lunes, marzo 20, 2006

Elecciones generales en Israel: ¡Kadima! Pero... ¿hacia dónde?

Nuevas elecciones, y el partido que encabeza las encuestas de intención de voto es Kadima, un partido que configura un nuevo paradigma en cómo Israel ha de manejar el conflicto con los palestinos.

El próximo 28 de marzo los ciudadanos israelíes nuevamente deberán presentarse en las urnas para intentar decidir el rumbo que tomará el país, un país donde las sorpresas, sustos y emociones son parte de la vida cotidiana, un país con un nuevo escenario político, donde Kadima es el favorito según las encuestas. Sin embargo, pocos parecen comprender lo que este grupo de políticos, que aparentemente tienen muy poco en común, propone. La mejor forma de poder intentar explicar lo que ellos no explican es comenzar con un poco de historia.

Ideologías: pasado, presente y ¿futuro?

¡Izquierda y derecha eran las de antes!

Analizando los jóvenes 57 años del Estado de Israel podemos observar que básicamente siempre hubo dos grandes bloques ideológicos en la política israelí, uno de izquierda y otro de derecha. Con el correr de los años el significado que tomaron estos términos cambió drásticamente a la par del conflicto árabe-israelí, perdiendo sus características originales.

Desde antes de la creación del Estado de Israel ya existían las divisiones dentro de mundo político sionista entre derecha e izquierda. La izquierda estaba representada en un principio por Mapai, fundado en 1930 como una facción del Partido Sionista Socialista Ruso Poalei Tzión. Este partido se convirtió en la facción política sionista dominante bajo la conducción de David Ben-Gurión. La ideología de este partido era netamente socialista, proponiendo una economía socialista que favoreciera la creación de un país social-demócrata, kibbutzim económicamente fuertes en los cuales se basara la economía del joven estado. Dentro este modelo socialista planteado por Ben-Gurión se fundaron las características benefactoras del estado, uniones de trabajadores muy poderosas y una economía altamente centralizada donde las grandes empresas se encontraban directamente bajo el monopolio gubernamental.

Por el lado de la derecha, sus raíces se encuentran en el Movimiento Revisionista de Zeev Javotinsky que se convirtiera en los primeros años del Estado en Jerut y fuera la principal fuerza opositora de Mapai. Desde sus comienzos Jerut planteaba una economía más abierta que la propuesta por Mapai con característica liberal y menos centralizada, dentro de lo que la necesidad de crear un nuevo estado permitiera.

Los conflictos con los países árabes vecinos y posteriormente con los palestinos residentes en los territorios ocupados fueron determinando las características e ideologías que tendrían los diferentes partidos políticos en Israel. Con el correr de los años podemos observar una polarización entre las diferentes posiciones ideológicas, derecha e izquierda que se alejaron de las bases económicas que las dividían para focalizar sus diferencias en las diferentes posiciones en lo referente al conflicto palestino israelí.

La Guerra de los Seis días y la crisis de las ideologías tradicionales

Las diferencias se acentuaron fundamentalmente a partir de la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando el joven estado judío amplió notablemente su territorio. Izquierda y derecha tomaron un nuevo significado, muy lejano al original e internacionalmente aceptado que se le da a estos términos en la política, generalmente netamente relacionado con conceptos e ideologías económicas.

Cada corriente política se ubicó en el mapa ideológico israelí de acuerdo a su visión particular de sionismo y la relación de este término con los territorios ocupados. Las diferentes corrientes están a su vez divididas en partidos políticos que fluctúan entre derecha e izquierda, muchas veces antagónicamente. Los tamaños de las diferentes corrientes ideológicas a lo largo de la historia israelí han sido inestables, sus influencias, cantidades de adeptos y tipos de relaciones con otros sectores políticos han variado constantemente, pero nunca dejaron de existir.

A partir de 1967 los diferentes partidos políticos focalizaron sus diferencias alrededor del conflicto palestino-israelí. Mientras que la izquierda israelí a grandes rasgos estaba dispuesta a efectuar concesiones territoriales a cambio de paz, la derecha proponía el fortalecimiento del estado judío en las áreas ocupadas en la Guerra de los Seis Días. El objetivo de los territorios tomaba diferentes características para los diferentes sectores políticos: mientras que para algunos podrían llegar a ser la clave de un futuro proceso de paz, para otros serían parte inseparable de Israel.

Luego de la Guerra de los Seis Días los diferentes polos político-ideológicos se vieron obligados a tomar una posición en lo que respecta al futuro de los territorios ocupados. La ambivalencia en los tipos de actitud israelíes hacia la población de los territorios ocupados y posteriormente en las negociaciones de paz con los árabes reflejó en muchos casos las diferentes posiciones de los partidos políticos y sus conflictos ideológicos internos.

Con el correr de las décadas estas diferencias entre los diferentes polos ideológicos partidarios israelíes continuaron creciendo, los métodos que intentaron los sucesivos gobiernos de Israel para enfrentar o evitar el creciente problema de los territorios ocupados fueron variando, pero cómo tratar el conflicto continúa siendo la gran pregunta.

Los '90 y el conflicto

Básicamente en los últimos años las respuestas de la izquierda y la derecha fueron opuestas. Los diferentes gobiernos de izquierda a partir de los acuerdos de Oslo proponen un cambio de territorios por paz, negociación casi sin condicionamientos previos. Las negociaciones de Madrid y luego Oslo fueron los primeros pasos hacia una resolución bilateral y pacífica del conflicto. En los Acuerdos de Oslo la izquierda propuso realizar concesiones territoriales. La máxima expresión de esta posible generosidad territorial de la izquierda israelí quedó asentada en los anales de la historia en las fracasadas negociaciones de Camp David en el año 2000 cuando, durante trece días de julio, Ehud Barak ofreciera la solución total del conflicto a cambio de una generosa entrega territorial. El acuerdo no se concretó, y en septiembre del mismo año la sangrienta segunda intifada comenzó.

Por el lado de la derecha israelí la desconfianza ha sido la clave en el momento de sentarse a una mesa de negociaciones y una actitud basada en que, ante la duda, más vale atacar que defender. Mientras la izquierda intentó negociar a fin de obtener el cese de las hostilidades y el terror palestino, la derecha, generalmente, prefirió el camino de la fuerza y el miedo, represión, censura, estados de sitio, cese de las negociaciones, ataques e incursiones militares, destrucción de viviendas. En los últimos cuatro años, también, el exitoso intento de destruir la Autonomía Palestina, su infraestructura y su economía, llevando a cientos de miles de personas, habitantes en los territorios a vivir diariamente en un infierno sin precedentes. La intención fue que, de esta manera, se generara una presión interna desde la calle palestina que llevaría al fin del terrorismo.

Como pudimos observar, ambas tácticas completamente opuestas en su naturaleza generaron prácticamente los mismos resultados, las fallidas negociaciones de Camp David en el año 2000 se vieron seguidas por la Segunda Intifada y un nuevo fracaso para la izquierda pacifista israelí. Luego llegó el turno de Likud: Israel sacó a relucir su capacidad persuasiva militar, ningún método, por más extremo que fuera fue dejado de lado: destrucción de viviendas, asesinatos selectivos, castigos colectivos, cierre de territorios, construcción de muros y barreras y arrestos masivos. Los resultados de estas medidas agresivas son bastante contradictorios: por un lado disminuyó el terrorsimo, pero no por convicción sino por que Israel eliminó gran parte de la infraestructura terrorista. Pero, por otro lado, Hamás llegó al gobierno por medio de una contundente victoria que pone en duda el deseo de paz de sus votantes.

El fracaso de la izquierda israelí en poner fin al conflicto por medio de las conversaciones y negociaciones quedo comprobado en el año 2000 con la negativa palestina a firmar un acuerdo final en Camp David y el comienzo de una nueva Intifada. Por el lado de la derecha, la política agresiva de Ariel Sharón durante la Intifada de Al Aqsa y el intento de liquidarla por medio de la aplicación de una política de mano dura sin precedentes, también ha demostrado ser un fracaso.

Como podemos observar, ninguna de las dos tácticas obtuvo los resultados esperados y el conflicto no sólo está lejos de culminar sino que su intensidad se acrecienta. Ni la derecha ni la izquierda hoy en día están en condiciones de ofrecer a los votantes una solución clara… ¿Será que el conflicto no se puede solucionar?

Kadima: la solución de no solucionar

En este momento crítico del conflicto árabe-israelí donde, como hemos observado, los partidos políticos tradicionales de derecha e izquierda agotaron completamente sus recursos, surge un nuevo partido: Kadima. La invención de Sharón tiene muchos adeptos, la mayoría de los cuales no saben qué propone realmente este partido, que se caracteriza por dar asilo político a líderes de diferentes corrientes ideológicas.

Kadima surge en gran parte como resultado de las fuertes divisiones internas existentes dentro de Likud y fundamentalmente como consecuencia de la Desconexión unilateral de Gaza ideada y llevada a cabo por Ariel Sharón.

No hay mejor forma de descifrar lo que propone este partido que analizando la primera gran medida que tomaron sus líderes aún antes de ser un partido: la Desconexión.

La gran pregunta es: ¿qué buscaba Sharón con la Desconexión de Gaza? Quien suponga que la misma se realizó a fin de obtener un avance en las negociaciones con los palestinos, como fuera expresado por Sharón, quien argumentó que así avanzaría la Hoja de Ruta, está rotundamente equivocado. La clave de la salida israelí fue su unilateralidad: si realmente Sharón hubiera deseado hacer progresar el proceso de paz casi inexistente con los palestinos habría al menos intentado coordinar la salida de Gaza con el gobierno palestino en lugar de evitarlo, debilitándolo al punto de que éste perdiera las elecciones a manos del peor enemigo de Israel: Hamas.

La Desconexión unilateral de Gaza y la construcción de la “valla de seguridad” que en realidad traza a piacere los límites que Israel desea, simbolizan el cambio completo de estrategia que plantea Kadima frente al conflicto palestino-israelí.

Si nos ponemos a analizar las propuestas de Kadima, éstas son muy poco claras y a veces contradictorias, básicamente lo que propone este partido es la continuación de retiradas de fuerzas israelíes unilaterales en caso de ser necesario y el trazado de los límites del Estado Judío. Kadima no especifica en ningún momento que estas resoluciones se tomarán en conjunto con la Autonomía Palestina. En otras palabras, el conflicto palestino-israelí no será resuelto sino administrado.

No todos los conflictos tienen solución

Nada mejor que observar nuestros problemas de la vida cotidiana para llegar a la conclusión que lamentablemente no todos los problemas tienen solución. ¿Por que habría de ser solucionable el conflicto palestino-israelí?, un conflicto histórico que posee los factores más problemáticos que puede tener cualquier conflicto: religión, nacionalismo, territorios, agua, refugiados y terror son sólo algunos de los más destacados.

Como hemos analizado en los párrafos anteriores, las dos soluciones que proponían los diferentes polos ideológicos israelíes no obtuvieron resultados favorables, el intento de solucionar el conflicto mediante generosas concesiones -generosas al menos desde la perspectiva israelí- no fue suficiente; el uso brutal de la fuerza, represión y para algunos terrorismo de estado, tampoco pudo aplacar la violencia.

Sólo queda entonces una tercera opción: vivir con el conflicto de la mejor manera posible, o al menos de la manera menos dolorosa. Las propuestas de Kadima se centran básicamente en esta premisa, no solucionar sino administrar, una táctica aplicada en las relaciones internacionales conocida como “conflict managment”. La salida de Gaza sólo intenta facilitar la defensa de las fronteras israelíes y sobre todo la seguridad de los 7.500 colonos que vivían, en un territorio inútilmente ocupado, entre más de un millón de palestinos a los cuales Tzahal humillaba diariamente. Esta fue la única forma de defender esos asentamientos tan costosos para la economía y las fuerzas israelíes. Esta retirada fue la segunda medida, tras el comienzo de la construcción de la cerca o valla, que indica la nueva política que tomó el gobierno israelí: el conflicto no tiene solución, al menos por ahora, por lo que hay que sobrellevarlo, evitando daños inmediatos para Israel.

Kadima propone la opción de decir “No”. En otras palabras, Kadima descarta prácticamente a la Autonomía Palestina como posible interlocutor para negociaciones de paz, lo que significa que Israel decidirá por si solo cómo actuar a fin de contener y manejar este conflicto. Contener y administrar, no solucionar.

Esta postura, mediante la cual no hay negociaciones sino autodeterminación ubican a Kadima muy lejos de la izquierda israelí y más cerca de la derecha de la cual viene Ariel Sharón y la mayoría de los miembros de esta nueva facción. En definitiva, tomando decisiones por cuenta propia y sin negociaciones, es de suponer que las concesiones que Israel realice a los palestinos como parte de esta estrategia de administrar el conflicto serán mucho menores a aquellas concesiones que debería realizar en una mesa de negociaciones, sin importar qué tipo de gobierno se sentara a la misma. La retirada de Israel de algunos enclaves de Cisjordania y de la Franja de Gaza, hubieran sido muy probablemente inevitables en un verdadero proceso de paz. Decidir por sí solos de dónde, cuándo y cómo salir, sin consultar a nadie, indudablemente es una posición un tanto conservadora en lo que respecta al conflicto, bastante lejana a la voluntad de los movimientos pacifistas.

Kadima propone una nueva forma de enfrentar el conflicto, no intentando solucionarlo sino aministrándolo. Esta táctica es aplicada en muchos conflictos actuales: Irlanda del Norte, Cataluña, Chechenia, Sudán, Ruanda, India, etc. Quizás el intento de solucionarlos sea aún mas doloroso que el precio a pagar por contenerlo y manejarlo; quizás algún día las dirigencias políticas y los pueblos sean capaces de resolver y no tan sólo intentar contener. Nunca debemos olvidar que para llegar a un exitoso acuerdo de paz hacen falta al menos dos firmas. Esperemos que quien gobierne el país en los próximos años no cierre las puertas a las negociaciones.

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