lunes, mayo 02, 2005

Deporte y política

Entre “Juegos Políticos” y “Juegos Olímpicos”

El 17 de agosto pasado, durante los Juegos Olímpicos de Atenas, Arash Miresmaeili -yudoca iraní dos veces campeón mundial en esta disciplina- debía medirse con su oponente israelí, Ehud Vaks. Sorpresivamente Miresmaeili anunció ese mismo día que no se enfrentaría a Vaks -quedando así descalificado de la competencia- dado que se solidarizaba con el “sufrimiento” del pueblo palestino, por lo que no podía enfrentarse al representante israelí.

Desde 1979, año de la revolución islámica en Irán, este país no reconoce la existencia del Estado de Israel y apoya fervientemente la causa palestina. Pero se trata de la primera vez que en una competencia deportiva, ese país se niega a enfrentar a un equipo israelí por motivos políticos: si bien ocurrió otras veces que los deportistas iraníes no se midieran con sus pares israelíes, siempre argumentaron lesiones o enfermedades para evitar las competencias directas. El vocero olímpico iraní en Teherán declaró que “es la política general de Irán evitar competir contra atletas del Régimen Sionista y Arash Miresmaeili cumplió con este mandato”.

Arash Miresmaeili tuvo el honor de llevar la bandera iraní durante la ceremonia de inauguración de los juegos, pero lamentablemente para él -y quizás para el pueblo iraní- no pudo concretar las grandes posibilidades que tenía de obtener el oro en esta disciplina siendo el favorito, simplemente por motivos políticos.

Este hecho es sólo un ejemplo más de la mezcla que existe entre los juegos olímpicos, el deporte y la política, y quizás el principal motivo por el cual se puede dar esta mezcla es debido a que el común denominador de la población generalmente no ve ninguna relación entre la política y los deportes.

Muchas veces debido a esta falta de conciencia de la población, diferentes facciones políticas, o incluso naciones, manipulan concientemente eventos deportivos para poder expresar su agenda política dramáticamente. El deporte se convierte en político principalmente por su gran utilidad, tiene la capacidad de llamar la atención, diseminar mensajes internacionalmente y ocasionalmente incluso exacerbar relaciones diplomáticas.

Los juegos olímpicos han sido útiles para catalizar tensiones políticas, especialmente desde los años '30. Estos ofrecen a las naciones anfitrionas la oportunidad de tener una gran exposición mediática por medio de una exacerbada cobertura internacional. En ese marco, estas naciones sede intentan demostrar qué tan bien funcionan sus propios sistemas políticos. Este tipo de propaganda oficialista/nacionalista que proviene del país organizador puede ser observado de alguna manera u otra en todos las Olimpíadas.

Muchas de las controversias en los Juegos Olímpicos, especialmente en las últimas décadas, se han centrado en el uso del “boicot” para avergonzar a las naciones y cuestionar su accionar en el ámbito político.

Los boicots de los Juegos Olímpicos están generalmente dirigidos contra naciones específicas, y se centran en su accionar en situaciones o eventos específicos. Sólo un boicot se prolongó continuamente pasando a ser parte del fixture permanente: el caso de Sudáfrica, cuya importancia en el mundo deportivo fue más allá aún de los Juegos Olímpicos.

Hablar de deporte y política invariablemente nos lleva a una discusión entre “propaganda” y “boicot”, pero el área principal donde estos dos conceptos se encuentran es en el “estado”. Los deportes han sido usados por los estados antiguos y modernos para lograr diferentes objetivos. Los modelos soviéticos por ejemplo son vistos como la expresión máxima de la intervención del estado en el deporte: un programa de control centralizado aseguraba el gran nivel de excelencia deportiva de los estados soviéticos y garantizaba así una exitosa propaganda del alto nivel cultural del régimen comunista. Los países occidentales por su parte, si bien admiraban los logros deportivos, deploraban el sistema burocrático que alimentaba la ideología política en el deporte. Pero aun así, la influencia del estado también puede ser vista en las mejores democracias occidentales.

El caso olímpico: historia de conflictos

Como hemos observado las Olimpíadas son sin duda un gran escenario político y ejemplos de esto lamentablemente no nos faltan.

El antisemitismo que caracterizó al nazismo también afectó a los deportes. En 1933, cuando el boicot nazi a los comercios judíos comenzó, las instituciones deportivas oficiales alemanas excluyeron de sus filas a los judíos. Dos años más tarde ya había una completa segregación de los judíos en el deporte alemán, algo completamente opuesto a los ideales olímpicos. Los Estados Unidos intentaron, sin resultado, boicotear los juegos olímpicos de Berlín a lo que respondió el Presidente del Comité Olímpico en ese momento, Avery Brundage: “Ciertos judíos deben entender que no pueden usar los Juegos Olímpicos como arma para boicotear a los nazis”.

Uno de los ejemplos más destacados de la intervención estatal en los Juegos pudo ser observado en las “Olimpíadas Nazis” de 1936. Los Juegos de Berlín fueron la ocasión en la cual los Nazis intentaron demostrar al mundo la “capacidad” de los músculos arios y la “superioridad” de la raza ideal. Hitler había ya expresado su doctrina de “superioridad racial” de la raza aria y necesitaba un escenario internacional para revelar una evidencia tangible de la misma. El “campo neutral” del deporte le dio este escenario.

Sólo en retrospectiva los Juegos de Berlín fueron analizados y criticados, siendo sin duda los más ideológicos que se hayan llevado a cabo.

Mientras Hitler usó el deporte como una potente herramienta de propaganda, futuros anfitriones de los mismos convirtieron los Juegos en jingoísticamente extravagantes, como se pudo observar en los Juegos de Los Ángeles, en 1984, probablemente los más nacionalistas en el período de la posguerra, debido al excesivo uso de símbolos patriotas y mitos nacionalistas.

Igualmente, ninguno de los Juegos Olímpicos desde los años '30 ha podido ser inmune a incidentes políticos de diverso tipo. La derrota de Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra Mundial dejó a estos países fuera de los primeros Juegos de la posguerra en Londres en 1948. Holanda, Egipto, Irak y España boicotearon los Juegos de Melbourne de 1956 en protesta contra la invasión inglesa y francesa al Canal de Suez. En 1964 Sudáfrica fue suspendida y luego expulsada (en 1970) del Movimiento Olímpico por su política de Apartheid, también por los mismos motivos Zimbabwe y luego Rhodesia fueron expulsados del movimiento en 1972 por adoptar un sistema de estratificación similar al Apartheid sudafricano y por haber promulgado una Declaración de Independencia a expensas de la comunidad internacional. Nueva Zelanda, a pesar de estas decisiones del Movimiento Olímpico, continuó manteniendo relaciones deportivas con Sudáfrica sin ser expulsado del Movimiento Olímpico, lo que llevó a que 20 naciones africanas boicotearan los Juegos de Montreal en 1976. En 1980 la delegación olímpica de los Estados Unidos se retiró de los Juegos de Moscú luego de la invasión soviética a Afganistán. La entonces premier británica Margaret Thatcher, por su parte, exhortó a los atletas ingleses a no participar en esos mismos Juegos, pero la Asociación Olímpica Británica decidió participar en ellos de todas formas. El bloque de países soviéticos (excepto Rumania) respondieron en 1984 a lo acontecido en 1980 no asistiendo a los Juegos de Los Ángeles, y sólo China envió una delegación limitada de 200 deportistas. En 1988 Cuba no participó de los Juegos de Seúl luego de que Corea del Sur rehusara a compartir la organización de las Olimpíadas con Corea del Norte, que se retiró voluntariamente de la organización. En 1992 la tensión fue principalmente interna. Barcelona, un anfitrión de tendencia fuertemente conservadora y catalana, deseaba por un lado mantener esta autonomía cultural y, por el otro, contar con la asistencia del gobierno central de Madrid.

Parte de la religión (moderna)

Ciertos incidentes internos llevan a pensar que algunos Juegos Olímpicos deberían haber sido suspendidos. El mejor ejemplo de esta afirmación fueron los Juegos Olímpicos de Munich en 1972, cuando el 5 de septiembre ocho terroristas palestinos pertenecientes a la división “Septiembre Negro” de la OLP ingresaron a las habitaciones de la delegación israelí demandando la liberación de 200 terroristas palestinos encarcelados en Israel. Las negociaciones no fueron exitosas y como consecuencia 11 atletas israelíes fueron brutalmente asesinados. Sólo un día de luto fue decretado y las competiciones siguieron, en un intento -quizás ridículo en este caso- de separar la política del deporte. Lord Killanin, presidente del Comité Olímpico Internacional en esa época, comentó luego -en 1983- que los terroristas explicaron la elección de los Juegos Olímpicos como lugar para llevar a cabo la protesta aduciendo que éstos constituyen la mas “sagrada ceremonia” de la “religión moderna del mundo occidental".

Sin duda alguna la popularidad mediática de los Juegos Olímpicos los convierte en un blanco atractivo donde promover causas sociales y políticas, y donde las cámaras de televisión son las armas más importantes. Una manifestación sin una cámara que la registre puede evaporarse rápidamente; una buena imagen, en cambio, puede ser más efectiva que una protesta escrita. Hoy, probablemente, nosotros recordamos fundamentalmente las imágenes de los terroristas palestinos que llevaron a cabo la masacre en Munich sin siquiera tener en cuenta los documentos incoherentes que éstos le presentaran al gobierno alemán.

Como podemos observar, los Juegos Olímpicos poseen una relevancia genérica que los convierte en el escenario perfecto para exponer los dramas políticos. Los Juegos han tenido la capacidad de capturar las tensiones, protestas y hasta atrocidades que ocurren en el mundo.

Los gobiernos de las naciones y el Comité Olímpico Internacional -por el contrario- argumentan que los Juegos generan una unión universal alrededor del deporte, y por medio de esta definición intentan olvidar el terrorismo, el racismo, el imperialismo y otras atrocidades que suceden a diario en nuestros días, negando que los Juegos Olímpicos sean constantemente atacados y afectados por estos factores.

Como hemos visto, el deporte en este caso es usado para dramatizar eventos que están aparentemente desconectados de la competencia deportiva.

Es destacable que muchos de los temas inherentes al deporte poseen potencial político e ideológico: nacionalismo, competición, búsqueda de supremacía, el heroísmo de la victoria. Los grandes países intentan por medio del deporte demostrar su poderío y los más pequeños buscan lograr reconocimiento mientras que los nuevos países participantes en el desfile inaugural reciben la aceptación y validación como miembros de la comunidad internacional.

Si bien la influencia de la política en el deporte es muy importante, ella no siempre es reflejada en los medios de comunicación y este es quizás el motivo por el cual la mayoría de los espectadores consideran que el deporte es aún apolítico. Muy probablemente, sin embargo, aún estemos muy lejos de ver unos Juegos Olímpicos en los cuales participen todos los estados o al menos en los cuales Israel e Irán se enfrenten.

El deporte está repleto de historias de prisioneros compitiendo contra sus captores, en épocas de guerra y épocas de paz, de colonias y colonialistas. Como dijeran Morgas Spa, Rivenburgh y Larsson: “Los Juegos Olímpicos representan una guerra metafórica entre los estados nacionalistas” y, como ya lo sabemos, las guerras generalmente son manejadas por los políticos.

1 comentario:

sergio dijo...

Equilibrada y bien documentada información sobre el tema. En Venezuela actualmente el gobierno de Chavez está utilizando la Copa America de fútbol para propaganda a su favor mientras ha suspendido el derecho a manifestar y hacaba de cerrar la más popular estación de TV del país. El deporte le sirve a Chavez para ocultar su veradero perfil dictatorial.