sábado, septiembre 10, 2005

Otra desconexión en la historia de Gaza


Con un millón y medio de palestinos viviendo en ella, la Franja de Gaza nos parece historicamente palestina, pero como veremos a continuación la mayoría de estos habitantes están muy lejos de ser nativos del lugar.

Los primeros habitantes de esta zona de los cuales tenemos datos son los hoy extintos Avitas quienes la poblaban en los tiempos de Canaan. En el siglo XVII A.C. fue ocupada por los Filisteos pasando a ser parte de la llamada Pentatópolis filistea y fué en esos días y en ese lugar donde Samson realizó sus proezas, los filisteos también ya han desaparecido aunque aparentemente de ellos tomaron los palestinos su nombre (palestina = Filistia, denominación dada a la zona por los romanos).

En el año 332 A.C Gaza fue el principal problema de Alejandro el Grande para conquistar la zona y poco después paso a las manos de Ptolomeus y Anteojus III el asirio. Finalmente manos judías la conquistaron en 145 D.C., sería Jonatan el Hasmneo, pero pronto la perdeía ante los romanos. El período romano implicó un gran florecimiento cultural para judíos y católicos de la zona, hasta que los Bizantinos la conquistaran sucedidos por los árabes, Los católicos también la tuvieron en el siglo XII durante las cruzadas disminuyendo notablemente la presencia judía en la misma.

Bajo el Imperio Otomano, los siglos XVI y XVII fueron los más prósperos de la zona, en 1799 incluso el mismo Napoleón Bonaparte la conquistó y goberno por un año, por estas épocas los judíos de Gaza se dedicaban a la exportación de cebada a las cervecerías europeas.

La primera Guerra Mundial implicó grandes batallas por el control de Gaza entre turcos e Ingleses, estos últimos finalmente la conquistaron en 1917 tras una notable victoria militar del General Allemby.

Según datos poblacionales en 1946, cerca de la finalización del mandato británico solo 19.000 musulmanes vivían en Gaza, número que creció notablemente en 1948 durante la Guerra de Independencia de Israel y entre 1949 y 1967 años en los cuales la Franja de Gaza, tal como la conocemos ahora, fuera territorio gobernado por Egipto según lo estipuaba el armnisticio de 1949. La migración de refugiados en diferentes épocas fue quien aumentó la población palestina en la zona. Desde 1967 otro delirio imperialista llevó a que Gaza esté nuevamente gobernada por manos extranjeras, que finalemente como todos los anteriores la abandonarían en el año 2005.

Hoy en día por primera vez en la historia son los palestinos quienes deciden e intentan gobernar, en una forma bastante particular, la zona.

Las imágenes que pudimos observar tras la salida del ejército israelí de Gaza nos mostraron una anarquía externa e interna.

Desde el punto de vista externo o internacional el límite entre Gaza y Egipto tan celosamente cuidado hasta hace unos días por Israel parece ser tan solo una linea imaginaria existente en los mapas de Tzahal. Desde el punto de vista interno la crisis de autoridad es total generando la actual anarquía. La policía palestina que debería controlar la seguridad de la Franja no está haciendo su trabajo fundamentalmente debido a que esta improvisada fuerza de seguridad cuenta con menos armas que cualquier otro grupo palestino y como si esto fuera poco sus destacados miembros, encargados de luchar contra el terror y la delincuencia son en gran parte nada mas ni nada menos que ex terroristas reclutados en su momento por Yaser Arafat para que sean su grupo de matones oficiales, esto genera que por mas buena voluntad que tenga el actual Premier Palestino Abbas, sería bastante irreal que los uniformados se enfrenten a sus ex-correligionarios para evitar la quema de los edificios que fueran sinagogas.

Muchos Pueblos, imperios y naciones podrían reclamar derechos históricos sobre esta pequeña y problemática franja, quizas el hecho de que todos los que la han gobernado se han de alguna u otra forma desconectado de ella demuestre que gobernarla no es realmente un gran privilegio. Ahoar este derecho está en manos de sus actuales habitantes. Quizás no tengan raíces históricas indiscutibles para estar allí, pero hoy en día tienen un millón y medio de razones que les dan el derecho a intentar hacerlo al menos, sin duda una gran reforma debe llevarse a cabo en las instituciones palestinas para que esto sea posible, y así puedan pasar de ser una anarquía llena de terrorismo, odio y delincuencia a un estado ético y democrático.

Al igual que como lo hicieron otros grandes imperios, desconectarse parece ser la mejor opción para Israel, solo nos queda esperar que la anarquía no cruce los límites de la línea verde.

jueves, septiembre 01, 2005

Desconexión: la gran crisis ideológica de la sociedad israelí


Los interrogantes y los problemas desencadenados por el Plan de Desconexión recién comienzan. Los principales tienen lugar en el seno de la propia sociedad israelí.

El Plan de Desconexión implementado por el actual gobierno israelí tendrá profundas implicaciones en las relaciones palestino-israelíes pero, fundamentalmente, las consecuencias más preocupantes para los dirigentes del estado judío deben ser las que se están sufriendo dentro de la sociedad israelí. Diferentes conceptos, como sionismo, patriotismo, casi no discutidos popularmente desde la creación del Estado, han sido utilizados de modo extremadamente irresponsable y oportunista por algunos sectores de la sociedad. Incluso lo hicieron figuras políticas importantes, en general opositoras al plan de Desconexión. Ello ha generado una gran confusión en la que se encuentran sumergidos casi todos los ciudadanos de Israel, una confusión que se resume en muchos casos a banales luchas de colores, luchas sin limites, que quizás sean lógicas únicamente en un país que durante la mayor parte de su existencia se ha dado el lujo de determinar unilateralmente sus límites. ¿Unilateralmente? La historia continúa...

¡Herzl no se vestiría de color naranja!

“Si fuera posible, su majestad, tirar seis o siete millones de judíos al Mar Negro, definitivamente lo preferiría, pero no lo es, por lo tanto debemos dejarlos vivir como a los demás”... El Conde Sergei Witte, Ministro de Economía del Zar Nicolás II, explicaba con estas palabras los consejos que le daba al Zar en 1903 sobre “la cuestión judía” a un joven periodista vienés, Teodoro Herzl, quien había ideado recientemente el concepto Sionismo Político e intentaba obtener el apoyo del gran emperador ortodoxo. Quizás debamos aprender algo de la resignada posición de Witte, redefinir nuestros conceptos o comprenderlos en su máxima expresión, y actuar de una forma inteligente con nuestros vecinos naturales.

Durante los últimos años una gran brecha se ha abierto entre religiosos y no religiosos en el Estado de Israel. Una distancia que se ve acentuada diariamente en estos días de desconexión, la desconexión entre los diferentes sectores de la sociedad es cada día más notable y muchas veces se escuda bajo cobardes retóricas que apelan al uso del concepto de “sionismo”. Herzl, quien escuchara las aberrantes declaraciones de Witte -que luego fueran aprendidas por otros tantos líderes a lo largo de la historia-, no habló de conquista, no escribió sobre opresión, no apoyaba la violación de derechos humanos. Herzl no quería transfer. Herzl sólo quería un estado judío para un pueblo sin estado y perseguido.

La realización del ideal sionista en su máxima expresión requiere un estado que pueda convivir con sus vecinos. El sueño sionista consistía en crear un hogar seguro para todos los judíos del mundo, por lo tanto, por definición, Israel debe proveer refugio y seguridad para los judíos.

Si bien el sionismo a lo largo de la historia siempre encontró la forma de avanzar práctica y realmente, los conflictos con nuestros vecinos y sus malas interpretaciones muchas veces hicieron dudar sobre las intenciones del mismo. Cabe recordar la famosa resolución 3379 de la ONU del 10 de noviembre de 1975 que determinaba que el sionismo era racismo.

El sionismo en realidad no consiste en alimentar ocupación, opresión, expansión y conflictos internacionales, la idea original de este movimiento político simplemente deseaba crear una sociedad progresista basada en valores judaicos que pudiera vivir y prosperar sustancial y espiritualmente. El sionismo verdadero aceptó la realidad de que no judíos vivirían dentro del Estado de Israel, siendo este un factor fundamental para preservar el carácter democrático del mismo. Esta realidad está expresada y defendida en la Declaración de Independencia, una declaración ejemplar que debería servir para recordar diariamente en qué principios y valores está basado el estado.

La ocupación de Gaza y Cisjordania más que sionismo realizador es un asesinato del propio ideal, no sólo desde el punto de vista demográfico que demuestra la catástrofe que significará esto en pocos años para el carácter judío del Estado de Israel, sino principalmente desde el punto de vista moral y ético, que nosotros como judíos deberíamos comprender mejor que nadie.

No nos dejemos confundir con las malversaciones que se han realizado sobre el concepto de sionismo desde 1967 principalmente. Salir de Gaza es un acto Sionista, es una forma de salvar el verdadero ideal sionista de un estado judío que respete dentro de sus límites los derechos de todas las minorías. Pero, tampoco nos dejemos engañar... es sólo un comienzo y no una solución, depende de los líderes del estado y de los votantes que este comienzo no sea tan sólo un fin.

Un líder sin sector para un sector sin líder

La guerra de colores, por un lado el naranja adoptado por los opositores al plan de desconexión y por otro lado el azul utilizado por aquellos que apoyan al plan de Sharón, sólo refleja el verdadero carnaval que reina dentro de las tradicionales ideologías políticas israelíes.

Tradicionalmente, la arena política israelí se encuentra, o mejor dicho se encontraba, claramente dividida en dos amplios sectores representados por dos partidos políticos, Likud y Avodá. Estos dos partidos representaban una clásica división entre derecha e izquierda principalmente delineada por posiciones opuestas en lo que respecta al conflicto árabe-israelí. Ambos bloques no presentan diferencias significativas en los ámbitos socio-económicos como estamos acostumbrados a observar en las democracias europeas. Definitivamente el único tema que diferenció a la izquierda y la derecha israelí en los últimos años, y especialmente desde la firma de los acuerdos de Oslo, fueron las posiciones en lo que respecta a la paz con los árabes, aunque no debemos dejarnos engañar: si bien el sector político laborista fue más propicio a sentarse en una mesa de conversaciones con los enemigos del Estado de Israel, los años durante los cuales más se ampliaron los asentamientos y colonias judías en los territorios ocupados fueron aquellos inmediatamente posteriores a la firma de los acuerdos de Oslo, bajo supuestos gobiernos anti-imperialistas de izquierda. Como vemos el desorden ideológico y moral en lo que respecta a este tema reinó en ambos lados del mapa político israelí y ahora solamente es más observable.

La “original idea” de desconexión unilateral, sin ningún acuerdo de paz, adoptada por Ariel Sharón fue la base de la campaña del candidato de Avodá Amram Mitzna en la carrera por el gobierno en el año 2003, una idea a la que Sharón se opuso. Entre otros motivos, fue por esta oposición que Sharón ganó las elecciones. En tan sólo dos años mucho ha cambiado en Oriente Medio, Sharón sale de Gaza, ministros despedidos, cambios de coaliciones gubernamentales, hasta que finalmente Avodá se encuentra en un gobierno de coalición nacional apoyando al líder de derecha que no es apoyado por la derecha tradicional.

Pareciera ser que en menos de dos años muchos de los mitos ideológicos que sustentaban a la sociedad israelí se han caído y, como consecuencia, hoy podemos observar una imagen, que para quien conoce la historia política israelí, parece ser ciencia ficción en su máxima expresión. Ariel Sharón es apoyado por la izquierda. ¿Quién hubiera apostado a que los movimientos pacifistas, socialistas y pro derechos humanos serían aquellos que al fin de cuentas se verían amparados en Ariel Sharon y constituirían su principal fuerza de apoyo popular? ¿Aquel Sharon de Sinaí, aquel Sharón del Líbano, aquel Sharón de Sabra y Shatila? Al parecer, no es el mismo Ariel Sharón, sino una nueva versión del líder que usa cintas azules y envía unilateralmente palomas al pueblo palestino. Un nuevo Ariel Sharón rechazado por quienes lo votaron y apoyado por quienes lo odiaron. Este enternecedor romance entre la izquierda israelí y el mitológico líder de derecha, responsable en gran manera por la presencia azul y blanca en los territorios, presenta grandes interrogantes sobre el rol de los tradicionales dirigentes de la izquierda israelí y especialmente de Avodá, un partido en la lucha por conseguir un líder reconocido por sus miembros que, al menos de momento, responde fielmente a Ariel Sharón; un líder sin partido, para un partido sin líder.

Desconexión verde y no azul: el rol de Tzahal y la división social

Desde la creación del Estado de Israel, el Ejército de Defensa ha constituido uno de los pilares de unión de todos los sectores religiosos, políticos, ideólogos y étnicos de la sociedad israelí, sin incluir en esta definición de sociedad a los árabes israelíes y a los judíos ortodoxos que no sirven a la patria por medio del ejército. En este contexto étnico-militar críticamente influenciado por el peligro de existencia constante del estado judío se ha creado una realidad en la cual el ciudadano acataba las órdenes del ejército sin protestar contra los objetivos nacionales de quienes toman las decisiones.

Este balance se mantuvo intacto principalmente hasta la Guerra del Líbano, donde el acuerdo implícito existente entre el estado y la sociedad civil se vio duramente dañado como consecuencia de los dudosos objetivos de esta guerra, algunos de los cuales no fueron explicados a la opinión pública israelí o incluso al mismo gobierno de turno por sus líderes: Ariel Sharón, Menajem Beguin y Rafael Eitán. Las divisiones dentro de la sociedad en lo que respecta al rol del ejército y a la obediencia civil se han agudizado desde entonces.

En todas las democracias occidentales estables, el ejército actúa pura y exclusivamente frente a amenazas externas, es decir, sólo en conflictos internacionales. Si bien en algunos países democráticos sí se utilizan ciertas divisiones de los ejércitos para enfrentar civiles, éstas se reducen sólo a una, cuyo rol tiene características policiales. Pocos son los ejemplos donde los ejércitos han actuado en crisis internas en las democracias tradicionales, siendo sin embargo la intervención del ejército frente a ciudadanos una reiterada mala costumbre en las frágiles democracias del tercer mundo, y generalmente las intervenciones de los ejércitos en esos países no favorecen a la democracia sino que más bien conllevan su interrupción. La diferencia entre cuidar la seguridad del país frente a enemigos y desalojar ciudadanos que no cumplan con la ley de Salida de Gaza es muy clara.

Como hemos dicho anteriormente Tzahal es realmente uno de los pocos ejércitos populares que existen en el mundo occidental democrático: todos los ciudadanos, de todos los sectores de la sociedad son parte de Tzahal, incluyendo a los colonos judíos de Gaza. Por lo tanto, no sólo desde el punto de vista puramente conceptual-democrático el uso de la fuerza militar a fin de desalojar civiles es incorrecto, sino que desde el punto de vista social genera inevitablemente una gran ruptura entre un amplio sector de la sociedad que sirve dentro de las fuerzas del ejército. A diferencia de la policía, el ejército defiende a la nación y no actúa contra ciudadanos que no acatan la ley como ser, en este caso, aquellos que no deseen salir de Gaza.

La fecha de la salida de Gaza fue determinada con más de un año de anterioridad. Desde el punto de vista organizativo, probablemente se hubiera podido traspasar soldados al Mishmar HaGvul (Guardia Fronteriza), división que cumple con roles que se encuentran compartidos entre el ejército y la policía, y así evitado que las unidades de combate de Tzahal fueran quienes llevaran a cabo la “desconexión”.

El daño que esta acción del ejército puede causar en la sociedad israelí quizás hubiera sido el mejor y único motivo bastante fuerte y racional para demorar el Plan de Desconexión hasta que las fuerzas policiales, tradicionalmente encargadas de cuidar la ley y el orden civil, estuvieran preparadas para llevar a cabo esta misión que les corresponde. Este tema no es sólo formal, a pesar de que quizás llegó el momento de que los líderes israelíes se den cuenta que los procedimientos formales sí son importantes en una democracia. Que Tzahal llevara a cabo esta misión más que nada significó la politización de quizás la única institución que habría y debería haber quedado fuera de la gran tormenta política que envuelve a la desconexión. Debemos tener en cuenta que a pesar de ser la única democracia en Medio Oriente, la democracia es un concepto muy sensible y con el que no se debe jugar, ya que es muy difícil fortalecerlo.

Como hemos podido observar, el Plan de Desconexión deja a la luz diferentes crisis aún no resueltas por la joven sociedad israelí, crisis ideológicas, políticas y sociales. Tampoco son pocas las preguntas que esta medida unilateral del gobierno israelí genera: la gran pregunta a la cual muchos opositores no encuentran respuesta es simplemente ¿por qué? Sin duda entre aquellos que apoyan la desconexión, las preguntas cuestionan más lo que pasará en el futuro. ¿Será el primer paso o es sólo una medida a fin de no dar más pasos?, ¿logrará Israel obtener un socio para la paz?, ¿es realmente desconexión o sólo un fin parcial a la ocupación de Gaza? (cabe recordar que a pesar de la desconexión Israel aún no da autonomía al espacio aéreo ni marítimo palestino), ¿fortalecerá esta medida unilateral a Abu Mazen o sólo lo debilitará frente a Hamás?, ¿por que fue unilateral?, muchas son las respuestas gratas y no tan gratas que obtendremos en los próximos meses, pero el fin a una ocupación ilegal de 38 años, aunque sea parcial, quizás sea mejor que la situación actual.

El eslogan más significativo de los opositores a la desconexión es: “Judíos no expulsan judíos”. Cien años mas tarde que el ministro de Nicolás II, Sergei Witte, llegó el momento que la sociedad israelí también se dé cuenta que “judíos tampoco expulsan no judíos”.

“Piqueteros” con Kipá

Participación política en tiempos de desconexión
El tipo de protesta llevado a cabo por los colonos de los territorios nos hace reflexionar por la legitimidad de la protesta política, más allá de nuestras propias inclinaciones políticas
Cortes de calles y embotellamientos, quemas de neumáticos, ataques a políticos, manifestaciones multitudinarias, cadenas humanas que conectan los cuatro polos geográficos del país, carpas frente a la Knesset, negociaciones y -por supuesto- chantajes políticos.

Estos son algunos de los métodos de protesta utilizados por los opositores al Plan de Desconexión del premier israelí, un tipo de participación política bastante violenta pero popular en los sistemas democráticos occidentales, una forma de participación política que a simple vista no es el más correcto a fin de obtener apoyo popular.

El polémico Plan de Desconexión fue ideado paradójicamente por Ariel Sharón, e inmediatamente generó una nueva situación para uno de los sectores más políticamente protegidos de la sociedad israelí desde la ocupación de los territorios: los colonos, que para algunos son quienes realmente “hacen patria”. Los mismos cumplen hoy nuevo papel actoral en el escenario político israelí, quizás un papel muy difícil, dado que deben enfrentar a su gran coreógrafo histórico, Ariel Sharón el mayor “patriota” de todos los tiempos.

Del dicho al hecho: ideología y participación política

La política puede ser definida, muy a grandes rasgos, como los “esfuerzos que realizan los seres humanos en el intento por coexistir en relaciones de interdependencia”. Esto significa que todo tipo de sociedad u organización humana implica alguna forma de política, lo que en gran parte es correcto. Esta aseveración encuentra fundamento cuando hablamos de política en organizaciones privadas como ser empresas, grupos de interés, clubes sociales e incluso sinagogas.

Podemos afirmar entonces que todo tipo de sistema político es un modelo persistente de relaciones humanas caracterizadas por factores como poder, gobierno y autoridad. En la vida cotidiana, cuando pensamos en un sistema político, no sólo lo vemos compuesto por un gobierno formal sino también por diferentes tipos de relaciones humanas que afectan las decisiones de este gobierno.

Por lo tanto, el sistema político incluye ciertas organizaciones, como los partidos políticos o grupos de interés, cuyo comportamiento está directamente destinado a influenciar en las decisiones gubernamentales. De esta forma podemos concluir que el comportamiento y la participación política son conductas destinadas a afectar las decisiones del gobierno.

El concepto ideal de ideología en los estados democráticos implica la combinación entre ideas y comportamientos del ciudadano referentes a un conjunto de valores políticos.

Muchas investigaciones se han realizado sobre el origen y usos de las ideologías. Una de las definiciones que explica las ideologías de una forma útil, a fines de analizar su rol y sus influencias en la participación política de los ciudadanos las describe como “un conjunto de creencias y conceptos - reales y normativos- que intentan explicar los fenómenos sociales a fin de facilitar opciones sociopolíticas a los ciudadanos”. Las ideologías muchas veces se manifiestan en tendencias momentáneas cuyo objetivo es crear una imagen de la realidad lo suficientemente convincente para apoyar el sentimiento colectivo e individual de identidad, teniendo significados emocionales y cognitivos en los individuos y por ende en los grupos a los cuales ellos pertenecen.

Israel es un país desbordado por grupos de interés y movimientos políticos. Los ciudadanos se encuentran generalmente moviéndose de crisis en crisis, el sistema político suele fluctuar dentro de una especie de improvisación, una improvisación -altamente influenciada por las presiones de los diferentes actores políticos de sistema- mediante la cual muchas veces se decide el futuro del estado.

La nueva “crisis anaranjada” en la que se encuentra el país está caracterizada por una gran división en la sociedad israelí. Los grupos políticos opositores al plan, mediante a un arduo trabajo de convencimiento, logran según las encuestas conseguir más adeptos día a día, muchas veces por medio de métodos no muy convencionales.

Protestas: el arma de las ¿minorías?

La idea de protesta generalmente nos evoca la imagen de minorías disidentes intentando obtener una mejor posición en el ambiente político. Las protestas están usualmente asociadas a grupos que se encuentran fuera de la escena política principal. En general, son un intento por detener un tipo de política que, de no existir esta protesta, se llevaría a cabo sin interferencia ni cuestionamientos.

Como podemos observar, este es el caso de las protestas de los grupos anti-Desconexión. Mucha de la gente que protesta tiene una mala imagen pública, generalmente porque desafía al poder y a la mayoría o también porque ocasiona molestias a la ciudadanía. A pesar de que en la gran mayoría de democracias liberales las protestas no son violentas, en realidad, el potencial de violencia que las mismas implican es generalmente destacado por los medios de prensa y, como consecuencia, percibido por la gente.

Cuanto más se acerca el día de la Desconexión, más se teme una guerra civil, o al menos así lo muestran los medios, un tema que analizaremos a continuación. Estas imágenes son parte de una visión general que debe balancear el “derecho a protestar” frente a la “ley y el orden”.

La mayor parte de la actividad política y la protesta realizada por los grupos de derecha anti-Desconexión hasta el momento no ha sido violenta. Si bien estos grupos se encuentran en un grave problema, ya que deberían aceptar la resolución del gobierno, un gobierno que ellos eligieron casi por unanimidad y que ha cambiado radicalmente sus postulados, las protestas se están realizando dentro de los límites del sistema. Hay que recordar que en Israel, al igual que en todas las democracias occidentales, las instituciones oficiales son aquellas que están respaldadas por la policía y el ejército. En tanto que la violencia usada por los protestantes puede ser vista como ilegitima dentro de un sistema democrático, la violencia aplicada por las fuerzas de seguridad generalmente es vista como legítima: por eso es conveniente para los protestantes evitar el uso de violencia.

Estado vs. colonos: ¿guerra civil?

La amenaza de guerra civil ha sido mencionada más de una vez por políticos y periodistas. Como consecuencia, diferentes sectores del mapa político discuten regularmente las medidas a adoptar a fin de evitar una confrontación de este tipo (quizás la mas violenta forma de participación política que puede existir en las democracias).

Analizando la situación correctamente y sin intentar atemorizar a la población cabe destacar que las posibilidades de una guerra civil son prácticamente nulas. En la mayoría de los casos el concepto de guerra civil ha sido empleado por los grupos de derecha anti-Desconexión a fin de atemorizar a la población, influir en la opinión pública y obtener réditos políticos, reflejando demagogia e incluso ignorancia. Teniendo en cuenta el verdadero significado de una guerra civil, la situación en Israel no se adapta a la definición: básicamente no puede haber una guerra civil sin una división formal del ejército.

Podemos analizar dos situaciones históricas que confirman esta teoría: durante la guerra civil de los Estados Unidos, las unidades militares del sur desertaron del ejército de los Estados Unidos llevándose consigo armamento, parte de la propia estructura militar y formando el Ejército de la Confederación; una división similar en el ejército español fue el principal motivo de la Guerra Civil Española. Por lo tanto, evitando una división del ejército resulta casi imposible llegar a una guerra civil, y las posibilidades de que Tzahal se divida parecen ser nulas. Sin embargo, aunque no exista el riesgo de una guerra civil, la división de la sociedad como consecuencia del Plan de Desconexión y la desobediencia civil no debe ser menos preocupante.
Dado que no existe la posibilidad de que el ejército se divida, el poder del estado puede ser aplicado en contra los grupos o individuos que sean categorizados como rebeldes. La asimetría de poder en este caso es muy clara: la ley y el estado, apoyados por los cuerpos de seguridad, tienen la capacidad de poner fuera de juego a los grupos que protesten. El proceso democrático para aprobar la ley de desconexión se ha llevado a cabo dentro de las reglas del juego del sistema legal israelí, dejando así sin argumentos legales a los grupos de derecha que se oponen al plan, y abriendo la posibilidad de hacer pleno uso de la ley contra los rebeldes.

Tipos de acción política

Quizás este sea el momento adecuado para definir algunos términos que nos ayudarán a comprender el accionar de los grupos anti-Desconexión.

Los canales normales de acción política en los sistemas democráticos están generalmente asociados al sistema electoral: votación, participación en partidos políticos, lobby, e intentos de influenciar a los políticos.

Las acciones directas -bloqueo de carreteras, quema de neumáticos, huelgas de hambre- a diferencia de los canales normales se caracterizan por no usar grupos intermediarios. Generalmente, los grupos de protesta se inclinan por las acciones directas a fin de conseguir algún cambio luego de haber agotado las vías normales.
Este ha sido el caso en Israel: luego de que el sistema legal dejara sin opciones a los colonos, éstos se han volcado a acciones directas que lentamente están enfureciendo a gran parte de la población.

Si bien la definición de protesta no violenta se refiere a aquella que no causa daños físicos a seres humanos, aún es problemático definir si insultar a ciertos sectores de la sociedad o generar un embotellamiento de varios kilómetros es no-violento. La desobediencia civil puede ser incluida en la categoría de acciones no violentas, aunque quizás la pregunta que nos debamos efectuar es si realmente esta desobediencia es legítima o no.

El problema en las acciones directas llevadas a cabo por diferentes grupos que son parte de la sociedad, en nuestro caso los grupos de extrema derecha principalmente, es que corren el gran riesgo de debilitar al sistema y quitarle legitimación al gobernante. Por el contrario, si estas acciones fueran realizadas por fuerzas externas, no sólo no pondrían en riesgo la legitimidad del gobierno sino que probablemente lo fortalecerían.

Definir la protesta específica como algo momentáneo es algo que puede hacer el gobierno para evitar que sus instituciones y postulados estén en riesgo, en este caso sería relevante un debate sobre la "protesta”. ¿Es la desobediencia civil de los colonos justificada? ¿Debe ser la desobediencia civil no violenta? ¿Tienen obligación los protestantes de aceptar el castigo de la ley? ¿Puede un estado liberal sobrevivir cuando gran parte de su población no acepta la ley? Este es el tipo de preguntas que deben formularse los filósofos políticos.

Antes de intentar siquiera responder estas preguntas, debemos tener en cuenta que en este momento uno de los debates en la sociedad se encuentra centrado en el derecho de los colonos a protestar de forma directa -en muchos casos violentamente- en lugar de hacerlo por medio de los canales normales. ¿Tienen derecho realmente? ¿Debe el estado regular los diferentes tipos de protesta? ¿Sería democrático? Por ejemplo, quizás debamos analizar si los boicots a instituciones o desórdenes en la vía pública son una forma legitima de acción política: ¿deben ser legales o no? ¿Las penas deben ser duras o no tanto?

Cuestión de legitimidad

Las respuestas a estas preguntas tienen diferentes características, dependiendo el sector político/ideológico que las responda. El factor dominante que determina las diferentes conclusiones es el lugar que se le dé a la legitimidad del Estado, influenciada esta legitimidad por los diferentes puntos de vista ideológicos y sus posiciones en lo que respecta al plan de Sharón. ¿Es acaso moral inflingir ciertas leyes al protestar contra medidas de gobierno o leyes que son injustas para quienes protestan? Por ejemplo, ¿es ético el uso de niños y menores de edad a fin de obtener réditos políticos? ¿Es legítimo bloquear el tráfico en la carretera Jerusalem-Tel Aviv a fin de oponerse contra la ley de desconexión? A simple vista este tipo de accionar político les aseguraría a los grupos de protesta de derecha conseguir un gran número de enemigos dentro la opinión pública, pero esta especulación lógica no está respaldada por los resultados de las encuestas de las últimas semanas, donde el apoyo al plan de Sharón desciende. Como consecuencia desde un punto de vista ético-filosófico podemos concluir que la sociedad israelí si considera a la desobediencia civil como una forma legitima de violencia, aunque esto implique el constante abuso de las leyes como lo estamos observando por parte de los grupos de derecha. Quizás el sistema democrático israelí no es lo suficientemente fuerte, o el valor de las leyes no es lo suficientemente importante para la mayoría de la ciudadanía, lo que realmente generaría graves problemas en el momento que el gobierno decida castigar a los protestantes.

La lucha entre el gobierno o más específicamente Ariel Sharón y los colonos que se encuentran en los territorios ocupados va mucho más allá de los eslóganes políticos y las pintadas de color naranja en las calles del país, es una lucha por la legitimación de la protesta y del poder. Mientras que el gobierno de pseudo derecha asombrosamente intenta demostrar qué tan violentos e ilegítimos son los colonos que se encuentran ocupando -en gran parte gracias a Sharón- un territorio que no pertenece al Estado de Israel, estos colonos se encuentran empeñados en demostrar que esta decisión del gobierno, un gobierno democrático electo por el pueblo, no cuenta con el apoyo del mismo, y por lo tanto -según las definiciones de “democracia” que aparentemente se utilizan mas allá de la Línea Verde- es ilegítima. La protesta no es riesgosa para el poder del estado cuando sólo es contra políticas determinadas, pero sí lo es cuando desafía a los poderes y a las propias instituciones. Quizás el gusto de la traición de su líder mitológico en el paladar de los colonos sea muy amargo, pero legalmente Ariel Sharón se ocupó de dejar todos los papeles en orden.

Mas allá de los afiches, embotellamientos, manifestaciones y disturbios que está viviendo el país en agosto obtendremos respuestas a dos interesantes preguntas: ¿sabrán aquellos colonos, que durante tantos años “sufrieron” y a su vez “disfrutaron” de las ventajas y beneficios que un estado conquistador les dio, aceptar las nuevas reglas del juego? ¿Será la sociedad israelí lo suficientemente democrática y responsable para acatar la ley? Quizás el mejor camino para llegar a las respuestas correctas a estas preguntas sean las esperanzas de entrar en una nueva era de paz en Medio Oriente.