lunes, mayo 02, 2005

Yasser Arafat

De terrorista a Premio Nobel

Para los palestinos fue “Abu Amar”, símbolo indiscutido de un largo conflicto nacional, el mitológico líder de la Kefiá (paño tradicional árabe) que casi concretizó las aspiraciones de un Estado Palestino. Para Israel -y gran parte del mundo occidental- fue un terrorista sin remedio que luchó toda su vida para “tirar a los judíos al mar”. Pero también fue el ingeniero de una de las más impresionantes transformaciones personales de la historia pasando de “terrorista” a líder mitológico que llegaría a obtener el Premio Nobel de la Paz, un premio que quizás no mereció.

Muhamad Raouf Arafat al Qudina al Hussieni nació en El Cairo en 1929 - aunque algunas versiones afirman que nació en Gaza-, en el seno de una familia de clase media palestina que residía en Egipto por motivos comerciales. A los 4 años, luego de la muerte de su madre, fue enviado a Jerusalem a vivir con sus tíos dentro de las murallas de la Ciudad Vieja, en una Jerusalem conflictiva bajo Mandato Británico -como consecuencia de la resolución de la Liga de las Naciones de 1918- y en constante disputa entre árabes y judíos por el control de los lugares santos. En 1937, tras el segundo matrimonio de su padre, el joven Yasser regresó a El Cairo, donde luego cursó sus estudios de Ingeniería Civil en la Universidad del Rey Fuad I (luego llamada Universidad de El Cairo) dentro de la cual comenzaría a activar políticamente.

Si bien en 1948, con la creación del Estado de Israel Arafat ya tenía 19 años y ya era un militante “pro-palestino”, no tomó parte de la guerra contra Israel declarada por la Liga Árabe -que se convertiría en la "Catástrofe” (al-Nakba) de los palestinos al ser derrotados por el recién fundado Estado judío-. En sus años de estudiante universitario se unió a la “Hermandad Musulmana” y en 1953, siendo presidente de la Unión de Estudiantes Palestinos en Egipto, escribió con su sangre “No olviden a Palestina” en una petición que presentó al General Neguid, líder militar de ese país. Al terminar sus estudios trabajó para el Ejército egipcio como ingeniero durante la Crisis del Canal de Suez en 1956, luego de la cual se fue a Kuwait, donde en 1958 fundó en conjunto con algunos exiliados palestinos la primera célula del movimiento “Fatah” (“Conquista” -o con sus iniciales leídas de atrás hacia adelante “Movimiento de Liberación Palestina- Harahkat al-Tahrir al Filistini, F-T-H). Desde ese momento comenzó a perfilarse como el líder de la resistencia palestina, comenzaron los ataques terroristas y en 1969 llegó a tener el cargo de Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina -OLP, organización que se había formado en 1964 con apoyo egipcio- reemplazando a Ahmad Shukeiri.

Formando la base institucional

A fines de los años '50 su organización empezó a perpetrar una serie de ataques a diferentes objetivos israelíes a fin de maximizar el miedo de la población judía en Israel. Los primeros esfuerzos fueron fallidos: un intento de explotar el canal de agua nacional y una vía férrea en 1965. A fines de los años '60 la OLP abrió su primera “sucursal” en Jordania y Arafat y su grupo descubrieron un método innovador para aterrorizar al mundo: el secuestro de aviones comerciales de pasajeros. De esta forma el 21 de febrero de 1970 la OLP en conjunto con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) secuestró el vuelo 330 de Swissair con destino Zurich-Tel Aviv, detonando una bomba nueve minutos luego del despegue y asesinando así a 47 personas. Seis meses después -el 6 de septiembre- intentaron realizar un cuádruple secuestro de aviones, los cuales fueron desviados a diferentes puntos de Europa y Medio Oriente. Sólo el 13 de septiembre, bajo presión internacional y con la intervención del ejército jordano del Rey Hussein, los rehenes fueron liberados, 20.000 palestinos murieron en el operativo jordano y la OLP fue expulsada de Jordania. Su nuevo destino sería el Líbano, un país con un gobierno central débil donde la organización de Arafat podía funcionar como un estado dentro del estado.

Tras reubicarse en el Líbano la OLP comenzó a preparar un nuevo ataque que sólo demoraría dos años en llegar, el 5 de septiembre de 1972, en medio de los Juegos Olímpicos de Munich, ocho miembros de la brigada “Septiembre Negro” de la OLP (así denominada en memoria a los acontecimientos de dos años antes) asesinó -tras fallidas negociaciones intermediadas por el gobierno alemán- a 11 miembros de la delegación olímpica israelí, algunos de los terroristas murieron en manos de las fuerzas de seguridad alemanas y, en respuesta a estas muertes de los terroristas, al mes siguiente la OLP secuestraría un avión de Lufthansa.

La lista de atentados y ataques continuó creciendo, siendo algunos de los más destacados: 1973, ejecución del embajador americano en Sudán entre otros; 1974, 4 muertos en Beit Shean; 1975, secuestros y asesinatos en el Hotel Savoy de Tel Aviv; 1978, masacre en un ómnibus Tel Aviv-Haifa, 21 muertos; 1982, ataques con misiles desde el sur del Líbano, 1985, secuestro del barco italiano Achille Lauro, etc. Muchos de los ataques fueron realizados por diferentes células terroristas pro-palestinas que no llevaban el nombre de la OLP pero que respondían a la misma, evitando Arafat de esta forma ser ligado por la comunidad internacional a estos ataques.

Durante sus años en Líbano Arafat gozó de una gran cobertura mediática que impulsó la causa palestina en Europa y América.

Tras la invasión israelí a Líbano en 1982 Arafat debió buscar una nueva sede de operaciones que encontraría en Túnez, desde donde organizó la primera Intifada de 1987-1991, por medio de la cual popularizó el conflicto, generando que la lucha de la OLP se convirtiera en la lucha personal de casi cada uno de los árabes que residían bajo mandato israelí.

Político de día, terrorista de noche

Dos momentos centrales determinaron que Arafat entrara al juego político internacional y combinara terrorismo con diplomacia, una nueva línea que lo llevaría a firmar acuerdos internacionales con Israel, y al mismo tiempo a continuar usando la única arma que conoció a fin de conseguir sus objetivos.
En 1974 Yasser Arafat consiguió su primer gran logro en la arena política internacional: el 13 de noviembre la OLP es recompensada con el rango de “observador” en las Naciones Unidas y se le da la oportunidad de exponer su lucha en la Asamblea General -a la cual sólo se le permitió entrar tras depositar su pistola personal bajo custodia de la seguridad de este organismo-. Un nuevo rumbo comenzó y Arafat intentó desligarse de los atentados terroristas. La mayoría fueron realizados por diferentes organizaciones ligadas a él, pero sin que la OLP se hiciera cargo.

En 1988 Arafat leyó públicamente una declaración de independencia del “Estado Palestino”, para luego condenar todo tipo de violencia, aceptando el derecho de Israel a existir y así sentando las bases que los Estados Unidos exigían para comenzar conversaciones de paz.

Como consecuencia de las negociaciones con Israel y la firma final de los acuerdos de Oslo en 1993 alcanzó la cima de su carrera política al obtener un Premio Nobel, nada más ni nada menos que el Premio Nobel de la Paz.

“L´etat, c´est moi”: El Estado soy Yo

Muchos de los líderes de las naciones “liberadas” en la segunda mitad del siglo XX, como Mao Tse-Tung en China, Sukarno en Indonesia, Robert Mugabe en Zimbabwe, Mohamad Khadafi en Libia y Gamal Abdel Nasser en Egipto, han comprobado ser fieles seguidores de la escuela política de Luis XIV, quien se creía el estado mismo y cuya crueldad no tuvo límites.

Arafat fue parte de esta generación de líderes, una invención propia, propia de sus delirios de liderazgo supremo.

En su tipo de accionar podemos distinguir una dicotomía entre medios y fines. Los medios fueron la violencia, los asesinatos, los secuestros, las matanzas masivas. Arafat convirtió su terror en un brillante instrumento político, su terror fue el camino para obtener reconocimiento internacional y respeto. Sin duda la ambigüedad se convirtió en su arma más importante.

Arafat se veía a si mismo como un anti-imperialista revolucionario al estilo de Ho Chi Mihn, Mao o Castro. Al igual que para ellos, su moto fue “revolución hasta la victoria”. Victoria total, una victoria que implica la creación de un estado sobre un territorio en disputa, una disputa que puede mantener este conflicto por generaciones, hasta que ambas partes noten que la búsqueda de la victoria total solo fortalece la revolución y las matanzas.

A lo largo de su carrera “política” la importancia de Yasser Arafat muchas veces no consistió en lo que él era, sino en lo que él representaba: el pueblo palestino. Quizás al igual que De Gaulle en Francia, Arafat fue el creador y arquitecto del movimiento nacional palestino a mediados de los años '60 y lo dirigió por 40 años.

El mundo occidental nunca se sintió completamente “cómodo” con él, y él nunca se sintió “cómodo” con el mundo libre. Manejar la paz le fue mas difícil que conducir una guerra. Los fallidos acuerdos de Oslo, la oportunidad desperdiciada en Camp David, su romantización de la violencia, la negación de Israel, y el adoctrinamiento de una nueva generación de intolerancia y odio, no serán olvidados rápidamente. Quizás generaciones y líderes que sean una antítesis del mismo Arafat sean necesarios para borrar esta parte cruel de su legado, un legado mixto: por un lado pudo haberse convertido en el líder de un nuevo estado árabe, dejar de lado la lucha y dedicarse a la construcción de una verdadera patria para su pueblo. Pero, al mismo tiempo, hubiera tenido que enfrentar a ese pueblo con las limitaciones del nuevo estado, con una Jerusalem dividida, problemas económicos y demográficos y la destrucción de los mitos que él mismo creó. La alternativa de ser un guerrero revolucionario constante y la popularidad que esto implica, sin dudas fueron una gran tentación. Su gran debilidad fue la incapacidad de dejar de lado la violencia como medio.

Arafat siempre buscó la gloria y la victoria completa por lo que retornó al nihilismo de la lucha armada dándoles gran énfasis al léxico y a la imaginación del Islam; la Intifada de “Al Aksa” comenzó en el año 2000 y desde entonces miles de israelíes y palestinos murieron.

La capacidad de Arafat de organización, manipulación, engaño y proyección de su persona como un icono del pueblo palestino asegurará que su gente no sea olvidada. Arafat fue el gran semiólogo de Oriente Medio, su creación suprema fue su persona y su estatus de “padre del Pueblo Palestino. Sus presentaciones públicas -la barba, su pistola, su kefiá doblada, según él lo explicaba, "en la forma de palestina"- fueron únicas y fortalecieron la creación de su mitológica persona, una persona que vivió y murió como un mito, una muerte con todos los componentes de las mejores telenovelas: rodeada de misterios, acusaciones, enfermedades, dinero, lucha por el poder y odio. Pero a pesar de su oscuro pasado el hombre que más judíos asesinó desde Hitler falleció como un “héroe” internacional acompañado por líderes de países occidentales y árabes -quienes más de una vez intentaron eliminarlo en el pasado- y con las banderas de la ONU a media asta.

Al igual que Mandela, Arafat es llamado el padre de su nación pero, a diferencia de él, falló en brindarle a su pueblo un Estado. Quizás por esta razón será por muchos de nosotros recordado simplemente como un terrorista, y no como un gran estadista.

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