likud que llevó a la creación de Kadima y alejó a Sharón de su partido, el controversial cambio dentro de Avodá, que llevó a Simón Peres a abandonar su agrupación y por primera vez colocó a un líder sefardí a la cabeza de este partido, y la salida de Iosef Lapid de Shinui del centro del mapa político israelí. Todo ello sin duda dejó a muchos de los votantes sin un techo ideológico, a la deriva entre diferentes propuestas, la mayoría de ellas no muy claras ni realistas, propuestas que llevaron a que sólo un 62% de la población se tomara el trabajo de ir a ejercer el derecho civil y expresar su opinión. Democracia en crisis, falta de ideologías y compromiso, decepción y falta de interés, son algunas de las conclusiones que podemos obtener luego de estas elecciones.

Kadima: mucho ruido y pocas nueces

Las encuestas previas a las elecciones mostraban a Kadima como el indiscutido ganador por amplia mayoría. Kadima ganó, pero solamente obtuvo 28 lugares en la Knesset, un número que indudablemente debe de haber decepcionado a los miembros del partido, quienes deberán hacer grandes concesiones a sus futuros socios políticos a fin de lograr una coalición gubernamental estable.

Ehud Olmert puede considerar estas elecciones como una gran victoria, una victoria personal. Este político prácticamente desconocido en la comunidad internacional, que en las elecciones pasadas entrara a la Knesset en el lugar 33 del Likud, muy abajo en la lista, nunca podría haberse imaginado ni siquiera en sus más ambiciosas fantasías que tres años más tarde tendría la responsabilidad de formar la próxima coalición gubernamental y ser el Primer Ministro del Estado de Israel. Olmert es un político discutido dentro de la sociedad Israelí, con un pasado que genera muchas opiniones contradictorias en la ciudadanía, principalmente entre los habitantes de Jerusalén, de la que fue por varios años intendente. Ahora se encuentra a la cabeza del partido más grande de Israel gracias a la inestabilidad política que reina en Medio Oriente y a las casualidades del destino.

Olmert es también el primero en la lista de una agrupación nueva, pero que reúne a muchos políticos de diferentes partidos tradicionales. Algunos de ellos se destacan por su pasado corrupto pero, al parecer, en Israel versión 2006 este tipo de pasado no imposibilita ser miembro de la Knesset. Otros se caracterizan por su inexperiencia y algunos pocos por sus habilidades para gobernar.

Kadima se encuentra frente al desafío de cumplir el ambicioso plan de Ariel Sharón: salida parcial de los territorios y delimitación de los límites definitivos del Estado de Israel. Todo esto será realizado hasta el año 2010, gracias a una palabra que llevó a este grupo de políticos a la victoria: unilateralidad.

Kadima y el fin del proceso de paz

Unilateralidad es la clave de este nuevo partido. Se terminó la era de las negociaciones, las mesas de diálogo, la cooperación y la búsqueda de dos estados para dos pueblos. Ariel Sharón fijó de modo claro, por medio de la salida de Gaza, nuevas reglas de juego para la región. No más conversaciones, Israel decidirá lo que es bueno para Israel y actuará de acuerdo a estas consideraciones. Lamentablemente, lo que es bueno para Israel en general no es bueno para los palestinos. Este juego dialéctico nos lleva la mayoría de las veces, con el correr de los años, a darnos cuenta de que lo que no es bueno para los palestinos al fin de cuentas tampoco es bueno para Israel.

Kadima planteó un mensaje que el público israelí finalmente aceptó. Debido a sus orígenes de derecha, logró introducir en la conciencia de la mayoría de la población un paradigma que la izquierda israelí hace años que viene planteando: la contradicción entre los intereses geográficos y los intereses demográficos del Estado judío. Dado que el proyecto de Estado judío que incluye a los asentamientos depende de la ocupación de territorios donde la gran mayoría de los habitantes son palestinos, la mayoría de la población judía en el Estado de Israel se ve claramente comprometida, así como también lo están las características democráticas del Estado. Pues ello lo convierte en un estado colonialista, opresor, y donde los derechos humanos son violados sistemáticamente en nombre de esta sangrienta visión del Gran Israel. En pocas palabras, el hecho de que la mayoría de la gente que habita entre el Mediterráneo y el Río Jordán sean dentro de pocos años no judíos, en definitiva imposibilita la existencia de un Estado judío democrático que domine todos estos territorios.

La idea planteada por Olmert de retiradas unilaterales, junto con la barrera de separación alterará drásticamente el mapa demográfico de la región, pero no solucionará el conflicto con los palestinos. Hamás ya declaró que no aceptará retiradas unilaterales de Israel, pero bueno si se trata de unilateralidad ¿por que debe escuchar Israel a Hamas? Demográficamente la barrera rodeará 48 asentamientos internacionalmente considerados ilegales y contendrá a 171.000 colonos dentro de los nuevos límites de Israel. De esta forma el gobierno evitaría evacuar al 87% de los colonos que habitan en territorios ocupados, obteniendo así una clara mayoría demográfica dentro de sus nuevas fronteras unilaterales y debiendo buscar solución sólo para 52.000 colonos que habría que evacuar.

Desde el punto de vista estratégico, lo más preocupante para un futuro proceso de paz es que el trayecto de esta barrera dejará dividido a los territorios bajo mandato palestino en 5 áreas (incluyendo la Franja de Gaza), áreas prácticamente aisladas unas de otras que imposibilitarán la creación de un estado palestino.

Quizás aquí reside la grandiosidad del plan que el mismo Sharón dibujó. Es poco factible que este dato no haya sido tomado en cuenta por los arquitectos del mismo, y nuevamente debemos recordar que ya hemos experimentado que lo que no es bueno para los palestinos tampoco lo es para nosotros.

En realidad, este plan de Desconexión es paradójicamente un retroceso para el proceso de paz. Por un lado, Kadima ha logrado convencer a los votantes de que puede eliminar el “problema palestino” colocándolos detrás de una pared. Sin embargo, al mismo tiempo, abandona todo tipo de diálogo y negociación, dando fin a una era que comenzara a principios de los años '90. Kadima puede desear moverse hacia delante, pero ciertamente este tipo de política llevará a Israel hacia atrás.

El poder de los pobres

Una de las características centrales de estas elecciones fue la importancia que adquirieron en ellas los temas sociales. Varios resultados centrales demostraron la importancia que tuvo la deteriorada situación social del país para los electores en el momento de emitir sus votos.

El sorpresivo resultado obtenido por Guil (siglas de Jubilados de Israel a la Knesset), el partido de los jubilados, y el relativamente buen resultado que logró Avodá, demuestran que la agenda social fue central en estas elecciones.
Como hemos, dicho la primera gran sorpresa fue el apoyo que obtuvo el partido de los jubilados, que por primera vez contará con bancas en la Knesset. Su líder no cumple con el modelo de jubilado que tenemos en nuestras mentes. Rafi Eitán, en efecto, es un ex líder del Mossad y del Shin Bet, estuvo encargado del secuestro de Adolf Eichmann en los '60, ha sido un exitoso hombre de negocios, goza de una pensión de 4.000 dólares mensuales, y tiene prohibido el ingreso a los Estados Unidos debido a sus actividades pasadas. Ahora, se ha rodeado de un grupo de jubilados, algunos de los cuales también cuentan con un pasado exitoso, a fin de mejorar los derechos de la gente de la tercera edad en Israel. Desde el punto de vista teórico, este es un claro ejemplo de un partido que se interesa en un solo tema central, y no intenta dar soluciones a todos los problemas del país como los partidos grandes.

El logro de Avodá, que centralizó su campaña en cuestiones sociales y no alrededor del conflicto palestino israelí, dejaron en claro que la ciudadanía desea un país donde las clases económicamente menos favorecidas estén contenidas bajo la protección del estado benefactor. Ello fue acompañado por el rotundo fracaso de Likud, liderado por Biniamin Netanyahu, principal responsable de los duros recortes sociales realizados en la era Sharón.

Gran parte de los votantes de Likud saldaron la deuda que tenían con el líder que les produjo enormes quitas de dinero de subsidios y ayuda gubernamental, llevando a este partido a su mayor fracaso en la historia. El Likud perdió así su rol como líder de la derecha israelí. Esa batuta ha quedado en manos ahora de Avigdor Lieberman, líder de Israel Beiteinu.

Una costosa coalición

Los 28 puestos en la Knesset logrados por Kadima se encuentran bastante por debajo de las expectativas de sus gestores. Si bien podrá formar una coalición gubernamental con partidos que le permitan llevar a cabo, o al menos intentar, su plan de desconexión, el precio que deberá pagar para obtener socios será extremadamente alto, quizás demasiado alto para una economía que recién está saliendo de un duro período de recesión.

Los socios potenciales de Kadima serían justamente aquellos partidos políticos que durante la campaña presentaron una fuerte plataforma social: Avodá, Guil (el partido de los jubilados) y Shas (partido religioso sefaradí).

Avodá está interesado en conseguir logros económicos para las clases más afectadas del país. La campaña de Amir Peretz se basó en promover la poco factible idea de elevar el salario mínimo a mil dólares, una suma que daría un duro golpe a las arcas del estado y a los pequeños y medianos empleadores del sector privado. Es de suponer que Olmert deberá realizar otro tipo de concesiones económicas a este partido.

En cuanto a Guil, para tener éxito, al menos parcialmente, durante el próximo período legislativo, Olmert también deberá destinar fondos a este sector de la población israelí que tan mal e injustamente ha sido tratado por los sucesivos gobiernos del país.

Shas, lamentablemente, también se ha caracterizado por la profunda corrupción de algunos de sus miembros. Ahora tendrá una nueva oportunidad de encontrarse dentro de una coalición. La formula es muy simple: enormes sumas de dinero para sus Ieshivot comprarán el apoyo de este partido para cualquier resolución que quien pague desee aprobar. ¿Será posible afrontar todos estos gastos y mantener una economía estable? ¿Podrá Israel continuar con la costosa construcción de la valla e indemnizar a aquellos colonos que desaloje mientras mantenga una economía con tintes socialistas? Estos problemas deberán ser tenidos seriamente en cuenta por Olmert antes de elegir a sus socios. Quizás comprando el apoyo de estos partidos pueda llevar a cabo su plan político.

Avodá modelo 2006

Amir Peretz, quien en las pasadas elecciones fuera líder de un marginado partido que sólo logró obtener tres mandatos para la Knesset, logró esta vez vencer al mitológico segundo de la política israelí: Shimón Peres. Esta victoria generó un rotundo cambio en la línea del Laborismo (Avodá) que, como está dicho, focalizó su campaña en los temas sociales que preocupan a la sociedad israelí, y ya no en el conflicto con nuestros vecinos. Quizás la mayor sorpresa para los miembros de esta agrupación tradicionalmente ashkenazi fue encontrarse con un líder de ascendencia oriental. Este factor, lamentablemente, pudo haber influenciado en que algunos votantes tradicionales de Avodá abandonaran este partido.

Avodá entrará en una coalición con Kadima básicamente con un interés muy claro: mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos. Sin embargo, no menos importante sería que este partido adquiera un rol de vigilante de la paz. Como hemos observado, Kadima aboga por pasos unilaterales. Por eso, quizás la importancia suprema de la participación de Avodá en la coalición gubernamental resida en ser el que constantemente le recuerde a Ehud Olmert que los problemas deben ser solucionados y no escondidos detrás de una gran pared de hormigón.

Avodá y principalmente su actual e inexperto líder populista deben recordar que Itzjak Rabin y Shimón Peres han sido sus grandes líderes en las últimas décadas y que éstos buscaron la solución del conflicto por medio del diálogo con nuestros enemigos. Si bien es mejor salir de los territorios, incluso unilateralmente, antes que dominarlos violando los derechos de las personas que los habitan, Avodá es responsable de recordarle constantemente a Olmert que el camino hacia la paz es aspirar a la solución definitiva del conflicto.

El martes, la mayoría de los israelíes que desearon ejercer su derecho civil decidieron finalmente que Israel debe terminar con la ocupación de los territorios. Los motivos son muchos y muy diferentes, probablemente la mayoría de los votantes no se vieron inspirados en las premisas humanistas de la izquierda sino más bien en las duras lecciones que les dio la realidad: la violencia en los territorios ocupados, el terror, el aislamiento internacional y el problema demográfico del país. Estas elecciones reflejan las opiniones de un pueblo que está cambiando paulatinamente sus prioridades: preocupaciones económicas y materialistas, en lugar de delirios imperialistas; de militancia a pragmatismo; de nacionalismo egoísta a interdependencia. Ehud Olmert se convirtió en el nuevo premier israelí debido a estos cambios. Quizás tenga éxito en manejar y contener el conflicto palestino israelí, pero debe aspirar a conseguir la paz. Sin ella, el Estado judío habrá fracasado en obtener uno de sus mas ambiciosos objetivos.

No hay comentarios.: